miércoles, 9 de diciembre de 2015

La felicidad era esto

Hay muchos momentos en la vida, muchas etapas, distintos tipos de felicidad. Una emoción no puede ser siempre la misma. La mía era un poco especial, una felicidad que me empujaba fuera de nuestras fronteras y se aburría fácilmente de las rutinas. También me llevaba a descubrir nuevas aficiones, pasiones efímeras que se evaporaban normalmente pasados un par de meses. Era una sensación liberadora, la de perderme por calles y pensar que podía hacerlo, porque nadie me buscaría al cabo de unas horas. Tampoco tenía que contárselo a nadie si no quería.

Era una felicidad un poco especial, que a veces interrumpía mi sueño con ansia y no me dejaba reconciliarme con él. Las madrugadas se hacían eternas, a veces también productivas. Eran los nervios de lo que está por venir, los que me comían.
Mi cabeza bullía planes y ninguno acariciaba la idea de quedarme en el sitio. 

My little one, mi pequeña felicidad, ha cambiado. Ahora la veo más guapa, como crecida. Sigo siendo feliz, y ahora más feliz que nunca. Lo sé porque aunque estoy de mala hostia ahora, no puedo evitar pensar "joder, qué feliz soy". Hoy es un día de mierda, de los que estás enfadado contigo mismo y con tu organismo, pero qué feliz soy. Hoy mi felicidad duerme por las noches, porque lo que estaba por venir vino para quedarse. Y ahí sigue cada mañana. Los nuevos hobbies han cambiado de forma, de color y de sabor. Los hay ahora menos huracanados y estacionales. Los hay más pacientes y compartidos.
Mientras antes se revolcaba en el edredón de mi habitación compartida, saltando sobre los muelles hechos trizas de la cama, ahora mira mi casa con devoción. Quiere quedarse, adora su rutina.

La felicidad es saber llegar a casa. La felicidad era ésto.



lunes, 24 de agosto de 2015

Gracias, familia

La familia no es la que nace, es la que se hace.
Cada vez estoy más convencida de que la familia es la que tú eliges, y sobre todo, la que te elige. Las personas que te quieren y te aprecian, no los lazos de sangre. Los lazos de sangre son algo que alguien se inventó.

Hay gente que tiene lazos muy fuertes con sus familiares, y esto tiene sentido porque al fin y al cabo, y en teoría, es con las personas con las que más tiempo pasas desde que eres pequeño. Y eso une mucho, quieras o no. Yo, por ejemplo, adoro a mis padres y a mi hermana. No solo porque sean mi familia, que también y orgullosa de que lo sean, si no porque me han elegido y yo les he elegido a ellos. También adoro a mi cuñado, a mi hermano mayor postizo. A él no me unen lazos de sangre, pero le siento tan de mi familia como a mis padres y hermana.
Porque son buenas personas y quiero tenerles siempre cerca, porque se preocupan por mí y por lo que me pase, porque siempre me han demostrado su calor y apoyo incondicional. ¡Por mil cosas!
Podría haber sido de otra manera.
 

Como digo, la familia es la que se hace. Mi familia es la persona con la que voy a compartir mi vida. Mi familia también son mis amigas, mis amigos y la gente que aunque esté lejos, está cerca de veras. Esas personas que pese a que pasen meses, o años sin verse, te hacen sentir que el tiempo es una medida absurda que no puede medir el cariño. 
En momentos como estos me siento muy afortunada. 


GRACIAS POR ELEGIRME.



viernes, 12 de junio de 2015

Last night - You said.

Llegué a pensar que cuando creces, el dolor desaparece. Ayer no te encontré, y tú no me buscaste. Y eso es lo que al final izó la noche.
Al despertarnos me has abrazado, desde lejos. Creo que me has perdonado, aunque yo no te oía. La vida es tan corta y las noches, tan largas.

Hoy me pediré un café pendiente, de los que te guardas en la agenda del trabajo, de los que saben a indiferencia y a leche en polvo.
Hoy voy a saborear Madrid como si fuera ella la que me quisiera, y no al revés. Cuando pases por mi lado no saludes, no molestes.

Cuando crezca, pienso, quiero ser como ellas. Que la gente me lea, aunque no me entienda.

jueves, 21 de mayo de 2015

Madre no hay más que una

Y la mía es además la mejor. Es la más buena, la más guapa, la más lista y cocina mejor que todas vuestras madres juntas. Eso es así.

De pequeña solía tener discusiones con mis amigos para ver cuál de nuestras madres era mejor cocinera. O mejor dicho, para defender cada uno a la suya porque obviamente la nuestra era la masterchef del universo.

Pero es que además mi madre está hecha de otra pasta. Es como el hombre de negro, pero en madre.
A mi madre estar embarazada le pareció maravilloso y nada incómodo, y para ella el parto fue un pequeño dolor.

A mi madre no le duelen los pies de llevar tacones casi las 24h, no le duelen ahora ni le dolían con 17 años cuando empezó a calzárselos. Mi madre no siente el alivio de cambiarse a unas manoletinas tras unas horas porque para ella el tacón es cómodo como una cama de algodones, y es la única mujer que no reconoce haber sentido dolor por esos complementos del infierno.

Mi madre también nos cuenta que probó su primera cerveza con 20 años y se depiló por primera vez con la misma edad. Lo que no nos cuadra con el hecho de que empezase a fumar con 14 años ducados, a escondidas en su colegio de monjas. Tampoco cuadra con que en sus fotos aparezca con 16 años con unas cejas finas perfectamente delineadas. A ella le dan igual nuestras refutaciones y sigue sosteniendo su teoría de los 20 años.

A mi madre nunca le han partido el corazón porque, según ella, pasaba de los chicos. Eran ellos los que iban detrás. Con mi padre se casó porque se puso pesado, y a la quinta vez pues ya le tuvo que decir que sí. Esto también lo cuenta mi padre, así que me confunde aún más. Mi madre va de durita por la vida y confiesa que nunca quería bailar con los chicos porque "ella ya estaba bailando con sus amigas", y que le dio plantón a mi padre una vez con la excusa de que "se tenía que lavar la cabeza". 

Sé que mi madre está hecha de otra pasta no por lo que nos cuenta sobre su edulcorada adolescencia, si no porque lo veo. Mi madre trabaja (como dice ella, donde le pagan) y cuando llega a casa pone 3 lavadoras, plancha 2 montones de ropa, limpia los baños, friega el suelo, pasa el polvo, repasa los azulejos con baldosinín y además te hace 4 cazuelas de comida diferente para los días siguientes. Y todo eso antes de las 20h, que es cuando empieza pasapalabra y para ella Christian es como de la familia. Perdérselo es un pecado.

A veces en nuestras conversaciones, me comenta que a Christian le pasó algo parecido porque tal y cual, y yo pienso en quién narices será Christian hasta que me doy cuenta de que REALMENTE está hablando del presentador de pasapalabra. Le tiene un cariño incondicional. 

Cuando está viendo el programa no puede escucharse un murmullo. Es la única vez que nos manda callar incluso si hablamos entre nosotros, es su momento sagrado. Y durante toda una hora, juega con ellos a acertar las palabras diciéndolas en voz alta, y se pone tan nerviosa que le salen palabras absurdas y muy graciosas. Mi madre tiene mucho vocabulario, pero es el nervio hecho persona y además le da igual soltar lo primero que le viene a la cabeza. Un día le llamaron del programa para hacerle las pruebas para asistir de concursante. No lo consiguió, por sus nervios y para su disgusto. "Hija, es que me han preguntado no sé qué película de un tal Tin Búton y yo no sé quién es", me dijo. 

Mi madre es la que cuando le digo que he ido a hacer una entrevista a una empresa que estaba en Mordor, me pregunta si eso me queda muy lejos de casa.

Mi madre es guapa y lo sabe. Tanto, que recuerdo estar en el ascensor cuando yo era un moco mientras ella se miraba al espejo y me decía "Hija, pero qué guapa es tu madre. Es que tienes una madre PRE-CIO-SA." Yo eso ya lo sabía, aunque no entendía muy bien que me lo repitiera.

Mi madre es además abuela, por si fuera poco lo de cargar con una casa, 2 trabajos y 2 hijas. Y ahora además de preparar 4 cazuelas, hace 3 más para sus hijas emancipadas y 3 tuppers para sus nietos de 1 y 3 años. 

Dos o tres veces a la semana, más o menos, va a visitar a los nietos junto con mi padre, y sé que está hecha de otra pasta porque tiene la misma energía o más que ellos. Cuando voy yo también, al cabo de un rato jugando con los enanos tengo que tirarme en algún lado, derrumbarme, exhausta. Mientras, mi madre se reboza por el suelo cogiéndoles en volandas, antes de levantarse de nuevo y comenzar a perseguirles. Yo la miro y me canso. 
Pueden pasar 5 horas que mi madre nunca baja el ritmo, y cuando ya se van para casa solo habla de la próxima vez que les verá.

Mi madre es además la mejor consejera. Es la que nos ha enseñado, junto con mi padre, a ser la mejor versión de nosotras misma. Es la que cuida de nosotras cuando nos ponemos enfermas y la que es capaz de luchar contra los elementos si hace falta cuando algo nos hace daño.

Mi madre nunca pierde la sonrisa, porque ella es muy zen y todo tiene un lado positivo. 
Mi madre nunca va al médico, porque aunque esté hecha un trapo ella dice que se le pasará.
Mi madre, en su papel de supermadre, es también nuestra amiga, nuestro pilar.

Todo eso es mi madre y mucho más que no cabe en un blog (ni en todos los espacios de internet juntos) para nosotras, sus hijas.

El próximo día hablaré de mi padre, porque mi padre es el mejor del mundo mundial y seguramente cocine peor que todos vuestros padres, pero eso es lo de menos en eso de ser mejor padre del mundo mundial. 

Os quiero, troncos.





lunes, 18 de mayo de 2015

Buzzwords y otras fábricas de humo

Pertenezco a la generación de "nativos digitales". He trabajado como community manager, en promociones online, como Digital executive y actualmente en Email marketing. Estoy en Facebook, twitter, instagram, linkedin, tumblr, pinterest y soy blogger desde hace más años de los que puedo recordar. 
Tengo un iPhone y las compras que hago son un 90% online.

Me gusta la era digital, he crecido dentro de ella y es el mundo que conozco. Le dedico personal y profesionalmente casi todo mi tiempo.

Pero eso no quiere decir que no sea crítica, y que de vez en cuando no me salten las alarmas y me pregunte hasta dónde estamos llegando y por qué, o aún más, hasta dónde vamos a llegar.

El mundo digital tiene infinitas posibilidades, y sigo creyendo que es la síntesis de la verdadera democracia. Todo, para todos. O casi.

Pero cuando comienzo a leer artículos marketinianos sobre este mundo, o echo un vistazo a las ofertas de trabajo, o repaso los últimos cursos de formación... no puedo evitar sentir que algo falla, que nos toman el pelo. Hay cosas que me enfadan. Como, por ejemplo, que se inventen los puestos de trabajo. Hasta hace unos años las ofertas eran claras, y los job titles describían muy bien el tipo de trabajo. "Jefe de cuentas". "Redactor". "Vendedor". "Administrativo con conocimientos de excel e inglés". Hoy día, puedes encontrarte desde Chief Blogging Officer, First visual merchandiser, hasta International Growth Hacker o Gaming Videoblogger. Y esto solo con echar un primer vistazo a Infojobs (True Story). 

Al igual que en el deporte, está de moda no solo usar anglicismos para nuestros puestos de trabajo aunque en nuestra empresa nadie chapurree ligeramente el inglés, si no además inventarse los nombres como churros. 
Cuando veo en mi gimnasio el nombre de la siguiente clase, simplemente me hace gracia.
Cuando veo ofertas con nombres imposibles, me cabrea bastante. 

Es como si ahora todo valiera, incluso cuando se trata del futuro y la carrera de la gente. Y también vale inventarse términos absurdos para calificar cualquier cosa, cosas a menudo irrelevantes del marketing online, pero que si les añades un "ing" detrás un un "buzz" por algún lado, cuelas seguro como experto en debates de linkedin.

Quizá sea porque aborrezco desde lo más profundo el hecho de complicar las cosas. Lo que sea. La gente pedante suele hablar en términos pomposos, engolados y pretenciosos, valga la redundancia. No les interesa que la masa les entienda, o que siquiera su speech atraiga, solo quieren demostrar su sapiencia de la forma más soberbia posible. 

No me puedo creer que en la era digital, en la era del todo para todos, el marketing digital pierda tanto el tiempo en etiquetar, clasificar, inventar y de nuevo categorizar con palabras inventadas cualquier aspecto.  

Intento poner mis pensamientos en orden. Hay demasiadas cosas que me gustaría escribir aquí.
Pero lo dejaré en 2 frases que espero no se me olviden nunca
1-. Odio la soberbia y arrogancia en todas sus formas.
2-. Usaré un anglicismo para explicarlo mejor: People tend to overcomplicate things. Just keep it simple. Life´s already complicated enough.


lunes, 20 de abril de 2015

La era de la desinformación

Paso largas temporadas sin ver el telediario o estar pendiente de los medios de comunicación. Habiendo trabajado para una agencia de noticias, tengo que reconocer que mis temporadas sin actualidad son mucho más felices. Dicen que hay que estar informado. Es como un deber del buen ciudadano, ¿no? Como dicen mis padres: hay que estar enterado de lo que pasa en el mundo. Hubo un tiempo en el que me lo creí, y me tragaba telediarios cada día, y leía los periódicos online por las mañanas como un credo. 
Tras un tiempo siendo una buena ciudadana informada, me di cuenta de que estaba más triste que nunca. ¿Sabía lo que ocurría en el mundo? En parte.

En realidad sabía lo que los medios querían que yo supiera, y nada más. Y lo que es peor: esta parte de realidad fragmentada con la que me bombardeaban los medios estaba llena de tragedias. Se supone que el derecho a la información es fundamental, y sin embargo estamos envasados al vacío en el micro clima que los medios de comunicación han creado para nosotros: esto es de lo que queremos que te enteres, lo demás no te importa. Puede que te hablemos de los 4 homicidios de Madrid, sin escatimar detalles escabrosos, pero pasaremos por alto todas las guerras y catástrofes de enorme magnitud que están teniendo lugar hoy en el mundo. Porque a ti lo que te debe interesar son los homicidios de Madrid. 

No entraré en las noticias de política, porque es irrisoria la forma que tienen de manipularnos con teatrillos y distracciones varias para que no veamos el entramado podrido que maneja los hilos. 
Al margen de este sesgo de información insultante, mi vida era mucho más triste porque solo me enteraba de noticias tristes. De las que hunden el ánimo varios estratos bajo en subsuelo. Homicidios, maltratos, bombardeos, corrupción, bullying. Muy pocas veces hay alguna noticia alentadora en los medios. Una “buena” noticia. En su caso, nunca podría usarse la vieja fórmula de “tengo dos noticias, una buena y otra mala. ¿cuál quieres que te diga primero?”. Los medios de comunicación dirían “tengo dos noticias a cual más horrible y desgarradora, y me da igual cual quieras primero porque te las voy a cascar las dos”. No sé qué criterio sigue esta línea editorial, la del sensacionalismo negativo y desalentador, pero hay que tener cuidado. 

Cuando yo era una ciudadana ejemplar, me descubrí con menos ganas de hacer las cosas. Con más miedo a todo. Más pesimista. Haciendo las cosas con cuidado de no salirme mucho del tiesto. Con una pregunta en mi cabeza antes de empezar cualquier tarea “total, ¿para qué?”. El mundo era un desastre y no paraban de recordármelo cada día. 
Comencé a enfadarme mucho cada vez que veía, leía o escuchaba una noticia y todas eran las mismas catástrofes cotidianas. “¿Por qué les interesa tanto hundir el ánimo a la gente? ¿Por qué solo estas noticias y no otras que probablemente tengan más magnitud? ¿Por qué siempre lo mismo, cada día?”.
Apagué la televisión y cerré las pestañas de los periódicos online. Les mandé a la mierda por un largo tiempo y comencé a notar los cambios. 

No es la felicidad del ignorante. Yo quiero saber lo que pasa. Pero con una sutil diferencia.
1-. Quiero saber lo que pasa, no lo que alguien quiere contarme. Al igual que no me trago la chapa de cualquiera que desee contarme su vida en verso, no quiero que dispongan de mi derecho a la información como si fuera su derecho a manipularme o a alienarme con las noticias que ellos quieren.
2-. Quiero saber lo que pasa, no solo “lo malo que pasa”. Las personas estamos hechas en un alto porcentaje de sentimientos, y la gestión de ellos tiene que ser responsabilidad de cada uno. La carga de negatividad emocional que supone un telediario o la portada de cualquier periódico, es algo que nos afecta mucho más allá de lo que creemos. Me niego a darles el poder de atestar mis días de desastres, tragedias y accidentes que hieren mi sensibilidad.

Hoy tenía la necesidad de escribir sobre esto. 
Otro día escribiré sobre las contradicciones de las revistas femeninas, y su fórmula "be healthy + opérate pero mira que horrible Uma Thurman + adelgaza 20 kg en una semana + enamora a tu chico ideal siendo perfecta + receta de cucake de chocolate"
Es lunes y no es un buen día.


martes, 7 de abril de 2015

Pasión por el fitness

Se nota, se siente, el fitness está presente y cada vez más. Es una moda como otra cualquiera, y el arma más eficaz del postureo actual. Ya lo escribí hace tiempo en el facebook (ese pozo sin fondo de conocimiento compartido y videos de gatitos que ahí se queda, entre el limbo de la nada y una base de datos por la que factura millones. Ole.)
A lo que iba, hace unos años era el gimnasio porque sí y a lo loco, los cuerpos croissant con piernas de alambre. El yoga. Luego vino la bici y las fixies y todos finjíamos ser ciclistas "desde siempre" porque cuando éramos pequeños íbamos con ella a todas partes en el pueblo. Eso te cualifica como ciclista "desde siempre" y punto. 
El spinning también tuvo su momento, y lo mantiene. Extraño nombre en inglés, que cuando fui a apuntarme a un gimnasio de Londres y pregunté por spinning me dijeron que si me molaba dar vueltas sobre mí misma o qué. Que eso no era deporte ni era nada, que a lo que yo me refería era biking. 

Hoy día si no has corrido una maratón no eres nadie y lo sabéis. Aunque sea probablemente el deporte más coñazo de todos, el running ahora mola y es cool y sales a correr aunque te caigas de sopor, te duelan las rodillas y no puedas casi respirar. Y luego publicas tu recorrido por si acaso no sé, alguien quiere acompañarte o quedar contigo, para que sepan donde encontrarte vamos. 

También está el crossfit, que aún con todo este boom y este jaleo no sé muy bien lo que es. Algo del músculo, vamos: una digievolución del ponerse tocho en el gimnasio. Las máquinas deben estar ya bastante out of fashion, así que ahora mola inventarse nombres de deportes como los de nombres de puestos de trabajo. Y les haces correr cargando ruedas y les parece lo más flipante del mundo, cuando en otro tiempo podría pasar por explotación y castigos físicos perfectísimamente. Y la spartan race es ya como los festivales, molan y hay que ir aunque mueras en el intento.

Y como nos gusta inventarnos nombres raros, pues cogemos y hacemos también TRX y CX WORX y cogemos "body" y le añadimos todos las palabras posibles en inglés. Body balance, body combat, pump, bodyworxtxr. Todos son deportes nuevos inventados por la necesidad de postureo creciente en nuestro país, continente y universo. Porque otra cosa no pero el postureo es universal.

¿Y a mí que me parece todo esto? Pues me parece la moda más guay de todas. Siempre he sido fan del moderneo, de todas esas dictaduras de modas que son casi competiciones, y no porque yo sea una de ellas... sino porque lo encuentro un fenómeno social muy curioso y divertido. Y que queréis que os diga, de todos los movimientos, el del fitness se merece toda mi aprobación y reconocimiento. La movida madrileña tuvo que ser molona, pero no nos engañemos: la moda se basaba en las drogas y el desfase. Pues sin compararlo porque nada tienen que ver excepto que son modas, yo me quedo con los nombres raros de deportes inventados y el postureo de runástica. 

Es curioso darse cuenta del cambio, ver que todo tu círculo que hasta ahora salía de fiesta ahora sale pero a correr. Los mismos que el único deporte que hacían era una abdominal al levantarse por la mañana. Y lo de darlo todo lo entienden como superar su marca y no como quedarse hasta las mil y luego ir a por churros a desayunar. Aunque ojo, esto sigue teniendo su magia y engancharse a estar un poco más sano no quiere decir convertirse en el amigo rancio que se pide coca cola cuando nos vamos de cañas. Hay que estar a lo que se está. 

Lo dicho: larga vida a las modas sanas y con sentido, las que nos ayuden a sentirnos un poquito mejor, las que cuiden nuestro cuerpo y nos hagan liberar endorfinas de la forma más natural. Larga vida al postureo de zapatillas de colores chillones, selfies con dorsales, videos de piruetas y recorridos en tiempo real.

Viva el fitness copón. 


*Nota al pie de atleta: Esto no quiere decir que sea yo una máster de esto... lo escribo como aficionada ocasional y estudiosa del fenómeno desde las gradas.

Entre lo vulgar y lo que mola

Sí, es verdad que tienen muchos detractores, que el lenguaje es muy basto y yo generalmente odio lo soez y pongo cara de asco cada vez que escucho/leo algo así. "Elemental y sucio, cuanto más sucio, mejor. ^^". Con decir que este es su motto, lo decimos todo.

Podréis opinar libremente a favor o en contra, pero no podréis decir que no tienen sentido del humor porque de eso andan sobradas, y que no os habéis reído al menos con uno de sus secretos contados a grito pelao. 

El exceso de machismo lleva al exceso de feminismo, y no es que defienda siempre los extremos pero por algo hay que empezar. Y si es con risas y a lo loco, mejor que mejor. Lo de las faldas es secundario.

Os dejo algunas perlas: 

  • Que lo difícil no es salir que es no volver a entrar, tía.
  • Naces, creces, te automientes y mueres.
  • Si la montaña no va a Mahoma, Mahoma le manda WhatsApps a la montaña cuando se emborracha.
  • Mi té preferido es el te vas a por cervezas.
  • No creo que sea menos romántica por decir que se me acelera más el corazón cuando no encuentro el móvil en el bolso que al enamorarme.
  • Sonríe princesa, que te la vas a comer doblada.
  • La vida es eso que pasa mientras flipas.
  • Cualquier día nos van a querer tal y como somos y no sabremos qué hacer. Os aviso.
  • Te estás enfadando mal, trae que lo hago yo.
  • “Te voy a decir cuatro cosas: máquina, piedra, planta, animalito”. Y así se zanja una discusión con arte, coño.
  • Vosotros ya no os acordáis, pero antes ponías “gracias” o “vale” sin emoticono detrás y no tenías que pedir perdón por estar vivo.
  • No podemos salir juntos, la puerta es muy pequeña.
  • A mí dime la verdad, y luego ya veré yo si me la creo.
  • Hazme caso joer que yo también quiero ignorarte.
  • El problema es que nos vendieron eso de que tenemos que buscar quién nos complete como si nos faltase medio cerebro ya de serie, y picamos.
  • No se me ocurre nada tan terrible como para no pintarme de rojo los labios. NA-DA.

Y con esto y un bizcocho, ya veré cuando escribo el siguiente post.
Mientras podéis seguir leyendo cosas soeces, extremistas pero sobre todo divertidas en http://yofollecontigo.tumblr.com/

De nada.

viernes, 20 de marzo de 2015

Con la muerte en los tacones

*Aviso: esta entrada está escrita del tirón en un arranque mental de revolución e insumisión. Pido disculpas por la falta de sentido y/o ortografía.

No es mi intención comenzar una oda feminista hablando de la tortura, subyugación y elemento de sometimiento que representan los tacones. Podría hacerlo, pero no esta vez.

Solo quiero expresar mi confusión. Simple y llanamente. No es solo que odie los tacones, es que no los entiendo. Odio los tacones por una sencilla razón que todos comprenderéis: duelen. Duelen y mucho. Y están hechos para quitárselos.

Hasta que tenía 16 años, yo vivía entre algodones con mis deportivas, victorias y sandalias varias. A partir de esta edad parecía que tocaba llevar tacones, por eso de parecer más mayor, pasar a los bares y gustar a los chicos. Lo intenté alguna que otra vez. Me compré unas sandalias con 12 centímetros que solo me las puse un día para andar por casa. También unas botas blancas horrorosas que usé unos 5 días antes de esconderlas en una esquina del armario. También tuve unas Mustang, por supuesto, las botorras altas de antaño con taconazo para ir a BUT. Sí amigos, a BUT. Con ropa intercambiada con mis amigas y sombra de ojos morada extendida por todo el párpado sin compasión. 

Ya con 18, acepté que yo no estaba hecha para llevar tacón y volví a la felicidad de las nike dunk, vans de cerditos voladores y las zapatillas molonas de Fuencarral, por entonces muy de moda. 

Desde entonces he estado luchando contra ellos y las situaciones sociales en las que parecen imprescindibles. Cenas de empresa, actos oficiales, nochevieja. 

La penúltima vez fue una cena de empresa en Marbella, en la que supuestamente todas las chicas iban a llevar taconazo porque si no QUEDABAS MAL Y LO SABES, así que yo me agencié unos de 18 centímetros y me los planté ese día. Resultado: de camino al sitio, tuve que ir agarrada (no apoyándome, no: literalmente agarrada cual persona que está aprendiendo a andar) a mi compi Potri, y aun así tuve 3 torceduras de tobillo con sus correspondientes amagos de clavar mi dentadura contra el suelo. Sí, llevaba 18 cm de tacón, pero más que glamour lo que evocaba era lástima. Cuando Potri me sentó a la mesa, tuve que aguantarme las ganas de ir al baño por miedo a ponerme en pie sobre mis zancos y acabar en el suelo. Fue horrible. Al acabar la cena y sin poder aguantar más, mandé a Pitis al glamour y me cambié por mis chanclas de la playa. El señor Madriz, informático en la empresa, se mofó de mí durante el resto de la noche, pero yo volvía a sonreír y a ser una persona que sabe andar sin caerse.

La última vez de todas fue en la boda de mi hermana, en la que llevé un tacón bastante moderado que duró lo mismo que la misa. Según salí de la iglesia tambaleándome, me quité con rabia esos instrumentos de tortura y pasé el resto de la noche con los pies negros de andar descalza. Y tan agusto.

Ya no ha habido más veces desde entonces. Aprendí que los tacones y yo no estamos hechos el uno para el otro, es más, no creo que estén hechos para nadie. Pero entonces llegó este año, y esta boda a la que estoy invitada, y este vestido precioso largo que me he comprado. Y cómo no, necesito unos zapatos. Y yo lo que quiero es ser práctica y llevar unas malditas sandalias planas, que es lo que con lo que voy a acabar igualmente. Le he enseñado esta mañana algunos modelos que me gustan a mi madre, y su respuesta ha sido firme:

- Cariño, tú eres más elegante que eso. Con ese vestido largo precioso que te has comprado no puedes llevar tacón bajo, le pide un tacón alto a gritos o lo destrozarás. 
- ¡Pero qué…! ¡Qué voy a destrozar! Mamá, yo paso de tacón alto. No es elegancia, es tortura. 
- Bueno hija, pues te llevas unas manoletinas planas en el bolso y luego te cambias, como hace todo el mundo.

Y tiene toda la razón, es lo que hace todo el mundo. ¿Pero estamos tontos todos o qué? Llevamos clutch o bolso pequeño, un monedero mínimo, pero nos parece lo más normal del mundo llevar 2 pares de zapatos a una boda. Tócate los cojones Mariloles.

Y digo yo, ¿no podremos llevar unos, con los que vayamos a acabar igualmente? ¿Tenemos obligatoriamente que pasar por el momento faquir de morirnos de dolor por intentar andar con 2 agujas durante algunas horas? Por otro lado, ¿qué mierda tiene que ver elegancia con tacón alto? Es decir… yo no soy precisamente una torre. Mido 1’63. Pero vamos, que básicamente esto viene a decir que da igual lo que lleve puesto, como si es un vestido de seda fina confeccionado con los mejores materiales, si no llevo tacón no voy elegante y punto. Ergo, si nunca me pongo tacón, nunca seré elegante.

¡Pero qué chorradas! De verdad, es algo que escapa a mis entendederas. Y repito, no es oda feminista. Nunca os podríais un chaleco hecho de metal ardiendo, ¿verdad? Y ahora, ¿podríais decirme por qué? Pues porque duele. No hay más. 

¿Y si os dijeran que lo que podéis es hacer es ponéroslo un ratito, unas horas, y luego ya cambiaros a un chaleco normal? ¿No les aconsejaríais chequearse su estado mental?
Pues no sé por qué en el caso de los tacones es diferente. Los tacones están hechos para quitártelos, y soltar ese “aaaahhh” de alivio y pensar que es la mejor sensación del mundo , cuando realmente es la sensación NORMAL. 

A veces no sé si el mundo está al revés o soy yo la única que no llevo tacones. 

jueves, 12 de marzo de 2015

London en canciones

Últimamente y como es normal, imagino, me vienen a la memoria muchos momentos e imágenes de Londres. Parece que mis recuerdos se van sedimentando, y mis neuronas están proceso de selección para ver cuáles son las tomas finales que conformarán mi peli mental de "cuando estuve en London".

Para mí, London es...

The Lumineers, los primeros días y semanas, cuando todo era nuevo. Cuando tenía una energía inagotable para patearme Londres 7 horas al día y un nudo de nervios y emoción en el estómago. Cuando estaba en el éxtasis del recién llegado, saboreando cada cena, cada pinta, cada quedada, cada BBQ, cada paseo solitario cv en mano, cada rincón de la ciudad. The Lumineers, "Hey Ho" y todas las demás sonaban sin parar en mi spotify. En casa, en la calle, en cualquier lado. I belong with you, you belong with me, you´re my sweetheart. Era Febrero y nevaba.

She & Him, cuando encontré el mejor trabajo que podía haber imaginado y vivía en el centro de Londres con una de mis mejores amigas y una oveja esporádica. Aunque la ciudad es siempre gris, por aquel entonces solo recuerdo un brillo cegador y el nuevo álbum de she  & him sonando todas las mañanas nada más levantarme, mientras me arreglaba, de camino al curro y a la vuelta. Vivía en Russell Square, trabajaba en Camden Town, compartía casa con Minus y I could´ve been your girl.

Imagine Dragons, cuando nos cambiamos de casa en verano, y aunque Minus estaba ya abandonando la ciudad, mi experiencia continuaba siendo no buena, si no mejor. Creía que compartía techo con buena gente, ya no vivía en el centro pero seguía bastante bien conectada y la nueva casa era una gozada de grande. Por esa época fue la boda de mi hermana, y yo no podía dejar de escuchar Imagine Dragons y pensar que nunca iba a dejar esa ciudad, porque nunca estuve tan feliz en ningún lugar. Llevar medio año, adorar mi trabajo, mi casa y sentirme tan arropada.. estrofas como éstas definían exactamente cómo me sentía por aquel entonces: "Been dreaming of this since a child, I’m on top of the world." "I don't ever want to leave this town, cause after all... this city never sleeps at night."

Passenger y Ellie Goulding, en verano, solapados con Imagine Dragons y extendiéndose más en el tiempo. Era verano y sorprendentemente en Londres también, porque hacía mucho sol y hubo semanas de ir en manga corta, porque hacíamos muchos planes y fuimos a conciertos, a cumpleaños, a barbacoas, a salir por la noche y todos resultaron momentos dulces, aunque a veces melancólicos. Algo empezaba a fallar en el engranaje, aunque en ese momento no lo sabía. Por aquel entonces también conocí a la persona que hoy me acompaña en mi vida. "How wonderful life is...  now you´re in the world".

Ben Howard, en Octubre. Recuerdo hasta el día en que comencé a escucharle obsesivamente, a él y a su "Keep your head up". También a la canción esa que dice "wake me up when it´s all over", esperando aquella madrugada en el aeropuerto para poder ir a Madrid. Keep your head up, keep your heart strong. Keep your mind set, keep your hair long. Fueron momentos muy difíciles, en los que yo estaba lejos de donde debía estar. Malos también, porque la convivencia con personas de la peor calaña me creó situaciones indeseables. Suerte que le tenía a él, que me apoyaba en todo momento. Y a Maik y Chiara, y a Toni y a Cris. Sin ellos, todo esto hubiera sido un infierno. Fue entonces cuando decidí dejarme el pelo largo, muy largo.

Vampire weekend, cuando fuimos a su concierto y al de Two Door Cinema Club, y hacíamos planes entre semana de llegar a casa a las mil, y nos reíamos cada tarde, y cada noche, y por la mañana íbamos muertos a trabajar pero con una sonrisa en la cara. 
Vivía en una habitación preciosa en Angel, en la casa de Maik y Chiara. Posiblemente las personas a las que más cosas tengo que agradecer, en general.
Maik me convenció para engancharme a "The Walking Dead", y me enseñó a disfrutar del vino sin mezclarlo con coca-cola. Me encantaban esas cenas de queso con mermelada, uvas y una botella de vino. Él entendía de vinos, yo no, pero seguro que yo disfrutaba mucho más de esos momentos. Chiara cuidaba de que estuviera a gusto, preparaba una bolognesa increíble y me soportaba mis despistes. Les obligué a celebrar los Reyes Magos y compramos roscón. Fue genial. Hacía frío, pero aún lo peor del invierno no había llegado. En esta época luchaba porque Londres no me ganara la partida. 

Bastille, cuando ya vivía con Daniele y empecé a cocinar, y a hacer cosas de ama de casa que antes nunca había hecho de forma asidua. Estas cosas me aburrían soberanamente, por lo que tenía que ponerme música sí o sí para abstraerme mientras duraba la faena. Bastille me animaba a bailar dando saltitos entre sartén y cazuela, en nuestro minipiso donde el salón era la cocina y viceversa. 
De nuestro minipiso recuerdo el "menos es más". Con qué poco teníamos tanto. Unas tapas, un poco de Jamón de España, aceitunas, una botella de vino en el medio de la mini-mesa y algunas velas adornando el salón. Y yo era la persona más feliz sobre la faz de la tierra. Aunque la semilla de la vuelta ya había empezado a germinar, sentía la distancia como un precipicio y el gris de la ciudad había dejado de ser poético para ser solo triste y aborrecible. Todo podía resumirse en esto: 
"And the walls kept tumbling down in the city that we love... Rain clouds roll over the hills,bringing darkness from above. But if you close your eyes, does it almost feel like nothing change at all?"
Hacía ya un año de mi llegada.

Arctic Monkeys cuando salíamos a correr por Finsbury Park, y odiábamos nuestro barrio pero adorábamos nuestro parque. A veces corríamos, a veces cogíamos la bici, otras veces jugábamos al fútbol y al voley con un balón que nos compramos en el pakistaní de al lado. Una vez nos entrevistaron mientras estirábamos, y fingimos ser la pareja super healthy que nunca fuimos. Era Abril, y Cris y yo fuimos un día a Finsbury Park precisamente a ver a Arctic Monkeys, no fue un concierto supermemorable pero estuvo bastante bien. Mientras, los chicos veían un partido de fútbol que debía de ser lo más, un derby de esos, en la otra punta de Londres. Nos unimos a ellos al final del concierto, Cris y Toni son de este escaso tipo de gente con la que te lo pasas bien siempre. En cualquier momento y en cualquier lugar.

Timber, de Kesha y Pitbull porque no todo van a ser grupos cool además de molones, esta canción fue un subidón desde que la escuché por primera vez en Madrid, en verano. Me dio entonces una época de ponerla en loop cuando necesitaba un chute de energía y otro de olvidarme de todo. Empezaba a hacer calor de nuevo, aunque no tanto como el verano anterior. Fuimos a Roma y a Madrid en Julio, nos vino bien escapar de Londres. Y por supuesto, conocer a mi nuevo sobri.

Jack Johnson y sus canciones bonitas y tranquilas, bebiendo vino blanco en el jardín en cuanto se asomaban 3 rayos de sol. Well, it's always better when we're together.

Chasing cars de Snow Patrol, cuando se acabó el verano y vendimos los muebles, y nos pasamos los días metiendo cosas en cajas y en bolsas de basura. Decíamos adiós a nuestro mini piso, y a Londres también. Era Agosto. Tras un año y medio, Londres me había dado jaque mate. Me consumía por dentro y maldecía sus bares sin terrazas y llenos de oscuridad, su comida insípida, sus caracteres rancios, su tiempo siempre triste. Me sorprendí queriendo huir con las mismas ganas con las que había querido mudarme aquí. "Would you lie with me and just forget the world?". Era lo que más deseaba en ese momento.

Nos fuimos a Madrid a finales de Septiembre, no sin antes disfrutar de una comida dominguera en un crucero por el Thames a ritmo de Jazz, pasar la tarde en nuestra bolera local de los 80, disfrutar mi fiesta de empresa y asistir a un concierto de Quique González como despedida.

She & Him, de nuevo. La semana de mi despedida asistí a la fiesta de mi empresa, en pleno corazón Londinense, con las mejores vistas posibles, canapés varios y copas de champagne que surgían de la nada. Me encantó despedirme así. Entre risas y celebración, porque resulta que el equipo de AP Video Hub habíamos ganado un premio a la innovación... y nos merecíamos esta fiesta. Yo estaba pletórica, porque dejaba Londres y volvía a ser LadyMadriz. La canción "London" de She & him no dejaba de sonar en ese tiempo. "Oh, London, I love you, but the clouds never go away."

Quique González. En concierto. Primero fuimos a los 3 reyes, el bar local de Michael y Chiara, en Angel. Era un lugar pequeño y encantador, además de tener el título perfecto para la ocasión. Más tarde fuimos al concierto en Scala, y yo ya rozaba con los dedos las calles de Madrid, y solo recordaba cuando éramos reyes y no perdimos nada. Cada momento vivido,  cada maleta cerrada,  cada uno de mis amigos...  me esperan en la antesala.

Y de repente oí "hey, suban al avión"... y no hubo más remedio.


London,, it was a pleasure.
Oh London I´ll leave you... but the sky will always fall.




miércoles, 11 de febrero de 2015

Digging the wall

No entiendo porque escribo menos. Sé que hay rachas.  Pero también leo menos. Sé que las cosas cambian. Pero tanto?

Intento recordar cuando escribía casi todos los días. Usaba folios, nada de ordenador. Folios y un lápiz. Escribía en un diario lo que se me pasaba por la cabeza cuando jugaba con muñecos y ponys, porque mi padre se negó siempre a comprarme el coche teledirigido que siempre quise.  Escribía también novelas negras con mi personaje Harrison, el que incluía en cada una de ellas. Hubo una época en que incluso obligué a mis primas, cada vez que nos reuníamos los fines de semana, a pasar el rato escribiendo todas novelas negras. Yo les aleccionaba, les decía que tenían que crearse un personaje guay como Harrison e inventar crímenes e investigaciones. Recuerdo que lo hicieron, incluso escribieron algunas líneas (más bien por no escucharme) pero pronto se aburrieron.

Escribía sobre lo bien que me había ido el día en el colegio. O el club que había montado con mis amigas, en el que habíamos fabricado una llave secreta con papel de plata y la habíamos escondido en el dispensador de jabón del baño del colegio.

Escribía de adolescente, desahogándome de mis nimios problemas que para mí eran universos infinitos. Dibujaba como me veía, o lo que es lo mismo, lo mal que me veía. También escribía sobre los chicos que me gustaban, y sobre lo mucho que ignoraban mi existencia.  

Más adelante, escribía sobre mis buenos ratos y malos ratos con mis amigas. Tener amigas a los 15 años es una puta montaña rusa. Tan pronto te odias como sois inseparables. Relataba mis mañanas en la habitación, frente a la ventana sin hacer otra cosa que divagar mediante un bolígrafo y un papel. Me gustaba también escribir pensamientos entrecortados, que parecían no tener sentido pero sí. Versos huérfanos. 

Era muy cursi por aquel entonces. Aún lo soy, pero he aprendido a disimularlo un poco.

Escribía cada vez que discutía con mis padres, porque la rabia me cegaba y el papel me ayudaba a ver. Cuando terminaba de empuñar el boli mi mano estaba agotada, mi mente también, pero el alivio era brutal. También plasmaba mis discusiones con los chicos que pasaron por mi vida, o los momentos de angustia o dolor. Me ayudaba entender. A veces escribía dirigiéndome a ellos (él, en cada momento. No es que estuviera con mil a la vez). Otras veces escribía para mí. Y otras lo disfrazaba de historia en tercera persona. A veces se lo enviaba, porque mi expresión oral siempre ha sido muy limitada. La timidez se mezcla con el enfado y me bloqueo, y no me salen las palabras. Para que tú me entiendas mis palabras se adelgazan a veces. Sin embargo escribiendo me salían solas, mi cabeza dictaba cada una de las frases sin titubear un segundo. Aun así, dudo que alguno de ellos entendiera alguno de esos escritos como yo pretendía que lo entendieran. 

No podía evitarlo. Si no escribía, no era capaz de procesar bien la información. Me quedaba con un ovillo en la cabeza sin saber muy bien como desenredarlo. 

Luego comencé a escribir como terapia, para focalizarme solo en lo positivo. Me propuse dejar de desahogarme y comenzar a escribir anécdotas, cosas divertidas. O entrañables. En definitiva, cosas que hicieran sonreír. Art never comes from hapiness, they say. Yo quería probar que eso no era cierto. Es muy triste pensar que lo es. 

Empecé el blog, y a veces eran entradas alegres. Divertidas. Otras eran Biblias infumables. Pero también se colaban bajones, versos huérfanos, momentos de desahogo inevitables. No escribía solo en el blog. Éste solo era la parte visible de la luna, pero en mi ordenador guardaba miles de historias y momentos. 

Solo una vez me propuse en serio escribir una novela. Quería ubicarla en Sudán. Pero me di cuenta de que no tenía la más remota idea de Sudán, ni de cómo era, ni de qué había allí ni cómo era su gente. ¿Cómo podía escribir una historia sin tener ni idea? Comencé a documentarme. Me sobrepasó de tal manera que decidí dejarlo. Fue entonces cuando me di cuenta de que para escribir no hace falta solo saber escribir. O que te guste. Escribir exige un conocimiento tan amplio, una documentación tan ardua, una planificación de espacios y personalidades demasiado seria como para tomárselo a la ligera. 

Hoy día escribo poco o nada. Muchas veces me descubro pensando en escrito, como digo yo, pensando como si estuviera escribiendo. Es una práctica que me ha acompañado durante años, pero ya la estoy perdiendo. Antes intentaba memorizar eso que había escrito en mi mente para que no se me olvidase, y poder escribirlo al llegar a casa. Ahora solo me doy cuenta, y ya está. Paso a otra cosa, porque no sé qué vamos a cenar y deberíamos comprar pasta de dientes. También hay que poner una lavadora y llamar a los del gas.

Me gustaría seguir practicando ukelele, y estoy mirando clases de conversación en inglés. Ayer fui a preguntar precios para volver al gimnasio, y la semana pasada compré un par de cupones para ir a montar a caballo y para hacer snow. Seguramente el domingo no me apetezca otra cosa que ocupar el sofá en posición horizontal. Y así van pasando los días, y la música y los libros cada vez tienen menos espacio en mi vida, o el que les dejo.

jueves, 22 de enero de 2015

Cosas absurdas del día a día

Y que nunca entenderé. 

miércoles, 14 de enero de 2015

Irrelevant update

Por fin encontramos casa. Sorprendentemente topamos con una persona adorable con una casa aún más adorable que nos enamoró a primera vista, como en las pelis.
Algunos unicornios han regresado, pero solo algunos. La tarea mudanza no es mucho de su agrado y creo que prefieren esperar.
También ha habido fiestas, celebraciones, y esa maldita manía de comer como si hubiéramos ayunado el resto del año, gastar como si fuéramos millonarios y dejarnos llevar por la ostentación llevada al extremo. Y como todos los años, los polvorones se sacan para acumular aún más polvo, y luego se vuelven a guardar.
Ha sido bonito, sin embargo, volver a disfrutar de las Navidades sin el sabor agridulce de tener que irme de nuevo.

Y para seguir con la tradición, caemos en los despropósitos de año nuevo. Que mola más hacerlos que cumplirlos, he ahí la gracia.
Para que se me olviden más despacito, dejo los míos aquí. En realidad el principal es el último. Ése que seguro que cumplo este año.


  1. Hacer una inauguración digna de la casa
  2. Ver a toda la gente que me falta por ver
  3. Cenar en el restaurante de mi prima
  4. Comer menos carne, hasta poder llegar a cero
  5. Cocinar mucho
  6. Seguir practicando inglés
  7. Correr al menos 2 días a la semana
  8. Retomar el ukelele
  9. Hacerme un curso de marketing online
  10. Leer más
  11. Ir a más conciertos
  12. Dedicar tiempo de calidad a mi familia y amigos
As for the rest... I´ll try my best.