jueves, 12 de abril de 2012

Peaceful Lisbon. The End.


*Aviso: el tono es mucho más rápido, al igual que lo fue el día.

Jueves 5 de abril

Vamos al barrio cool de LX Factory, entramos en una librería inmensa y molona que tiene hasta una sala con un piano de cola y un micrófono, y nos hacemos fotos absurdas que no pegan nada con la situación pero nadie nos ve y nos divertimos.
Comemos en un cortijo que me recuerda al de ‘Y tú mamá también’ donde nos atiende una portuguesa muy moderna y muy guapa. Mientras espero a ala comida me dedico a hacer fotos a la nada, procurando estar atenta por si se cruza la camarera y puedo hacerle una foto improvisada. Le repito a David que a mi lo que me gusta es inmortalizar la espontaneidad de lo cotidiano, que no me gustan las fotos forzadas y artificiales y que lo mío es captar la esencia. Se lo repito veinte mil veces para que se le quede grabado mi naturaleza como fotógrafa, y para aprendérmelo yo también porque acabo de inventarme mi definición pero me gusta bastante. David me mira con cara de suplicio y me intenta callar con un “ya, ya, captar la esencia, si ya lo sé”. Decido que ya se lo ha aprendido lo suficientemente bien y sigo a lo mío.

Luego vamos a la playa y nos bebemos un par de cervezas, aunque ninguno sabemos diferenciar muy bien cuál es cuál. Cae alguna foto, yo intento captar la esencia de todo lo que nos rodea pero David me lo pone muy difícil con sus críticas destructivas. Aún así le uso como modelo un ratito, para que por una vez acate mis órdenes frente a la cámara y no al revés.

Hace viento y nos vamos. Dejamos las cosas y David se vuelve a ir a una reunión, pero vuelve pronto. Mientras me dedico a callejear y perderme por el barrio alto, y descubro nuevos sitios que me encantan. Pregunto 20 veces el camino de vuelta hasta que lo encuentro, y llego justo a tiempo para quedar con David en la puerta. Me cuenta que ha estado en una casa muy molona con un grupo de brasileños también muy molón al que va a grabar un tema que además han mejorado. Me dice que al subir a casa me lo enseñará, pero ese momento nunca llega porque se tiene que ir de nuevo. Me quedo en casa a esperar, como una ama de casa aburrida. Yo tengo mucha energía, no sé si es porque es mi último día o porque llevo unos cuantos disfrutando un montón, pero me apetece salir. Pongo música y bailo. Vamos a cenar la ensalada de garbanzos y pruebo la Gingia con cerveza, aunque dice David que eso sólo lo aguantan los hombres muy hombres. Debe ser cierto, porque aunque no me desmayo llevo ya unas cuantas vueltas de más.

Volvemos al Barrio Alto y salimos como si no hubiera un mañana, aunque la verdad es que sí que lo hay y será el día en que tenga que coger el avión de vuelta. Decido no pensarlo.
Ya he llenado el saco de 'cosas sobre las que pensar' en este viaje, creo que no necesito más.


 

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