Y la mía es además la mejor. Es la más buena, la más guapa, la más lista y cocina mejor que todas vuestras madres juntas. Eso es así.
De pequeña solía tener discusiones con mis amigos para ver cuál de nuestras madres era mejor cocinera. O mejor dicho, para defender cada uno a la suya porque obviamente la nuestra era la masterchef del universo.
Pero es que además mi madre está hecha de otra pasta. Es como el hombre de negro, pero en madre.
A mi madre estar embarazada le pareció maravilloso y nada incómodo, y para ella el parto fue un pequeño dolor.
A mi madre no le duelen los pies de llevar tacones casi las 24h, no le duelen ahora ni le dolían con 17 años cuando empezó a calzárselos. Mi madre no siente el alivio de cambiarse a unas manoletinas tras unas horas porque para ella el tacón es cómodo como una cama de algodones, y es la única mujer que no reconoce haber sentido dolor por esos complementos del infierno.
Mi madre también nos cuenta que probó su primera cerveza con 20 años y se depiló por primera vez con la misma edad. Lo que no nos cuadra con el hecho de que empezase a fumar con 14 años ducados, a escondidas en su colegio de monjas. Tampoco cuadra con que en sus fotos aparezca con 16 años con unas cejas finas perfectamente delineadas. A ella le dan igual nuestras refutaciones y sigue sosteniendo su teoría de los 20 años.
A mi madre nunca le han partido el corazón porque, según ella, pasaba de los chicos. Eran ellos los que iban detrás. Con mi padre se casó porque se puso pesado, y a la quinta vez pues ya le tuvo que decir que sí. Esto también lo cuenta mi padre, así que me confunde aún más. Mi madre va de durita por la vida y confiesa que nunca quería bailar con los chicos porque "ella ya estaba bailando con sus amigas", y que le dio plantón a mi padre una vez con la excusa de que "se tenía que lavar la cabeza".
Sé que mi madre está hecha de otra pasta no por lo que nos cuenta sobre su edulcorada adolescencia, si no porque lo veo. Mi madre trabaja (como dice ella, donde le pagan) y cuando llega a casa pone 3 lavadoras, plancha 2 montones de ropa, limpia los baños, friega el suelo, pasa el polvo, repasa los azulejos con baldosinín y además te hace 4 cazuelas de comida diferente para los días siguientes. Y todo eso antes de las 20h, que es cuando empieza pasapalabra y para ella Christian es como de la familia. Perdérselo es un pecado.
A veces en nuestras conversaciones, me comenta que a Christian le pasó algo parecido porque tal y cual, y yo pienso en quién narices será Christian hasta que me doy cuenta de que REALMENTE está hablando del presentador de pasapalabra. Le tiene un cariño incondicional.
Cuando está viendo el programa no puede escucharse un murmullo. Es la única vez que nos manda callar incluso si hablamos entre nosotros, es su momento sagrado. Y durante toda una hora, juega con ellos a acertar las palabras diciéndolas en voz alta, y se pone tan nerviosa que le salen palabras absurdas y muy graciosas. Mi madre tiene mucho vocabulario, pero es el nervio hecho persona y además le da igual soltar lo primero que le viene a la cabeza. Un día le llamaron del programa para hacerle las pruebas para asistir de concursante. No lo consiguió, por sus nervios y para su disgusto. "Hija, es que me han preguntado no sé qué película de un tal Tin Búton y yo no sé quién es", me dijo.
Mi madre es la que cuando le digo que he ido a hacer una entrevista a una empresa que estaba en Mordor, me pregunta si eso me queda muy lejos de casa.
Mi madre es guapa y lo sabe. Tanto, que recuerdo estar en el ascensor cuando yo era un moco mientras ella se miraba al espejo y me decía "Hija, pero qué guapa es tu madre. Es que tienes una madre PRE-CIO-SA." Yo eso ya lo sabía, aunque no entendía muy bien que me lo repitiera.
Mi madre es guapa y lo sabe. Tanto, que recuerdo estar en el ascensor cuando yo era un moco mientras ella se miraba al espejo y me decía "Hija, pero qué guapa es tu madre. Es que tienes una madre PRE-CIO-SA." Yo eso ya lo sabía, aunque no entendía muy bien que me lo repitiera.
Mi madre es además abuela, por si fuera poco lo de cargar con una casa, 2 trabajos y 2 hijas. Y ahora además de preparar 4 cazuelas, hace 3 más para sus hijas emancipadas y 3 tuppers para sus nietos de 1 y 3 años.
Dos o tres veces a la semana, más o menos, va a visitar a los nietos junto con mi padre, y sé que está hecha de otra pasta porque tiene la misma energía o más que ellos. Cuando voy yo también, al cabo de un rato jugando con los enanos tengo que tirarme en algún lado, derrumbarme, exhausta. Mientras, mi madre se reboza por el suelo cogiéndoles en volandas, antes de levantarse de nuevo y comenzar a perseguirles. Yo la miro y me canso.
Pueden pasar 5 horas que mi madre nunca baja el ritmo, y cuando ya se van para casa solo habla de la próxima vez que les verá.
Mi madre es además la mejor consejera. Es la que nos ha enseñado, junto con mi padre, a ser la mejor versión de nosotras misma. Es la que cuida de nosotras cuando nos ponemos enfermas y la que es capaz de luchar contra los elementos si hace falta cuando algo nos hace daño.
Mi madre nunca pierde la sonrisa, porque ella es muy zen y todo tiene un lado positivo.
Mi madre nunca va al médico, porque aunque esté hecha un trapo ella dice que se le pasará.
Mi madre, en su papel de supermadre, es también nuestra amiga, nuestro pilar.
Todo eso es mi madre y mucho más que no cabe en un blog (ni en todos los espacios de internet juntos) para nosotras, sus hijas.
El próximo día hablaré de mi padre, porque mi padre es el mejor del mundo mundial y seguramente cocine peor que todos vuestros padres, pero eso es lo de menos en eso de ser mejor padre del mundo mundial.
Os quiero, troncos.
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