Tengo un problema. Como los principios, si no le gustan
tengo otros.
Pero hoy voy a hablar de uno que me atormenta desde hace
casi 2 años. 2 años son muchos para cargar un problema, y más cuando tiene que
ver con tu trabajo.
Quizá alguien pueda ayudarme, o a alguien le ocurre lo mismo
y podemos formar un foro de cooperación mutua, y poco a poco quizá se una más
gente que se atreva a confesar su afección y acabemos formando una asociación
que luche por nuestros derechos.
Se trata de las reuniones de trabajo. Yo suelo ser una chica
despierta, inquieta, que no me cuesta madrugar y en cuanto veo un síntoma de
baja actividad me encasqueto dos cafés bien cortados. Esto suele pasar cada
mañana. Ya casi como costumbre. Es raro que el cansancio o sueño me ataque durante
el día. Me pone nerviosa dormir la siesta porque creo que estoy perdiendo el
tiempo. Pero las reuniones… ay las reuniones.
Cuando entro en la sala intento concienciarme, animo a mi
espíritu a seguir a tope con la COPE. Cierro
la puerta tras de mí, respiro hondo y miro a la gente a los ojos como para
advertirles que no, esta vez no ocurrirá. "¡¡HA!! Noohhhhamigos" - les digo telepáticamente - "¡¡Hoy noooh es vuestro día!!"
Pero ocurre. Siempre ocurre. Es comenzar a escuchar a los
jefes explicando (no importa qué jefes), y un tic de bostezos me ataca sin
preaviso. No puedo evitarlo, por más que lo intente. Bostezo sin querer una y
otra vez, con apenas 3 segundos de diferencia. Juro que es cierto. Y es como el
hipo, que no puedes parar aunque lo estés pasando realmente mal. Es entonces
cuando intento todos los trucos para disimular mi tic bostecil: aprieto los
dientes como si no hubiera un mañana, me muerdo la lengua hasta hacer muecas
imposibles, se me empañan los ojos de la tensión acumulada. Hago que escribo
para poder mirar hacia abajo y que mi careto de contracción intentando contener
el huracán bostezo no sea visto por todos los asistentes. Al cabo de media hora
estoy roja del esfuerzo, llena de lágrimas y con los ojos como pimientos
morrones.
Lo peor no acaba aquí. Y no me refiero solo al hecho de que
a veces los jefes, como es lógico, se dirigen a mí y puedo notar sus caras de
“qué narices le pasa a esta chica”. Tampoco me refiero al hecho de que me toque
hablar, y sea un espectáculo ridículo y denigrante.
Me refiero a que a este tic bostecil se le añade un segundo
pseudos-problema: mi incapacidad para hacer dos cosas a la vez. Esta tara se
traduce en que cuando escucho e intento coger notas, escribo cosas sin ningún
sentido en absoluto. O escucho, o escribo. Intento tomar notas cada vez que se
dirigen a mí mientras asiento con la cabeza, en modo “sí, lo tengo todo
controlado”, pero en realidad estoy trazando palabras inconexas que mi
subconsciente ha tomado como favoritas. Todos mis apuntes de reuniones son
absolutamente inútiles. “Casa con
facebook concurso de trabajo con jardín”. Cuando pasa mi turno y leo lo escrito,
rezo porque a nadie le dé por deslizar su vista hacia mi cuaderno. Esto sin
contar con que, cuando se dirigen a todos y en mis vanos conatos de reprimir
mis bostezos, me da por trazar formas con el boli. Todos escriben afanosos las
tareas comunes, bien ordenadas y adornadas con puntos, flechas y guiones. Yo me
abstraigo sin quererlo y comienzo a dibujar cuadraditos, cuadraditos con formas
que llevan a otras, espirales con estrellas y cuadrículas dentro de cuadrículas
de estrellas. De vez en cuando asiento de forma automática, como si estuviera
al cargo del acta de la reunión y estuviese cumpliendo mi papel a la
perfección.
Resultado: al final de la reunión tengo que cerrar mi
cuaderno rápidamente y salir corriendo de allí con la cara roja y lágrimas en
los ojos.
Para cuando llego a mi sitio y me siento, exhausta, en la
silla frente al ordenador, el bostezo constante desaparece. Me tranquilizo por
un instante, pero sólo hasta que abro mi cuaderno y observo todas esas frases absurdas
rodeadas de formas geométricas sin orden ninguno. “Casa con
facebook concurso de trabajo con jardín + cuadrado-cuadrado-espiral con puntas acabada en estrella”.Para entonces solo puedo
llevarme las manos a la cabeza y rezar porque mi mente haya captado todo
subliminalmente, y sea capaz de hacer mi trabajo con un poco de dignidad.
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