Hay algo que me chirría desde hace un tiempo. Ya me ha
pasado varias veces en los últimos meses, y cada una de las veces pienso lo
mismo. ¿Por qué miento? ¿Por qué me siento culpable si digo la verdad?
La última vez fue el jueves pasado. Paseaba yo con mi amiga
Minus, de estas amigas que no abundan con las que puedes hablar de todo y a
todas horas, y nunca se acaban los temas de conversación. En una de estas
verborreas que nos traemos, hablamos del peso – ay, este tema que siempre sale
– y me comentó que me veía bien. "Tú ahora estás bien, no? Yo no te veo gorda". Yo contesté la respuesta tipo, la que todas las chicas
contestan sea verdad o mentira: " Hombre, la verdad es que unos kilos me sobran,
pero…"
Inmediatamente algo hizo "ñeeek" en mi cabeza, como si acabase de decir una estupidez.
Contesté sin pensar lo que siempre contesto, lo que se supone que debo contestar, lo que contestamos todas. Pero no estaba para nada de acuerdo y me sentí mal por mentir.
Me dio un poco de vergüenza intentar rectificar con un "uy Minus que no, no sé porqué he dicho, ¡qué chorrada! ¡claro que no me sobran unos kilos, yo me veo muy bien!". Podría haberlo dicho, pero no lo hice. Puede que no lo pusiera en alto, pero dentro mi cabeza seguía dándole vueltas a esa respuesta automática llena de mentira.
En realidad todas mis amigas contestan lo mismo. Es más, cada vez que hablamos de esto resulta que “últimamente han engordado un montón”.
Incluso cuando se ve a leguas que han adelgazado bastante, siempre me sueltan un:
- "¡Qué va! Uy si, pues últimamente he engordado, no paro de comer. Todo el mundo me lo dice."
Me pregunto si ellas también pensarán lo mismo que yo, que es absurdo mentir pero que existe una regla tácita de hacerlo.
Como cuando alguien te pregunta si el pantalón que lleva le queda bien y tienes que decir que sí, que le queda como un guante aunque esté a punto de estallarlo.
Quizá en este último caso quede más o menos justificado, tampoco se trata de herir sensibilidades ajenas. Pero cuando se trata de nosotras mismas, ¿qué sentido tiene atacar nuestro propio físico aun cuando no tenemos porqué?
Quizá en este último caso quede más o menos justificado, tampoco se trata de herir sensibilidades ajenas. Pero cuando se trata de nosotras mismas, ¿qué sentido tiene atacar nuestro propio físico aun cuando no tenemos porqué?
La realidad es que yo me veo bien, y no pienso que me sobren
unos kilos.
Me juego la mano derecha a que mi yo de hace 5 años se llevaría las manos a la cabeza y encontraría mil defectos y lorzas en mi yo de ahora, pero... bueno, por suerte han pasado 5 años.
Desde hace bastante tiempo paso de pesarme, al principio porque me
importaba demasiado.
Al final, porque no me importaba en absoluto. Me acabé
olvidando del numerito de los kilos y dejé de torturarme por cambios de peso.
Claro que me cuido, o al menos lo intento, pero ya no es un
tema de preocupación ni hago esfuerzos de perfeccionismo extremo.
Pero cuando tengo que responder a estas preguntas o
comentarios, siempre acabo cayendo en la trampa por miedo a parecer una flipada
de la vida.
Porque como muchas cosas en la vida te viene impuesto, y si eres mujer parece inherente que estés insatisfecha con tu cuerpo. Y si lo estás y lo dices en alto, queda como... raro. Lo sé porque hasta a mí misma me chocaría esa situación. Una chica diciendo que no quiere adelgazar... es como raro, ¿ no?
Llamadme feminista trasnochada, pero como que no veo yo al género masculino haciendo este tipo de comentarios.
- Ay Paco, ¡pero si no tienes nada de barriga!
- Calla, calla, que me salen unas cartucheras del salvaje oeste... tío tengo que perder 5 kilos ya.
Estas estupideces sociales de las que soy víctima y partícipe a la vez me indignan. Me indignan internamente claro, hasta que llego a un teclado y lo aporreo hasta crear un post que más o menos me desahogue.
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