martes, 10 de diciembre de 2013

Momentum

La vida se rompe. Hoy leo palabras de otros, porque hay días que prefiero envolverme en ellas que hilar las mías propias. La decepción aumenta a la misma velocidad que la gratitud, aunque la cantidad de personas a la que ofrecérsela es inversamente proporcional.

Ayer salí a fumar. Notaba el humo en mi garganta, apoyada en el balcón con mejores vistas de Londres. De repente, todo parecía estar en su lugar. 

Nunca me he explicado bien. Nunca he querido. 

He caminado hacia 3 direcciones diferentes. He recorrido 3 caminos distintos a casa, aunque nunca lo era. Esta es la que más se parece de todas, pero pronto el recorrido será otro. Hay algo en mi muñeca que siempre me lo recuerda. Es importante saber volver a casa. Esté donde esté. 

Hoy he cogido el ascensor. Iba a trabajar. Pero antes, antes he salido otra vez al balcón con las mejores vistas de Londres. Y de repente, todo parecía estar en su lugar.

Pude pensar en la oscuridad de anoche, o en la que llegará en unas horas. En lugar de eso pensé en la gente. Pude pensar en la gente que nunca fueron casa y siempre oscuridad, aunque tardase en darme cuenta. En lugar de eso pensé en la gente del balcón con las mejores vistas de Londres,  que siempre fueron casa y nunca oscuridad. La diferencia era abismal, como la distancia de aquel balcón al suelo. 
Pensé en los diferentes caminos a casa, y en todos los que me quedaban por recorrer. Y mientras la palabra 'casa' recorría a mi mente, le sentía a mi lado. Al otro lado del móvil, al otro lado de la calle o al otro lado de mi muñeca, cogiendo mi mano aunque a veces me caiga. 

De repente, todo estaba en su lugar.


Anoche. Fumando.

Hoy. Antes de ir a trabajar.


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