jueves, 29 de mayo de 2014

Rough waters

Más que cualquier dinero, si hay algo que no soporto que me roben es el tiempo. 

Formas de robar el tiempo a otras personas: llegar tarde a una cita, los meetings largos e improductivos, cancelar un meeting 5 minutos antes de la hora, contarle tu vida a un desconocido, quedar por quedar, ponerte pesado en una cola, enviar emails innecesariamente largos, ser médico y citar a tus pacientes 40 minutos antes de cuando realmente los puedes atender. Hay muchas otras formas cotidianas de robar tiempo.

Los mensajes se pierden entre el humo del espectáculo. Aun así algunos consiguen atraparlos, armados con redes de sueños y contactos en televisión. 

Me gustas más cuando estás cerca.

El avión es el nuevo metro, pero yo ya no quiero otro transporte que no sean mis zapatillas de correr. Ahora están de moda y luego se convertirán en patines, pero el futuro es incierto. La vida corre más allá de las vías del tren, aunque a muchos se nos pasó ya la estación de los raíles. 

Cualquiera puede hacer tu trabajo, aunque para darte cuenta hayas gastado 5 años. No es que estés cansada,  triste, ocupada, es que no quieres llamarme y eso basta. A veces necesitamos tiempo para comprobar si nuestro ombligo sigue ahí o se ha movido algo en estos 5 segundos. 

Hoy día todo el mundo se cree experto en moda. Y cuando no? Pero ahora existen los blogs. La democracia nos da la posibilidad de tragarnos las mierdas de todo el mundo, aunque sean infumables. 

Yo quiero ser una blogger big time. Uuh, uuh nena. Voy a ser una blogstar.

Muchos piensan en el éxito como la fama y no como la posibilidad de pintar tu camerino del color que te dé la gana. 

Aunque estén a la derecha, siguen siendo ceros. No sé por qué se creen más importantes que el resto.



miércoles, 21 de mayo de 2014

Yo siempre en casa no.

Estaban mis padres dispuestos a salir a dar una vuelta, o a quedar con unos amigos, como hacían algunas veces. Mis abuelos estaban en casa por unos días, así que le pidieron a mi abuela (creo mi abuelo estaba ocupado viendo la televisión a todo volumen) si podía quedarse a mi cargo durante unas horas.
Mi hermana no estaba, no estoy segura qué planes había hecho. Pero recuerdo que no estaba en casa, y yo me moría de aburrimiento. Era fin de semana, y yo debía tener unos 6 años. 

Cuando mis padres abrieron la puerta de casa dispuestos a salir, acudí como un relámpago.

- Oye, dombde mbais. – Así sonaba mi voz de entonces, siempre plagada de mocos.
- Hija, salimos un rato, te quedas con la yaya. – Recuerdo que me enfadé un montón. Era uno de estos enfados que te vienen de repente, pero se lleva gestando un tiempo. Yo era pequeña y no podía ir a ningún lado sola, por lo que pasaba, como casi todos los niños, muchos ratos en casa. Qué impotencia la de ser pequeño. Qué enfado. 
- Mbero no sé porque siembre salís y yo do (esto equivale a un ‘no’). Do.
- Pero hija… - mis padres querían hacerme entrar en razón, pero no les dejé.
- Do. Yo siembre en casa do.  – Lo dije muy convencida, como si hubiese formulado el lema mágico que despertaría sus conciencias. Recuerdo que mis padres se rieron mucho, proporcionalmente a mi ofuscación.

Esta frase me ha acompañado a lo largo de los años, presente en cada ocasión familiar en las que se rememoran siempre las mismas anécdotas. Mis padres la han utilizado muchas veces para tomarme el pelo. 
Quizá por esa sensación de impotencia cuando era un moco (o bueno, muchos mocos juntos en una misma nariz), cuando crecí decidí pasar largas temporadas fuera de casa. Haciendo cosas. Ya sea ir de vacaciones a hacer interrail, ir de Erasmus a Italia, ir como au pair a Escocia o venir a trabajar a Londres. 
O quizá no tenga nada que ver y me lo este inventado para que quede bonito. Porque he de reconocer que me considero también una persona casera, de estas que disfrutan un dia de pantuflas y peli. Pero eso no importa.

El caso es que hoy me he acordado de esa frase otra vez, y me he quedado pensando. Ironías de la vida, llevo mucho tiempo sin estar en casa. O al menos, en ‘esa’ casa. Y ahora me gustaría estar allí, pero no puedo. Qué contradicción la de ser mayor. Qué nostalgia.

Yo era muy feliz cuando me sacaban. Como los perrillos.

jueves, 1 de mayo de 2014

Los 30 son los nuevos 20

De la familia ‘los jueves son los nuevos viernes’, hace tiempo que se instaló esa máxima en nuestras cabezas.
Los niños son cada vez menos niños, empiezan todo mucho antes. Y los adolescentes… son cada vez más adolescentes, hasta los 30 y más allá. Hay muchas razones para este cambio, de todos los tipos y colores. Económicas, sociales, pero hoy no es el día de profundizar en ninguna de ellas. Hoy y muchos días pienso en una de las caras de este poliedro. 

Cada vez asumimos más tarde responsabilidades como la de formar una familia, por ejemplo. Algunos de mis amigos me dicen que es porque tengo un sobri, que ya tengo ganas de tener bebés, y por eso defiendo tanto la postura que explicaré ahora. Sí, claro que quiero tener bebés, pero no es mi prisa la que me hace pensar de esta forma.
Hace unos días estuve en Madrid, en uno de mis viajes familiares, y pasé una estupenda tarde con mis amigos porteras. En un momento de la conversación, salió el tema (cómo no) de quedarse en España, o emigrar. Uno de ellos dijo que se iba en Julio a Bolivia, entre otras cosas porque si no era ahora, más adelante no podría o querría hacerlo. Otro dijo que de momento se quedaba en Madrid por si salían los proyectos que tenía en mente, pero no descartaba hacer la maleta cualquier día y volver a emigrar un tiempo. Entonces salió a colación la gente que se queda aquí, en España, y que en realidad nunca ha salido de ella nada más que para ir de vacaciones. Es decir, nunca ha vivido en otro país. Yo mencioné que mi hermana es una de esas personas, y no me parece mejor ni peor, si no otra de las opciones. Hemos cogido la manía de creernos mejores por haber vivido fuera, como si fuera un estado superior del ser humano al que solo accedes si te vas a otro país. No sé quién narices nos ha metido eso en la cabeza. Es como si nuestros abuelos, los que emigraron porque no había pan para comer, mirasen por encima del hombro a los que no lo hicieron, porque ‘no saben nada del mundo’. Igual de absurdo. 

Yo soy la primera que alaba las ventajas de pasar un tiempo en otro país, conocer gente, integrarte en otra cultura. Claro que tiene bondades, y muchas! Pero eso no quita valor a quien decide que sus prioridades son otras, y entre ellas no figura el cambiar su lugar de residencia. Me parece una opción tan respetable como la anterior. 

Entonces mis amigos alegaron que la razón por la que esa gente no se iba fuera era porque era cobarde, porque les daba miedo. Pues no es porque una de esas personas sea mi hermana, pero por supuesto que salí en su defensa.

Adoro a mis amigos. Por eso adoro rebatirles.

Mi hermana llevaba muchos años con su novio, son de estas parejas en peligro de extinción que llevan desde los 18 años. Se fueron a los 25, creo, a vivir juntos. Los dos tenían trabajo, y en cuanto pudieron se lanzaron de lleno a la convivencia. 3 años después tuvieron un bebé precioso, y 1 año más tarde una boda de las que marcan. Actualmente, el segundo bebé está en camino y nacerá en un mes. Mi hermana tiene ahora 31 años. 

Mis amigos/as tienen 29. La mayoría (excepto tres de ellos/as)  por cosas de la vida, no tiene pareja estable. Algunos no se han independizado. La mayoría también ha estudiado una carrera, se ha ido de erasmus y ha pasado (o sigue pasando) temporadas en el extranjero. Ninguno tiene casa propia, ni planes de tenerla aún. Los findes son para hacer viajes o tomar algo con los amigos. 

Nótese la diferencia. Evidentemente, los estilos de vida no tienen nada que ver. Como yo lo veo, se trata simplemente de opciones, ni mejores ni peores. Mi hermana, cuando me vine a Londres, llevaba ya muchos meses, (incluso años), dándome la paliza con que asentara la cabeza. Que ya tenía una edad. Que dejara de irme de un país o a otro. Que me echara un novio. En definitiva, que siguiera la vida que ella había llevado. Por supuesto no la hice caso e hice lo que me pareció oportuno. 

El error, por llamarlo de alguna forma, de mis amigos, es el mismo: retratan a la gente como mi hermana, que se asentó mucho antes, que nunca ha vivido fuera de España y que lleva otra vida totalmente diferente, como gente con miedo que se ha perdido muchas cosas. Gente con miedo?
El problema es que creemos que somos muy valientes por irnos a otro país. ‘Jo, qué valiente eres, hacer la maleta e irte a un lugar donde casi no conoces la lengua, la cultura es totalmente diferente, y encima te vas solo’.  No digo que exija determinación, claro que sí. Pero hacer la maleta y vivir la aventura es muy fácil, en realidad. Tan fácil, que la mayoría de mis amigos/as, conocidos y gente de mi edad lo ha hecho o lo sigue haciendo. 

Me hace gracia que retraten a los de otra generación u otro pensamiento como gente con miedo. Valentía es saber asumir responsabilidades como tener tu propia casa (ya sea de alquiler o comprada, no entro en opiniones) desde los 25 años, o desde que empiezas a currar y ganar dinero. Coger la maleta y decir, ‘vale ya de que mama me cocine y me planche’. Valentía es estar con tu novio/novia y querer irte a vivir con él/ella. Eso asusta, eh? Irte a otro país tu solo, sin ataduras y con todo el derecho a ser egoísta, es, en comparación, bastante fácil.

Valentía también es, por ejemplo, formar una familia. Para eso hay que echarle cojones. Para venir a Londres hay que hacer click en ‘comprar billete’ en easyjet, nada más. Solo hay que ver la epidemia de españoles que hay por aquí. Pero con 29 años, plantearse tener hijos… pues casi que nos compramos el billete a Londres, no? Para lo otro siempre hay tiempo.
Pues sí, claro que lo hay. Me parece perfecto quien quiera tener hijos a los 35, a los 40, o quien no los quiera tener. Me parece igual de bien el que se va que el que se queda, y me parecen igual de validas todas las prioridades que a uno le dé la gana tener. Por ello no somos mejores ni peores. Pero no hablemos de valentía… porque si nos ponemos a comparar, no sé cuál de las dos ganaría.

Y con esto vengo sencillamente a reflexionar sobre el cambio de los 30, y de la aceptación de que son los nuevos 20. Yo estoy más cerca de los 30, y soy de la generación de mis amigos/as. Me fui de Erasmus a Italia en su momento, tras la carrera pasé un año en Escocia y hace un año, tras 2 en España viviendo con mis padres, me escapé a Londres. Hasta ahora no había tenido muchas ataduras sentimentales, me ha resultado siempre relativamente fácil moverme, cambiar y hacer lo que me diera la real gana. Tampoco he tenido prisa. Los findes los dedicaba/dedico a salir con mis amigos, y (quizá antes más que ahora) cada 3 meses me hacia el viaje de rigor. Es decir, soy el ejemplo perfecto de este paradigma, y me siento bastante satisfecha.
Pero miro a mi hermana y a su ahora marido, y que queréis que os diga: les admiro. Aunque no cambiaría por nada todas y cada una de las decisiones que he tomado, porque cada uno es diferente y busca unas cosas en la vida… lo que hacen ellos me parece mucho más valiente, y sobre todo, mucho más generoso que lo mío.

Ahí lo dejo. Que lluevan las críticas.