- - Te echo de menos. – Aunque esa frase había resonado un millón de veces
en su cabeza, nunca se imaginó que pudiera decirla en alto. Y aun menos que
fluyera tan natural, como quien habla del color del cielo en ese momento. – A ti,
y a tus manías. Ya sé que a veces me enfado porque seas tan cabezota, o porque
prefieras el silencio durante un tiempo diferente al mío. Pero en realidad me
gusta. Me gusta saber que hay una parte de tu cabeza que no es como la mía, ni
como la de nadie más. Es única. Aunque a veces parezca que me molesta porque no
lo entiendo, lo cierto es que a veces me gusta no entenderte. Porque eso te
hace especial, y porque te quiero por todo lo que eres.
John
agacho la cabeza, pasándose una mano por detrás. El sofá no era demasiado
amplio, pero si lo suficiente como para que ambos estuvieran sentados sin
apenas rozarse. Lanzó un suspiro y la miro a los ojos, sin decir palabra.
- - Ya sé que no debería decirte estas cosas, que no tengo ningún derecho
a…
John la
atrajo hacia si rodeándola con el brazo y silenció sus palabras tapándole la
boca con los labios. Fue un beso intenso, de esos en los que estallan mil
cortocircuitos en décimas de segundos y parece que el mundo gira demasiado
deprisa. No fue demasiado largo, pero si lo suficiente para que Elle sintiera
su mano recorriéndole el cuello, enredando los dedos en su pelo. Cuando todo acabó,
no había hecho más que empezar. Permanecieron un rato más frente con
frente, pasando las manos por la cara del otro. Elle cogió aire antes de
empezar su siguiente frase
- - Tú crees que esto es lo correct…
John volvió
a interrumpirla con un beso, esta vez más corto.
- Esta es una de esas veces donde prefiero el silencio.
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