Hace algunas semanas salí del trabajo, como de costumbre, cogí el metro, como de costumbre, y me senté, aunque esto solo lo hago a veces. Como me gusta escudriñar a la gente que comparte mi vagón (yo lo veo como mi vagón), pronto me fijé en el chico que tenía al lado. Bien trajeado, con el nudo de la corbata impecable, zapatos de piel auténtica y el pelo moldeado con gomina hacia atrás. Para completar el estilismo llevaba gafas, unas gafas finas de pasta.
"Todo un caballero a la vieja usanza", pensé. No me equivocaba mucho, lo supe cuando posé la vista en el libro que leía muy ensimismado. "Diccionario urgente para el caballero de hoy en día". No dudé en intentar leer cada párrafo, mientras mi sonrisa se iba ensanchando sin poder evitarlo.
"Cita: Para la primera cita no debe llevarla a una taberna, pues se trata de sitios vulgares inadecuados para llevar a una mujer. Tampoco debe excederse en su invitación, ya que una cena en un lujoso restaurante servida con copas de champagne podría provocar un retraímiento por su parte. Decántese por una copa después del trabajo.
No plantee una invitación abierta ni use fórmulas similares a '¿porqué no quedamos algún día?'. Escoja un día y una hora y hágaselo saber.
Una vez terminada la velada y en el caso de que haya sido de su agrado, no debe comunicarse con ella hasta pasados cuatro días. No se deje vencer por la felicidad al llegar a casa, esconda el móvil si es necesario."
También hablaba de llevarla a casa, de cómo aplaudir, de cómo hablar sobre política o de cómo comportarse con sus compañeros de trabajo. Todo un divino tesoro que deberían regalar como los panfletos a la salida del metro.
Antes de protagonizar una escena en medio del vagón, me apresuré a sacar el móvil y whatsappear a mi amiga Nenúfar. Éstas fueron mis palabras: "He encontrado al hombre perfecto. Estoy a punto de pedirle matrimonio aquí mismo. Qué hago?".
Sí, dejé pasar al hombre de mi vida. A los pocos minutos, exactamente cuando hice transbordo, dejó de importarme. Pero la impresión que me causó esa imagen me recordó a las sabias palabras de otra amiga mía, que guardo como oro en paño. Además de porque me encantan, porque me las escribió por mail en una de nuestras largas conversaciones epistolares diarias. Y hoy tengo la oportunidad de hacerlas públicas, y avanzar un paso más hacia el proceso que las convierta en mandamiento universal. Atención, por favor.
Manual para ser el hombre perfecto, Punto 1, por Zsa Zsa Gabor
1. Todas
las mujeres son PRINCESAS. Nos hemos criado en un mundo influido por la mala
gestión de las películas de DISNEY, en la que la chica pobre, sin padres, sucia
y destartalada conocía al príncipe de sus sueños, se enamoraban, ella era
salvada de la bruja malvada y finalmente se casaban. Ella se convertía en la
princesa del reino y vivían felices y comían perdices…
Pues bien,
actualmente se siguen comiendo perdices, pero de otro tipo.
Los
príncipes que merecían la pena están cogidos (Véase Felipe ¿¿??, y el guapísimo
Guillermo. Sí aun queda su hermano, pero tiene pinta de ser un mujeriego,
y tampoco nos vale mucho, porque es complicado que acabe subiendo al trono..).
Pues bien,
en un mundo en el que ya no quedan príncipes y lo único que se demanda es una
Republica, no podemos romper el corazón de las mujeres negándoles un derecho
que DISNEY un día les prometió. (Cualquier reclamación al Ser. Walt)
Todas las
mujeres son PRINCESAS, y así deben de ser tratadas. Ya sea tu novia, tu
rollo, tu amiga, la chica del trabajo que te follas entre semana o la borracha
30 añera de Liberata que consigues llevar a tu casa los viernes a las 6 de la
mañana. Sí, aun que tenga el rimmer corrido y huela más a whisky que un escocés
borracho, es una P-R-I-N-C-E-S-A.
Trátala
como tal.
(Aquellas
que no tienen aspecto de ser mujeres por la cantidad de pelo que acumulan en su
barbilla, también están dentro del PACK)
Ante esto, no puedo más que quitarme el sombrero ante Blondie y entonar, alto y fuerte, un:
Suscribo la frase de "cuánta razón".
ResponderEliminarAunque lo del perfecto caballero leyendo un libro sobre cómo ser un perfecto caballero es un poco contradictorio. Es más, parece una especie de bucle y ya sabes que los bucles no tienen salida y se repiten eternamente, a no ser que alguien los arregle. En el caso del tipo que describes, a lo mejor con una pequeña colleja que lo acerque al mundo real, se habría solucionado el problema. ;-)
Por lo demás, para tratar a una mujer como a una princesa, sólo es necesario tener claro que, para ti, lo es. Y digo más, a las más importantes para cada uno, habría que elevarlas de rango y convertirlas en reinas o más!
He dicho!