lunes, 30 de julio de 2012

Summer is crazy


Siempre ocurre. El verano roba el espíritu primaveral y altera la sangre, las neuronas y todos los órganos vitales. La ciudad más asfaltada se viste de luz y hace brillar aún más los colores chillones que inundan las calles. O al menos así me lo parece a mí.

Las terrazas cuelgan el sold out tanto de noche como de día y la gente sonríe más en el metro, a pesar de seguir sin despegar la vista de sus smartphones. Aprovechas las horas como si no hubiera un mañana, quedas con todos esos amigos a los que hace meses que no ves, te atreves con planes impensables para el invierno. Rechazas el no a cualquier escapada y las historias que contar se te acumulan cada semana.

A mí me pasa, como al resto de los mortales. Es en estos momentos cuando no echo nada de menos la vida en Reino Unido, aunque sean los menos. Porque el verano es un ambiente único, donde la rutina no existe y la vida parece dar más vueltas que en cualquier otra época del año.

Viajes de empresa a Marbella, con reservados, tacones imposibles y camas balinesas. Locura de San Fermines durmiendo en un coche y pidiendo pizzas a una rotonda. Días de la música improvisados que acaban como una película de Bridget Jones.
Festivales en Potugal que se asemejan más a un maratón de resistencia, con conciertos, encuentros y noches surrealistas de ukelele y cervezas. Reuniones masivas de amigos de toda la vida, en las que lo que parecía imposible se hace realidad y te deja una sonrisa imborrable por semanas enteras. Quedadas becariales míticas, donde revives todo el cariño que guardabas en una cajita desde hace meses.

No sé si ha quedado claro, pero me encanta el verano.


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