martes, 22 de noviembre de 2011

Microcuentos


Quién nos enseñó a no lamentarnos?
                                                                                                 

Todo lo que se mueve es pólvora. El viento, las hojas. La moqueta de la oficina. 
                                                                                                 

El muro nunca fue derribado. No era más que un espejismo.
Tú estabas ahí, sentado. Yo entorné la puerta, me senté y no lloré.
Estiré las mangas del jersey hasta que envolvieron mis manos, y me cubrí el rostro.
Seguías ahí. A pesar de la puerta. Del jersey, y de las mangas.
                                                                                                 

Es extraño verte al otro lado. Siempre pensé tenerte en el mío.
Aunque a veces me olvidara de cogerte de la mano.
- " Vete lejos, pero no sueltes mi mano"
                                                                                                 

Todo tiempo es muerto.
No sé porqué nos empeñamos en matarlo, jugando a la vida. 
Jugándonos la vida.
                                                                                                  

Caminaba sobre la barra, balanceándose para no perder el equilibrio. El chico de la puerta le mandó bajar de un grito, pero no hizo caso. La madera crujía bajo sus tacones, y aunque apenas podía oírlo, la sensación le gustaba. La recorrió tres veces, una en cada sentido. Con los cinco sentidos. Sus pies notaban el abismo, que no era tal. A pesar de los tacones. Podía oler el humo de palabras palpitantes. Atraía todas las miradas, aunque no veía ninguna. Saboreaba el éxito del funambulista, efervescente. El sonido del bar retumbaba en cada centímetro de su piel. Se deslizó junto a la pared, despacio. Un tacón en el suelo, luego el otro. Sintió el ardor del autor de novela atormentado, ése que siempre echa la pava porque la vida se le ha atragantado. Apretó la copa como si fuera a escapársele. Los colores se condensaron hasta convertirse en uno. La anestesia comenzaba a perder su efecto, pidió otro whisky. De pronto el tiempo se le antojó eterno, y no supo muy bien qué hacer con él.
                                                                                                  

Las noches pueden ser muy largas. Especialmente con los ojos cerrados.
                                                                                               



domingo, 13 de noviembre de 2011

Can love change people? Parte II


Yes, it can.

Ya es hora, no? Y de las buenas noticias, también.

¿Cómo que el amor no puede cambiar a las personas? ¿Cuántas veces hemos oído eso de  “ha sido echarse novi@ y no hay quien le reconozca”? ¿Cuántos amigos o conocidos han sido transformados o digievolucionados tras comenzar una relación?

El amor puede cambiar, y mucho. Unas veces para mejor, otras a peor, otras veces de diferente manera. Hay ocasiones en que entrar en ese maravilloso mundo puede ser un túnel de luz o un túnel de oscuridad.

Poniéndonos en lo peor, el amor ciego puede llevarnos a hacer cosas de las que jamás nos creímos capaces. Como dejar de ver a los amigos. Romper lazos familiares o dejar de hablar a ciertas personas hasta el momento muy cercanas. O como renunciar a ciertos principios, sólo para satisfacer a la otra persona. Nos  esforzamos tanto en retener a nuestra pareja que perdemos el norte. Cambiamos nuestra forma de vestir, de actuar.
Hay personas que, sin haberlo sido nunca, se transforman en celos@s compulsivos. Otras se vuelven ausentes en compañía de otra gente que no sea su pareja. Siempre a la defensiva de comentarios hacia su persona, o hacia su relación. En estos casos se recomienda (siempre que la ceguera sea parcial y no total) pararse y pensar. Porque está claro que ese amor tiene un componente nocivo, y se debe estudiar la posibilidad de extirparlo… siempre que sea posible.

Hay otras personas que al encontrar el amor, cambian de vida. No hay luz ni oscuridad, simplemente se transforman en personas diferentes. Personas que siempre han evitado el compromiso, incluso en relaciones extra-largas, de pronto conocen a esa persona y lo único que desean es prometerle amor eterno. Personas ateas que no creían en el matrimonio, se casan por la Iglesia. Personas que criticaban a ciertos estereotipos de personas, acaban enamorándose de uno de ellos. Gente que cambia su estilo de vida radicalmente, su trabajo, su filosofía. Quizá a alguno de vosotros os haya pasado, y os hayáis sorprendido de vosotros mismos. Nunca se sabe por qué derroteros puede llevarte el enamoramiento agudo.

Aunque aquí se plantea un dilema:

¿Acaso las parejas anteriores de estos digievolucionados no han tenido nada que ver en este proceso? ¿Acaso en sus relaciones pasadas no estaban enamorados? ¿Fue sólo una ilusión, una mentira? ¿Por qué ha decidido cambiar con esa persona, y no con otra? Puede que el fóbico al compromiso haya tenido una relación de 10 años. De pronto conoce a otra persona, y se van a vivir juntos a los 2 meses. ¿Es acaso esa persona la única responsable de ese cambio?
Yo soy partidaria de que hay un proceso de preparación para que esto ocurra. Quizá estuviese realmente enamorado de su pareja anterior. Enamorado de verdad. Pero tal vez comenzaron muy jóvenes, o tal vez una relación tan larga puede guardar baches y rencores difíciles de superar. Y tras entrenar y darlo todo durante 10 años, la gloria se la lleva el siguiente. Como ese boceto en el que empleas todas tus energías, en el que te esfuerzas al máximo. El que guarda todos tus logros y mejores trazos, pero también tus errores y garabatos. Te das cuenta de que no puedes exponer eso, precisamente porque guarda demasiado. Y entonces, con toda la sabiduría y la experiencia aprendida, realizas tu obra de arte. En una hoja nueva, sin pasado. Cuidada, limpia, sin un fallo. Aunque el boceto siempre será especial, por lo puro y verdadero… tu obra de arte es la definitiva. Hay personas que son bocetos, otras que son el arte final. Y hay otras que hacen de su capa un sayo y consiguen hacer de su boceto su obra más excepcional, de por vida. Ellos son los que tienen mi mayor admiración.

También es cierto que cada persona ofrece unos estímulos diferentes. Puede que la nueva te despierte reacciones que la anterior no era capaz de activar. Eso siempre pasa.

En los mejores casos, el amor puede obrar milagros. Gente que antes había perdido el norte, lo encuentra al encontrar a su media naranja. Son incontables los casos de balas perdidas que han dejado de serlo al conocer a su pareja. Han sentado la cabeza, se han centrado y se han sentido animados y apoyados para conseguir cualquier cosa que se propusieran. No olvidemos que el amor es una fuerza inconmensurable (tanto, que dicen que mueve el mundo), y que cuando se juntan dos ríos se hace fuerte la corriente.
Cuando el sentimiento es verdadero se olvidan los temores, el paso del tiempo y hasta las ganas de comer. Ya lo dice la canción “no tengo si estoy contigo, por eso ni hambre ni frío, ni miedo ni sueño”. Click aquí para escuchar la canción
Te sientes capaz de ir al fin del mundo, siempre que sea con esa persona. De alguna manera el amor nos convierte en superhéroes.

La cosa está clara: el cambio es un hecho común en todos, absolutamente todos los casos. Hay que tener en cuenta que el amor implica dejar de ser uno, para convertirse en dos. Y compartir tu vida con otra persona significa implementar cosas nuevas a tu personalidad, pero también aportar a la otra persona. Se trata de un condicionamiento mutuo, o más bien un enriquecimiento mutuo.

Ya no puedes tener en cuenta únicamente lo que a ti te gusta, o lo que a ti te molesta. Querer a otra persona te lleva a querer saber lo que le gusta, y lo que le molesta. A fomentar aquello que le ilusiona, a meterte en su mundo de hobbies, a comprarle entradas para ese grupo raro que a él/ella le encanta. A sorprenderle con ese disparatado plan que siempre te negaste a hacer.
Por otro lado, a evitar aquello que le incomoda. Ya sean maneras de hablar o de comportarse, siempre que sean razonables. Y cambias la costumbre de poner los pies encima de la mesa, o intentas no decir tantos tacos. Llegas siempre puntual, porque él odia esperar. Contienes las rabietas tontas que solían darte, o dejas cualquier costumbre innecesaria.
En definitiva, te lleva a querer hacerle feliz (aunque sea por razones egoístas, pero románticas. Porque a ti te encanta verle feliz.) Siempre dentro de unos límites sanos y equilibrados, querer así es querer bien.

En el amor se pueden cambiar muchas cosas, porque estar al lado de otra persona conlleva contar con un prisma extra para ver el mundo. Y en muchos aspectos puede que ese prisma sea mejor que el tuyo, y  decidas hacerle caso. Y viceversa.

Afortunadamente el amor tiene muchos beneficios. Precisamente porque cambia, y mucho.
Resumiéndolo en una sola frase: LOVE CHANGE LIFE



miércoles, 9 de noviembre de 2011

Back to the future


¿Recuerdas cuando nos escribíamos cartas?
Existía Internet, había emails, pero aún no habían contaminado todo.

Cogíamos un papel cuadriculado y un bic, y luego decorábamos los bordes con dibujos, mensajes en clave y chorradas varias. Hoy he destapado mi caja de Pandora, y todas esas cartas han vuelto a ver la luz gris de un noviembre que dura ya diez años.
Los colores seguían intactos, la tinta no se había borrado y la cantidad de experiencias vividas perduran aún, atrapadas en la red del DIN A4 arrancado de un cuaderno del cole.  Ahora nos comunicamos por email, usamos whatssap cuando se deja. Ya no son las cuadrículas de cuadernos las que nos atrapan, si no las miles de redes sociales que nos roban la vida y la volatilizan.

Yo escribía novelas negras con mi personaje perenne, Harrison. Soñaba con convertirme en periodista, escribir columnas y sacar un par de libros al año. Ahora trabajo en marketing, estudio la parte online y mis aspiraciones se han visto reducidas a ser community manager.

Adoraba el papel, el boli, y reflejar mis estados de ánimo con tipografías más o menos cuidadas, relajadas o llenas de rabia, cuidadas al detalle o cansadas del día o del mes. Ahora escribo un blog de retales, en el que evito reflejar nada que tenga que ver con mi vida.

Ya no recibo cartas, tampoco las escribo. No hay adornos en los márgenes, tampoco hay márgenes que adornar. Escribo esto desde mi portátil, lo subiré al blog y quizá le añada alguna imagen. 

¿Recuerdas cuando los inbox eran cajas donde guardarlo todo?
Hoy he encontrado llaveros, entradas de cine, postales y muñecos. Talones de venta de ECI grafiteados en mis horas muertas. Dibujos de tardes enteras, tarjetas de cumple hechas a mano. Notitas de estraperlo entre clase y clase. Fotos de papel maché, tickets de compra y sobres personalizados. 

Hoy, día festivo tras su consecuente noche de fiesta para muchos, lo máximo que puedes encontrar en las nuevas inbox son mensajes quasi ilegibles escritos a altas horas. Tal vez alguna llamada perdida, en su sentido más literal de la palabra. 

Ladies and Gentlemen, bienvenidos a la era digital. All yours.