sábado, 24 de diciembre de 2011

Collage of 2011


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Hace sol, no parece navidad. No hay nieve, no hay vaho que expulsar al respirar. Las bufandas son más bien de adorno, y las hunter llevan ya un año sin desempolvar en el armario. La navidad ha llegado sin preaviso, yo me acabo de enterar. Y es que últimamente no tengo, o más bien, no saco tiempo para muchas cosas. Esta es una de ellas. Escribir, por ejemplo. Recordar. Hay veces que sentir nostalgia no es tan malo. Es más bien necesario.

2011 ha sido mi año Spain. 12 meses en los que el epicentro de toda mi actividad vital ha sido, principalmente, el trabajo. También he tenido ocio, claro. Ser una onliner no implica necesariamente carecer de vida social. Pero eso es otro tema.

A día de hoy y aunque suene a típico tópico, sólo puedo dar las gracias. Por haber formado parte de un equipo increíble, por haber aprendido como aprenden los niños: jugando. Hacer del trabajo un hobby no es fácil. En mi caso, lo ha sido. También he de decir que estar rodeada de 5 spains en nuestro zulito del día a día, hace mucho. Si tuviera que definir mi trabajo en un par de lineas, serían estas: “quedar a las 9.30 de la mañana para echarte unas risas con los colegas. Mientras haces cosas productivas, claro. Eso siempre”. Creo que lo he twiteado alguna que otra vez.

El año se acaba, y mi estancia laboral también. Año nuevo, y tocará engrosar la cola del paro. Pero en lugar de estar triste estoy agradecida. A quien me dio la oportunidad de entrar en esta empresa, por cruzarnos por casualidad un finde en tribunal. A mi anterior jefe, por imprimir humor en cada frase… aunque implicase endilgarme un marrón. A mi actual jefa -aunque por poco tiempo,- por ser la personificación de la palabra “adorable”. Aunque suene también a típico tópico de peloteo, la verdad es que puedo considerarme su fan más absoluta. A los spains, sin ninguna excepción. A cual más personaje, a cual más divertido.
 A la oficina en general, porque son todos unos niños grandes.

Probablemente el 2012 sea mi año de emigración –again- a cualquier otra parte (y quiero que vengas conmigo…). No sé muy bien a lo que me llevará, aunque creo que en el fondo sé muy bien lo que busco. A pesar de que no sea fácil. A pesar de que me lleve tiempo, esfuerzo, contratiempos. Desde mi transformación –gracias a una personita muy importante- me he unido a la máxima “keep smiling”. No puedo decir que nunca he tenido miedo al futuro, pero nunca me ha echado para atrás. Me importa más bien mis “presentes”, al fin y al cabo el futuro no es más que una leyenda urbana.

Si es que me voy, ya tengo la maleta preparada.
  • Me llevo a mis amigas, que son mi piña debajo del mar. Después de 7 años y a pesar de erasmus y otras huidas, la distancia no existe entre nosotras. Creo que somos inmunes a todos esos rollos que terminan destrozando relaciones.
  • A mis amigos, que aunque estemos en tiempos revueltos siempre sacamos un hueco para un brunch, unas cañas o lo que se tercie. Aunque ahora les vea independizarse en lugar de comerse el bocadillo en el recreo… siempre serán mis culturetas muertos preferidos.

  • No me olvidaré por supuesto de mi familia, a quien adoro por encima de todas las cosas. Y estoy deseando que llegue nuestra nueva incorporación al clan para felicitarle por haber nacido en la mejor familia del mundo. ¡Así se hace, pequeño!

 En mi maleta aún queda sitio para muchas personitas importantes, claro. Mi ex Torino Crew, ellos lo saben. Mi awesome Edinburgh people, a quien visitaré en Enero para llevármelos a todos. A unas cuantas personas que debería nombrar uno a uno, pero no puedo porque he decidido no dar nombres propios aquí. Espero que sepan quienes son.

Me despido, aunque no sin otra de mis frases favoritas.

I’LL BE BACK.


martes, 22 de noviembre de 2011

Microcuentos


Quién nos enseñó a no lamentarnos?
                                                                                                 

Todo lo que se mueve es pólvora. El viento, las hojas. La moqueta de la oficina. 
                                                                                                 

El muro nunca fue derribado. No era más que un espejismo.
Tú estabas ahí, sentado. Yo entorné la puerta, me senté y no lloré.
Estiré las mangas del jersey hasta que envolvieron mis manos, y me cubrí el rostro.
Seguías ahí. A pesar de la puerta. Del jersey, y de las mangas.
                                                                                                 

Es extraño verte al otro lado. Siempre pensé tenerte en el mío.
Aunque a veces me olvidara de cogerte de la mano.
- " Vete lejos, pero no sueltes mi mano"
                                                                                                 

Todo tiempo es muerto.
No sé porqué nos empeñamos en matarlo, jugando a la vida. 
Jugándonos la vida.
                                                                                                  

Caminaba sobre la barra, balanceándose para no perder el equilibrio. El chico de la puerta le mandó bajar de un grito, pero no hizo caso. La madera crujía bajo sus tacones, y aunque apenas podía oírlo, la sensación le gustaba. La recorrió tres veces, una en cada sentido. Con los cinco sentidos. Sus pies notaban el abismo, que no era tal. A pesar de los tacones. Podía oler el humo de palabras palpitantes. Atraía todas las miradas, aunque no veía ninguna. Saboreaba el éxito del funambulista, efervescente. El sonido del bar retumbaba en cada centímetro de su piel. Se deslizó junto a la pared, despacio. Un tacón en el suelo, luego el otro. Sintió el ardor del autor de novela atormentado, ése que siempre echa la pava porque la vida se le ha atragantado. Apretó la copa como si fuera a escapársele. Los colores se condensaron hasta convertirse en uno. La anestesia comenzaba a perder su efecto, pidió otro whisky. De pronto el tiempo se le antojó eterno, y no supo muy bien qué hacer con él.
                                                                                                  

Las noches pueden ser muy largas. Especialmente con los ojos cerrados.
                                                                                               



domingo, 13 de noviembre de 2011

Can love change people? Parte II


Yes, it can.

Ya es hora, no? Y de las buenas noticias, también.

¿Cómo que el amor no puede cambiar a las personas? ¿Cuántas veces hemos oído eso de  “ha sido echarse novi@ y no hay quien le reconozca”? ¿Cuántos amigos o conocidos han sido transformados o digievolucionados tras comenzar una relación?

El amor puede cambiar, y mucho. Unas veces para mejor, otras a peor, otras veces de diferente manera. Hay ocasiones en que entrar en ese maravilloso mundo puede ser un túnel de luz o un túnel de oscuridad.

Poniéndonos en lo peor, el amor ciego puede llevarnos a hacer cosas de las que jamás nos creímos capaces. Como dejar de ver a los amigos. Romper lazos familiares o dejar de hablar a ciertas personas hasta el momento muy cercanas. O como renunciar a ciertos principios, sólo para satisfacer a la otra persona. Nos  esforzamos tanto en retener a nuestra pareja que perdemos el norte. Cambiamos nuestra forma de vestir, de actuar.
Hay personas que, sin haberlo sido nunca, se transforman en celos@s compulsivos. Otras se vuelven ausentes en compañía de otra gente que no sea su pareja. Siempre a la defensiva de comentarios hacia su persona, o hacia su relación. En estos casos se recomienda (siempre que la ceguera sea parcial y no total) pararse y pensar. Porque está claro que ese amor tiene un componente nocivo, y se debe estudiar la posibilidad de extirparlo… siempre que sea posible.

Hay otras personas que al encontrar el amor, cambian de vida. No hay luz ni oscuridad, simplemente se transforman en personas diferentes. Personas que siempre han evitado el compromiso, incluso en relaciones extra-largas, de pronto conocen a esa persona y lo único que desean es prometerle amor eterno. Personas ateas que no creían en el matrimonio, se casan por la Iglesia. Personas que criticaban a ciertos estereotipos de personas, acaban enamorándose de uno de ellos. Gente que cambia su estilo de vida radicalmente, su trabajo, su filosofía. Quizá a alguno de vosotros os haya pasado, y os hayáis sorprendido de vosotros mismos. Nunca se sabe por qué derroteros puede llevarte el enamoramiento agudo.

Aunque aquí se plantea un dilema:

¿Acaso las parejas anteriores de estos digievolucionados no han tenido nada que ver en este proceso? ¿Acaso en sus relaciones pasadas no estaban enamorados? ¿Fue sólo una ilusión, una mentira? ¿Por qué ha decidido cambiar con esa persona, y no con otra? Puede que el fóbico al compromiso haya tenido una relación de 10 años. De pronto conoce a otra persona, y se van a vivir juntos a los 2 meses. ¿Es acaso esa persona la única responsable de ese cambio?
Yo soy partidaria de que hay un proceso de preparación para que esto ocurra. Quizá estuviese realmente enamorado de su pareja anterior. Enamorado de verdad. Pero tal vez comenzaron muy jóvenes, o tal vez una relación tan larga puede guardar baches y rencores difíciles de superar. Y tras entrenar y darlo todo durante 10 años, la gloria se la lleva el siguiente. Como ese boceto en el que empleas todas tus energías, en el que te esfuerzas al máximo. El que guarda todos tus logros y mejores trazos, pero también tus errores y garabatos. Te das cuenta de que no puedes exponer eso, precisamente porque guarda demasiado. Y entonces, con toda la sabiduría y la experiencia aprendida, realizas tu obra de arte. En una hoja nueva, sin pasado. Cuidada, limpia, sin un fallo. Aunque el boceto siempre será especial, por lo puro y verdadero… tu obra de arte es la definitiva. Hay personas que son bocetos, otras que son el arte final. Y hay otras que hacen de su capa un sayo y consiguen hacer de su boceto su obra más excepcional, de por vida. Ellos son los que tienen mi mayor admiración.

También es cierto que cada persona ofrece unos estímulos diferentes. Puede que la nueva te despierte reacciones que la anterior no era capaz de activar. Eso siempre pasa.

En los mejores casos, el amor puede obrar milagros. Gente que antes había perdido el norte, lo encuentra al encontrar a su media naranja. Son incontables los casos de balas perdidas que han dejado de serlo al conocer a su pareja. Han sentado la cabeza, se han centrado y se han sentido animados y apoyados para conseguir cualquier cosa que se propusieran. No olvidemos que el amor es una fuerza inconmensurable (tanto, que dicen que mueve el mundo), y que cuando se juntan dos ríos se hace fuerte la corriente.
Cuando el sentimiento es verdadero se olvidan los temores, el paso del tiempo y hasta las ganas de comer. Ya lo dice la canción “no tengo si estoy contigo, por eso ni hambre ni frío, ni miedo ni sueño”. Click aquí para escuchar la canción
Te sientes capaz de ir al fin del mundo, siempre que sea con esa persona. De alguna manera el amor nos convierte en superhéroes.

La cosa está clara: el cambio es un hecho común en todos, absolutamente todos los casos. Hay que tener en cuenta que el amor implica dejar de ser uno, para convertirse en dos. Y compartir tu vida con otra persona significa implementar cosas nuevas a tu personalidad, pero también aportar a la otra persona. Se trata de un condicionamiento mutuo, o más bien un enriquecimiento mutuo.

Ya no puedes tener en cuenta únicamente lo que a ti te gusta, o lo que a ti te molesta. Querer a otra persona te lleva a querer saber lo que le gusta, y lo que le molesta. A fomentar aquello que le ilusiona, a meterte en su mundo de hobbies, a comprarle entradas para ese grupo raro que a él/ella le encanta. A sorprenderle con ese disparatado plan que siempre te negaste a hacer.
Por otro lado, a evitar aquello que le incomoda. Ya sean maneras de hablar o de comportarse, siempre que sean razonables. Y cambias la costumbre de poner los pies encima de la mesa, o intentas no decir tantos tacos. Llegas siempre puntual, porque él odia esperar. Contienes las rabietas tontas que solían darte, o dejas cualquier costumbre innecesaria.
En definitiva, te lleva a querer hacerle feliz (aunque sea por razones egoístas, pero románticas. Porque a ti te encanta verle feliz.) Siempre dentro de unos límites sanos y equilibrados, querer así es querer bien.

En el amor se pueden cambiar muchas cosas, porque estar al lado de otra persona conlleva contar con un prisma extra para ver el mundo. Y en muchos aspectos puede que ese prisma sea mejor que el tuyo, y  decidas hacerle caso. Y viceversa.

Afortunadamente el amor tiene muchos beneficios. Precisamente porque cambia, y mucho.
Resumiéndolo en una sola frase: LOVE CHANGE LIFE



miércoles, 9 de noviembre de 2011

Back to the future


¿Recuerdas cuando nos escribíamos cartas?
Existía Internet, había emails, pero aún no habían contaminado todo.

Cogíamos un papel cuadriculado y un bic, y luego decorábamos los bordes con dibujos, mensajes en clave y chorradas varias. Hoy he destapado mi caja de Pandora, y todas esas cartas han vuelto a ver la luz gris de un noviembre que dura ya diez años.
Los colores seguían intactos, la tinta no se había borrado y la cantidad de experiencias vividas perduran aún, atrapadas en la red del DIN A4 arrancado de un cuaderno del cole.  Ahora nos comunicamos por email, usamos whatssap cuando se deja. Ya no son las cuadrículas de cuadernos las que nos atrapan, si no las miles de redes sociales que nos roban la vida y la volatilizan.

Yo escribía novelas negras con mi personaje perenne, Harrison. Soñaba con convertirme en periodista, escribir columnas y sacar un par de libros al año. Ahora trabajo en marketing, estudio la parte online y mis aspiraciones se han visto reducidas a ser community manager.

Adoraba el papel, el boli, y reflejar mis estados de ánimo con tipografías más o menos cuidadas, relajadas o llenas de rabia, cuidadas al detalle o cansadas del día o del mes. Ahora escribo un blog de retales, en el que evito reflejar nada que tenga que ver con mi vida.

Ya no recibo cartas, tampoco las escribo. No hay adornos en los márgenes, tampoco hay márgenes que adornar. Escribo esto desde mi portátil, lo subiré al blog y quizá le añada alguna imagen. 

¿Recuerdas cuando los inbox eran cajas donde guardarlo todo?
Hoy he encontrado llaveros, entradas de cine, postales y muñecos. Talones de venta de ECI grafiteados en mis horas muertas. Dibujos de tardes enteras, tarjetas de cumple hechas a mano. Notitas de estraperlo entre clase y clase. Fotos de papel maché, tickets de compra y sobres personalizados. 

Hoy, día festivo tras su consecuente noche de fiesta para muchos, lo máximo que puedes encontrar en las nuevas inbox son mensajes quasi ilegibles escritos a altas horas. Tal vez alguna llamada perdida, en su sentido más literal de la palabra. 

Ladies and Gentlemen, bienvenidos a la era digital. All yours.




jueves, 20 de octubre de 2011

Can love change people?


Si el amor mueve montañas (o eso dicen), cómo no va a poder cambiar personas?
Es el poder del amor suficiente?

Últimamente, y por las experiencias de los que me rodean, no dejo de reflexionar sobre este tema. Hay muchas razones que apoyan ambas teorías, mi tarea es intentar resumirlas para poder sacar algo en claro.

Expondré las dos posiciones en dos posts diferentes: “Yes, it can” y “No, it can’t”.
Como ante esta usual dicotomía siempre preferimos las malas noticias antes que las buenas, comenzaré por el


No, it can't:
“Las personas no cambian”. Frase muy oída especialmente entre los que han sufrido grandes fracasos amorosos, que suele ser la gran mayoría.

Cuando conoces a alguien y surge ese chispazo, te gusta todo de él. Es la fase ciega, en la que los “errores” del otro incluso te divierten. Por un lado no existen ataduras, porque es sólo el principio, y por tanto no hay exigencias ni ganas de que te exijan. Hay una independencia que aún no se ha roto por la vida en pareja, por lo que las costumbres del otro simplemente se aceptan con la mejor sonrisa. “No me importa que salga con sus amigos hasta las mil, ¡me encanta que cada uno tenga su vida!”, “Me da igual que fume, o que vista con ropa que siempre he odiado, ¡Incluso me gustan su aspecto desaliñado!"

Por otro lado el principio es la fase álgida del marketing personal, cuando uno saca la mejor versión de sí mismo y se vende a la otra persona como si no hubiera un mañana. Todos son detalles, mensajes, empeño en que todo sea perfecto. También existe esa predisposición a verlo todo perfecto en la otra persona, porque esas mariposas de las que tanto se habla deben de tener cierto efecto alucinógeno. Algo cambia nuestra manera de ver las cosas.

Bien es verdad que esta fase no puede durar mucho tiempo, por dos razones muy obvias:

1-. Porque esa “independencia” y tolerancia cero a inmiscuirse en la vida del otro (y viceversa), se transforma con el tiempo. Los lazos empiezan a formarse, a más tiempo compartido, más compromiso. Es muy coherente, ya que cuando entablas cualquier tipo de relación personal tus expectativas son directamente proporcionales a lo fuerte que sea esa relación. A un conocido no puedes reprocharle nada, mientras que con un amigo siempre existirá ese código moral implícito que hace que se conserve esa amistad. En el caso de las relaciones amorosas, el código moral se multiplica. Empiezas a considerar “tuyo” lo que antes no lo era, y te acoges a unos “derechos” que antes no existían.
Cuando ya hay una estabilidad de pareja, la cosa cambia. No se trata de dos vidas cruzadas, si no de un plan de una vida común. Es normal que entonces “exijamos” ciertos comportamientos, porque cada decisión de uno afecta al otro. El problema es que en la fase ciega no sabemos analizar (quizá sabemos, pero no queremos) QUÉ aspectos de la persona son los que aceptamos realmente, y hacer balance. Nos lanzamos al río de los sentimientos, y quizá a mitad del camino sea demasiado tarde para cambiar el rumbo. Al aceptar a una persona desde el principio nos comprometemos a respetar su manera de ser… y a veces no somos conscientes plenamente de este acuerdo que firmamos desde el principio.

2-. Porque no puedes mantener la mejor versión de ti mismo por un período muy prolongado de tiempo. Las campañas de marketing tienen una duración determinada. Venderse está muy bien y todos lo hacemos, pero no podemos mantener ese ritmo de sobreesfuerzo porque sería sencillamente agotador. Poco a poco vamos dejando que descubran nuestras manías, nuestras rarezas y/o flaquezas. Esto no es necesariamente malo, porque pueden ser bien acogidas. Lo bueno que tiene la confianza es que poco a poco eres tú mismo por completo, y es lo que permite sentirse cómodo con la otra persona. Poder expresarse en todas las dimensiones que somos capaces. Que la otra persona nos conozca en profundidad, tal como somos. Y conocer a la otra persona tal como es, hasta en los aspectos más recónditos.

La parte negativa de todo esto es que, precisamente llegados a este punto, muchas parejas no son capaces de aceptar todos esos aspectos de la otra persona. No supieron valorar el peso que supondría la parte negativa en la primera fase, y ahora que los sentimientos son mucho más fuertes la relación se convierte en una lucha de barro por cambiar al otro.

Los defectos de cada uno son subjetivos, no tienen porqué serlo para todo el mundo.
Y hay que tener muy claro cuáles son los defectos con los que NO podemos convivir.
Si esto no se sabe ver, es cuando surge la situación de verdadero conflicto. Más allá de la banalidad de las discusiones cotidianas, el punto de inflexión viene cuando nos planteamos si de verdad somos capaces de aceptar a la otra persona, con sus pros y sus contras. Porque las personas nunca cambian, a menos que sea por ellas mismas.
Una persona no va a cambiar por mucho que se lo diga su pareja, sufran crisis y peleas continuamente. Podría cambiar en el caso de que se produjese un proceso interno dentro de sí mismo, y como parte de su evolución individual, cambiase por voluntad propia. Ninguno somos los mismos que hace unos años. Las experiencias te enseñan y las situaciones te cambian, para bien o para mal. Pero es algo que tiene que surgir y marcarnos de manera personal, no como fruto de una imposición. La cabeza, el cuerpo y el corazón tienen que sentir de verdad la necesidad de cambiar, y eso normalmente ocurre de forma inconsciente.

Con 25 años no nos comportamos en las relaciones como con 15, pero ninguno nos hemos parado a pensar con 17 “oye, voy a cambiar”. No son decisiones premeditadas, pero surgen.

Lo que tengo claro es que una persona no cambia por otra. Y lo peor es que nos empeñamos en cambiar siempre a la otra persona, en vez de intentar cambiarnos nosotros. ¿Qué clase de pensamiento irracional nos llevará a semejante incoherencia? ¿Creemos que es más fácil cambiar a otra persona, en lugar de cambiar a la persona que mejor conocemos y que más podemos controlar, nosotros mismos? Es algo absurdo, pero lo hacemos todos. Es una posición cómoda y en cierta manera tintada de ego, porque “los demás siempre son los que están equivocados”.

lunes, 17 de octubre de 2011

Silent Song


Yo estaba allí. Y lo vi todo. Primero se apagaron las luces, y entonces empezó todo. Ella estaba en un rincón, pero no lloraba. Sus manos sí que lo hacían. Se entrelazaban, temblorosas. Las manos nunca llaman la atención. Nadie parecía notar el charco que se había formado sobre la mesa, nadie veía las lágrimas que resbalaban de sus manos. Yo sí.

El sitio se llenó de una tormenta de verano, goteando gente. Primero poco a poco. Luego llegó el aluvión. Ella continuaba en su mesa, en un rincón. Sólo se movían sus manos, y su pelo. Le caía sobre la cara silenciándole los ojos. De vez en cuando lo sacudía, pero incluso cuando no lo hacía su pelo continuaba moviéndose. No hacía viento, pero creo que notaba la tormenta de verano.

Había gafas de pasta, y libros. La música no dejaba ver.

 Él recorría la pista, las mesas, las luces de neón. Hablaba, pero sólo hablaba su boca. El resto de su cuerpo no decía nada. Aunque se movía, se movía mucho.
Sujetaba una copa, después una chica. Su brazo rodeaba los hombros de un amigo, que quizá no lo era. Bailaba bajo la tormenta de verano, aunque creo que no la notaba. Cuando llegó el aluvión se dejó inundar por él. Nadaba entre la gente como pez en el agua.

Ella no se movía, no hablaba. Pero yo oía todo lo que decía, y creí que me iba a estallar la cabeza. No lograba entender cómo él no lo escuchaba. Igual es porque ella hablaba en canciones, y la música de aquel antro no le dejaba ver. Yo escuchaba todos y cada uno de los versos, como si tuviese un altavoz pegado a mi oreja. Escuchaba los acordes de su voz, llamándole. A veces sus manos acompasaban sus mensajes, pero él seguía nadando indiferente. No escuchaba todas esas declaraciones encriptadas, se estaba perdiendo la verdadera tormenta de verano.

Entonces ella se levantó de su mesa, después de limpiar el charco con su manga. Caminaba lento, no bailaba. Llegó hasta el centro de aquel lugar, y permaneció inmóvil un tiempo. Sólo sus manos y su pelo se sacudían. Yo no dejaba de escuchar sus caricias, todas se las dedicaba a él. Él no andaba muy lejos, nadando a mariposa. Sus pasos se tambalearon, y se chocó con ella. Quedaron uno frente al otro, ella levantó la barbilla. Entonces, por primera vez en la noche, pude ver sus ojos. Eran como dos luciérnagas que no dejaban de suspirar canciones, más alto que nunca. Él no se lo pensó y avanzó un par de pasos, atravesándola por completo. Las luciérnagas seguían hablando. Sus manos ya no se entrelazaban, aunque seguían temblando.

Entonces comprendí que Él nunca la vería. Nunca conocería esas palabras ni esos acordes que ella le dedicaba en silencio. No veía luciérnagas consumiéndose por el brillo. No podía notar su pelo moviéndose en la tormenta, ni sus manos, que ya no se entrlazaban.

Y si no te veo aquí, te veré en mis sueños. 

miércoles, 12 de octubre de 2011

Homeless Story

Hoy he querido rescatar historias huérfanas de este ordenador semiabandonado. 
Por muy absurdas que sean, como la que copio a continuación. 
Ocurrió hará cosa de un mes... y sí, la anécdota también ha inspirado el título de la entrada.

Llego a casa bastante tarde, o pronto, según como se mire. Los párpados se me cierran por el cansancio. Para mi sorpresa, al llegar al portal me encuentro con una pareja de vecinos que llegan también bastante tarde. O pronto, según como se mire.
Tienen unos 40 años, 3 hijas que estarían durmiendo, y creo que están un poco piripis. Me caen bien, aunque nunca he hablado con ellos. Comparto el ascensor con ellos, y mantengo mi Silencio Serio de Ascensores en el que tengo ya bastante práctica. Ella, animada, decide romperlo:
-          Te iba a decir que llegas muy tarde, pero… ¡nosotros también! – se le escapa una risilla traviesa y me hace un gesto cómplice. Por más que lo intento, no puedo cambiar mi actitud de Silencio Serio de Ascensores. Mi intención es seguirle la broma, hacer un comentario jocoso acompañado de un codazo estilo “¿eh, pillines?”, pero en lugar de eso solo me sale un:
-          Pues lo vuestro, y encima a vuestra edad, tiene mucho más delito.
No hay codazo, ni tan siquiera un ápice de sonrisa porque no puedo cambiar mi modo de Silencio Serio de Ascensores. Según estoy acabando de decirlo, deseo no haber abierto la boca. Me pregunto porqué narices he dicho eso, mientras observo la transformación en las caras de mis vecinos. Ojipláticos, se quedan sin palabras durante lo que parece una eternidad. Se hace un silencio más espeso que un puré de patata, hasta que la mujer dice con un hilillo de voz:
-          Bueno, por un día…
Su mirada está llena de culpabilidad y me da una pena tremenda. 
Quiero sonreír y excusarme, decirles que era una broma, pero mi modo SSA no me deja y sólo puedo articular un “¡Hm!” dictatorial mientras se me caen los párpados del sueño. Salgo del ascensor colorada y con actitud involuntariamente altiva.

Cuando introduzco mi llave en la cerradura, no dejo de reprenderme mentalmente. <<¿Por qué meto tanto la pata? Habrán pensado que soy una maleducada. ¿Qué me hace ser tan bocazas?>> Nada, que no abre. Pruebo con la otra llave. <<Me ha faltado echarles la bronca y decirles que les denunciaré al tribunal de la tercera edad. O castigarles en una esquina del ascensor.>> Tampoco funciona. Mis padres han echado la llave por el otro lado y no hay forma de entrar en casa. Llamo por teléfono, pero nadie contesta. Sigo escuchando ronquidos al otro lado. Me apoyo en la madera y resoplo con resignación. Voy deslizando poco a poco la espalda por la puerta hasta quedarme sentada sobre el felpudo, móvil en mano. Son las 5 de la mañana y voy a tener que dormir en el rellano. Sólo cabe una explicación: Karma


sábado, 8 de octubre de 2011

Saturday at Mario Hairdresser's

Hoy he ido a la peluquería. Nunca voy a la que está justo abajo de mi casa, porque es de señoras y sólo de señoras. Y yo aún no me he hecho tarjeta de ECI, ni digo "oyoyoyoy", ni tengo prohibido alternar los pies al bajar escaleras. Pero hoy ha podido más la pereza, y he decidido darle una oportunidad.

He bajado hasta mi portal con el mismo pie mientras sacudía la cabeza en un "oyoyoy" mental, para ir metiéndome en el papel. Al llegar he cogido una revista y me he sentado a hojearla mientras esperaba. Pasando las páginas, me he encontrado con un corte especialmente bonito. He doblado una esquinita para enseñársela a mi peluquera. Después... todo ha sucedido demasiado rápido.

Así es como me imaginaba salir después de mi super corte


Así es como he salido en realidad



Esta ha sido mi reacción tratando de escapar de mi peluquera, que se acercaba a mí tijera en mano con un "Déjame que te haga los últimos retoques" en voz de ultratumba


 Aquí viene mi cara cuando me he mirado en el espejo

Después de todo, esperaba conseguir al menos unas moneditas. 
Al final me ha tocado pagarlas.
 

Una vez en casa, he estado pensando en los looks que podré llevar con mi nuevo corte.
Nada alentador, por otro lado.


  
Y por último, asumir que esto es lo máximo a lo que puedo aspirar




FML.


jueves, 22 de septiembre de 2011

España, fuga de cerebros


Estamos en plena crisis, pero crisis de las gordas. A un paso de la obesidad mórbida.
Hace relativamente poco, en la época misma de nuestros hermanos mayores, todo era diferente. Poco a poco, con más o menos dificultades, cada uno iba encontrando su camino. Un trabajo, un sueldo acorde, luego venía el piso, el perro y los polos de verano. Cada uno en su nido y hacienda en el de todos.

Parece que después de tantos años de investigación por fin se ha encontrado el eslabón perdido: nosotros.
Los mismos que acabamos la carrera hace unos pocos años, los mismos que comenzamos en ella con la ilusión de tener un futuro mejor que el de nuestros padres si cabe. Zas, en toda la boca. Después de gastar de 3 a 7 preciosos años de media encartados entre apuntes, exámenes y ratos tontos en la cafetería, resulta que –no sé si Tokio- pero España ya no nos quiere.

Estamos en crisis, y para las mentes retorcidas que encabezan este nuestro país, la solución parece bastante sencilla: prescindir de todas las personas cualificadas, y de las que lo están menos, a veces también. En lugar de aprovecharse de la extraordinaria formación de cantidad de jóvenes –y aquí ya no hablo de mí-, les dan una patadita –porque ya ni siquiera es palmadita- en la espalda y los echan sin miramiento alguno.

Algunos, muy pocos, una ínfima parte de estos jóvenes consiguen trabajo dentro de su campo. Un trabajo al que dedican demasiadas horas al día, en el que les exprimen como si no hubiera un mañana, y en el que su futuro es muchas veces incierto, pero consiguen hacerse un pequeño hueco.

Otra parte, poco, muy poco más amplia, tras muchos sudores consigue hacerse un hueco en alguna empresa relacionado con sus estudios. Podría llamarse trabajo, si no fuera porque el cartel de “becario” cuelga de todas las horas de trabajo sucio y de los pocos números en su cuenta a fin de mes. Los más afortunados gozan de un sueldo de 500 euros, con el que cubren sus gastos mientras siguen viviendo en casa de sus padres y no pueden ni plantearse una futura independencia. Mientras, las empresas siguen disfrutando del disfraz de “crisis” como si fuera un Halloween eterno. Despidos masivos y abusivos, puestos de trabajo o suplencias cubiertas siempre por becarios. Porque con las ayudas del Estado, salen gratis. Y hasta los 30 años, no veas si cunden.

Una gran mayoría sigue colgando de algún que otro trabajo temporal en tiendas, promociones o bares de turno. Se ven obligados a eliminar de su CV lo que tantos años y esfuerzos les ha costado acumular: títulos, másters, idiomas. Toda formación que sobrepase el módulo se considera un enorme impedimento para conseguir trabajo en este tipo de sitios.

La otra gran mayoría no se puede contabilizar, porque ya se ha ido o está a punto de hacerlo. Porque a lo único que invita la pésima gestión de esta crisis es a irse, a poner pies en polvorosa o en cualquier otro país que no sea éste. La gente con carrera, másters y 7 idiomas no tiene nada que hacer aquí. Y es que esto ya no se sabe si es España o es una fuga de cerebros en toda regla. 

Pero la cosa no acaba aquí. No contentos con cribar por arriba, han empezado ya a sesgar desde abajo. Con sus estupendos recortes en educación, porque según mi querida amiga Esperanza “de algún sitio hay que recortar gastos”.
Obvio que de los salarios que se gastan ella y sus colegas, los mismos que utilizan el congreso como patio de colegio, no se va a recortar un solo euro. Porque según mi querido amigo Mariano (El chuches, para los que somos sus colegas y de vez en cuando jugamos con él al “tú la llevas”), el impuesto de patrimonio que plantean en Estados Unidos es “una auténtica locura”. Bajo el argumento de “los que ganan más, son los que más ahorran, y eso es lo que necesita España”, se queda más ancho que largo y sale tan pancho del tobogán.
Conste en acta que amplío el abanico de "mis queridos amigos", a todos los que parten la pana en esta crisis desde sus supuestos partidos políticos, empezando por el mismísimo responsable ZP y siguiendo con sus amigos, enemigos y compis de recreo.
Me hago eco de algunas citas a enmarcar que recorren la red:

Época de Proselitismo Político, tiempo de entontecer

Parece como si la nueva consigna ya no fuera «¡Servir al Pueblo!», sino «¡Entontecer al Pueblo!»

Y hoy, just anoter little thing needs to be said:
Que se coman su maldita crisis. Que se queden con sus sueldos boyantes que les alimenten el ego, porque falta les va a hacer.
#ASÍVAELPAÍS #ADV #FML #queosden.


P.D.- Yo ya tengo claro uno de mis epitafios (tengo 2, pero el otro no lo diré aquí):

Por fin independizada.

Lástima que no pueda hacer click en “compartir en facebook”.

miércoles, 21 de septiembre de 2011

Validation


Today I'm bringing back my basic premise in the lead paragraph at the top of this blog: Keep smiling.
After that, just one little thing needs to be said:

Great things should be shared





P.S.- Thanks for the hippy stuff, you dolphin!

lunes, 19 de septiembre de 2011

Closing time

It was on wednesday. The same day my workmate Carlos left. I was sad.
I said goodbye to him and to my job as well. Just for a few days.
The same day my Danish-african-scottish friend Jonas was coming.  I was happy.
We went to Málaga. Beach, cosmopolitans, walks, champagne and music, all these things girls love. 
Palm trees, all these things that mean holidays.
We met Patricia there, my Spanish-scottish friend. Just for a few hours. 
I said goodbye to her and her boyfriend, and we headed to the beach.
As long as you have the sea close by, everything’s fine. You can have a swim and then lie on the sand. Feeling the sun all over your face. All over your body. Like a fresh new start.

Peaceful. Charging, please do not disconnect.

It was today. The same day my old friend Jonas left. I said goodbye to him, I don’t know for how long.
Sadness came again. As I was going to bed, I got a call from my childhood friend David.
He’s going to spend the whole year in Portugal, he’s leaving on Wednesday. He asked me to meet tomorrow. 
I’ll say goodbye to him and to my holidays as well. I don’t know for how long.

It seems I have a new forced habit. Collecting farewells in record time.  
Some questions are running through my head.

When are all the "hellos" coming?
Are they even coming?



miércoles, 14 de septiembre de 2011

Life's a mobile

Everything's changing.

Hay épocas donde parece que nunca pasa nada, y otras que las cosas cambian cada vez más.
Hoy mi vida ha sufrido un cambio (otro más). No estoy de acuerdo con el verbo "sufrir" como pareja inseparable de "cambio", pero en este caso se ajusta bastante a la realidad.

No suelo mezclar mi vida privada con blogs, por cuestiones legales y fundamentalmente basadas en el respeto. Puedo usar anécdotas cotidianas, pinceladas de conversaciones, siempre desde la ironía como segundo idioma. Pero hay excepciones, como la de hoy, que lo merecen.

Debería estar jumping for joy porque por fin estoy de vacaciones, porque voy a pisar la arena y a dar paseos para refrescarme los pies, porque voy a desconectar del mundo y dejarlo en la otra orilla por unos días. En lugar de eso, me he ido del trabajo sofocada entre hipos y llantos, con los puños empapados y el rimmel restregado por las mejillas. No he podido calmarme tampoco en el camino de vuelta a casa. He dejado el trabajo por unos días, sí... pero también me han dejado a mí.

He tenido varias y variadas experiencias laborales, bastantes compis de curro y días amenos con gente casi siempre decente. Pero hay personas que te marcan, por una razón o por otra. Y hoy me he sentido como una adolescente en el último día de campamento.

Sé que la gente no desaparece, que tampoco se evapora ni se funde en el espacio. Siguen ahí. Pero "ahí" es un término muy relativo. "Siempre estaré ahí cuando necesites", se oye a veces. ¿"Ahí", dónde? ¿Dónde puedo ir a buscarte cuando no te vea en la mesa de enfrente? ¿Y cuando eche en falta oír tu voz llamandome "honey" 30 veces al día? ¿Y los ratos de tanning + confidencias? ¿Estarás ahí cuando te eche de menos en esos momentos? Will you?

Charles era un apoyo de los que no sueles tener en ningún trabajo. Al menos, en los que yo he vivido. Bueno, tanto en lo suyo como en lo que respecta a los demás. Con su parte seria y currante, pero también con la otra. La de comentarios indecentes y conversaciones surrealistas. Hay que reconocerlo Charles, eres todo un personaje digno de estudio. Pero podrías habernos dejado estudiarte un poquito más...