He tardado mucho en convertirme en sumisa.
Hasta mis 25
añitos he ondeado orgullosa la bandera de mi rebeldía contra este complemento.
¡No a la dictadura de los tacones imposibles! ¡No a la tortura¡ ¡No a los
zancos de 10
centímetros que nos hacen sufrir en silencio mientras
intentamos sonreír! ¡No a los dolores, las torceduras de espalda, no al empeine
forzosamente dislocado!
Todo eso me gritaba yo hasta ahora, como siempre, por
dentro. Lo gritaba en cada tienda, en cada escaparate, por la calle. Qué
maldita manía de poner de moda las suelas que te despegan del mundo, te alejan
de la tierra firme y te zambullen en un tambaleante universo paralelo de dolor
y penurias. ¡¡BASTA!! Que estemos en crisis no significa que el sufrimiento
esté de moda.
Todo eso pensaba y gritaba yo, hasta ahora. Hasta el día 15
de junio de 2012, fecha en que me he visto obligada a hacerme con uno de estos
instrumentos de tortura femenina para una convención de empresa. Vamos a ir a
un sitio muy cool, muy de estilo y eso, o por lo menos es lo que se dice. Y hay
que ir arreglada. “¿Y cómo es arreglada? Porque, que yo sepa, me arreglo todos
los días”. Pues resulta que arreglada, según el modus operandi de mi empresa,
es “ir con cualquier trapito mono, y unos tacones. Con unos buenos tacones ya parece
que vas arreglada”. Claro, pues debe de ser que hasta ahora yo he ido como una
auténtica perroflauta, con mis sandalias planas de tiras o mis botitas de tacón
medio. Porque el tacón MEDIO existe señores, ese gran olvidado de la moda, de
las tiendas y su fucking mother. Ese tacón que estiliza la figura, viste el
modelito y te da un toque “lady” sin tener que activar el “modo fakir”.
Pero eso no se estila, eso ya no es tacón. Las cadenas de
ropa esta temporada ni lo contemplan, el tacón medio pasó a mejor vida.
Hoy he sucumbido a la dictadura de los tacones, maldita sea.
Y aquí me hallo, en pijama morado de corazones (como todo buen calzoncillo de
hombre que se precie;), destrozando el parqué de mi casa con unos zancos de 10 centímetros.
Porque menos, seguro que no son. Bonitos son un rato, ahora lo de andar con
ellos sin parecer un caballo desbocado… eso ya es otra historia.
