sábado, 11 de junio de 2011

Teen is back

Puede que ladymadriz.com vaya por temporadas, es decir, todo y todos necesitamos un break. 
Puede que no se trate del fin, si no de unas no descansadas vacaciones.

A pesar de haber invertido la mitad de este sábado en empezar y acabar uno de los libros con más gracia de los que he leído en toda mi vida, no me noto especialmente animada. Tampoco tengo ganas de escribir en ese tono, algo extraño. Cuando leo un libro, suelo adoptar de forma temporal la perspectiva del autor. Interiorizo su forma de expresarse y no me la puedo quitar de la cabeza, así que todo lo que pienso y escribo durante esos días tiene el estilo del autor del libro. 

Pues en este caso no ha sido así. Debería estar escribiendo de forma irónica sobre los gusanos de seda como portadores de valores eternos, o sobre la filosofía de las máquinas tragaperras, o sobre por qué narices Gazpacho, el andaluz de Los Fruitis, era un PIÑA. Es más, por qué narices existía el cactus de Pincho si todos eran frutas. O por qué Mochilo no denunció a Doraemon por plagio (si bien es verdad que un bolsillito en la barriga es mucho más práctico que un mochilón a la espalda).

Estas y otras preguntas existenciales me atormentan diariamente. No puedo evitar cavilaciones de este tipo. Nadie parece reparar en ellas, y lo que es peor, a nadie parecen preocuparle. Y la coherencia de éste nuestro mundo se tambalea, y una ya no sabe a qué atenerse.

Podría escribir también uno de mis artículos de opinión, más serios y formales, sobre el 15M. La verdad que llevo muchos escritos sobre este tema, pero todos mentales. Lo malo de los escritos mentales es que no se graban, y luego no los puedes volver a leer. Aunque acabes de crear una obra maestra y puedas con ella alumbrar al mundo y salvar a sus habitantes de la ignorancia en la que se mecen, da igual. No puede recuperarse. Creo que en algún momento alguien debería inventar algo para que esto no fuera así, y pudiera recuperarse toda la información de nuestro disco duro personal. Como los pensamientos, o los sueños, o los recuerdos. Deberíamos exigir el derecho a la información, con más razón si se trata de nuestra propia información. No debería volatilizarse así como así. En vez de inventar cosas banales como iPads y móviles con 4G, tendrían que centrarse en cosas esenciales como ésta.

Podría escribir sobre otras cosas de teen, ahora que vuelvo a serlo. Hubo un momento en que lo dejé.
No sé cómo ni porqué, solo sé que ya no era una teen ni quería serlo. Pasaron meses. Pensé que finalmente había dejado esa etapa, y por mucho que me costase aceptarlo, no volvería. No es que no quisiera crecer, es que pensé que eso nunca sería incompatible con seguir siendo un poco teen. No quería convertirme en una de esas personas aburridas que no dicen nunca tonterías. Sabiendo que son tonterías, claro. Porque gente que dice tonterías como catedrales hay muchas, la diferencia es que ellos las piensan de verdad y las dicen en serio. No, yo me refiero al estupendo hobby de rellenar el tiempo con sandeces porque sí, porque te da por ahí. 

Ser una teen no es sólo eso. Es también equivocarse mucho, porque se tienen muchos impulsos. Yo en eso soy una experta. En equivocarme, y en tener impulsos. Y en todo a la vez. Aunque considero que sé analizar bastante bien las situaciones y mi capacidad de raciocinio es altamente buena, también sé que soy muy de extremos. Qué le voy a hacer. Y tal como puedo ser la persona más fría y con más temple, puedo también dejarme llevar por mi parte visceral y hacer cosas muy poco razonables. Y es que al igual que puedo ser muy coherente, cuando ganan mis sentimientos a veces puedo actuar nonsense.

Si no eres un teen si no un auténtico grown-up, no haces eso. Porque has aprendido a esconder la parte sentimental, la que te lleva a cometer locuras para bien o para mal. Has decidido esconder el punto espontáneo e improvisado, y has cambiado el "go with the flow"  por la vida planificada, rutinaria y limitada como un encefalograma plano. La parte buena es que ya no te equivocas en cosas de estas, porque controlas los impulsos. O ni los tienes. Sea como sea, no metes la pata.

No digo que algún día no llegue a ser todo eso. Pero no es el momento, porque desde hace unas semanas ha vuelto. Teen is back. La seriedad absoluta que se había instalado en mi vida ha desaparecido, para dejar más paso a algunas estupideces que llevaban meses esperando en la puerta. También a los impulsos, que a veces me llevan a vivir los mejores momentos y otras a meter la gamba hasta el fondo.*

Intento no torturarme mucho con estas cosas, porque creo en el dicho.
Quien no arriesga, no gana.


*Reflexión del día: Gamba= pierna. La expresión "meter la gamba" será cosa de un español que se tiraría el rollo con sus conocimientos de italiano?

Hablando de sueños (bien, permitidme usar esta muletilla aunque no tenga mucho sentido), hoy he recordado uno que tuve hace unos meses. Estaba en compañía de una señora, que tenía pinta de celestial por el halo de luz que le rodeaba y todo eso. Yo lo veía muy normal, porque en los sueños ya te puede aparecer Bob esponja invitándote a cazar medusas por las playas californianas que a ti te parecen minucias del día a día. La mujer me hablaba sonriente. De pronto, de un agujero de luz comenzaron a salir correteando un montón de niños, unos 5 o 6. Todos eran de la misma edad, unos 5 años, y venían corriendo hacia mí. 
Me dirigí a la señora celestial en busca de una explicación.
- ¿Quiénes son? - La mujer fabricó una nueva sonrisa para mí.
- Son los niños que hay en ti. 

Eso me dijo. Resulta que a diferencia del resto de los mortales, la frase de "el niño que llevas dentro" no se ajustaba a mi caso. ¡Porque yo no sólo tenía uno, tenía un montón! Había niños y niñas. Eran rubios y también morenos. Todos reían y me abrazaban. Y yo les abrazaba a ellos, porque tenía la sensación de que les conocía de toda la vida y llevaba mucho tiempo sin verlos. 

Este sueño, a parte de ser un fiel reflejo de mi surrealista mundo interior, puede que sea una buena señal.
Teen is back. Y espero que haya vuelto para quedarse un largo tiempo.










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