lunes, 24 de diciembre de 2012

Fans de John Boy

Todos los raros fuimos al concierto...


A decir verdad no se trataba de un concierto, tampoco había demasiada gente rara. 
Era un miércoles como otro cualquiera. Tenía el encargo de comprar una parte del regalo de mi jefe, que como buen freak, es un aficionado de los cómics rarunos. Aproveché que tenía ir a la FNAC sí o sí para hacerlo coincidir con el día que iba a firmar su nuevo libro uno de los cantantes a los que tengo más cariño: Santi Balmes, de Love of Lesbian.

Aunque quizá algo groupie (vale, nada de quizá ni de algo;) nunca he sido demasiado idólatra. Me gustan los grupos porque me enamoro de su música, pero ellos como tal me parecen personas normales y corrientes que se dedican a un determinado trabajo que les gusta. Puedo bromear con que alguno de ellos, como en el caso de Mumford, será el padre de mis cachorros, pero ni con esas. Ni con 13 años me ha dado por acampar 3 días antes en la puerta de un concierto o de un hotel, ni pintarme la cara con los nombres de mis ídolos, tampoco he llorado o gritado ni una sola vez al verles por mucho que me gustaran. Pero hoy no he venido aquí a hablar de mí ni de mi libro, si no del de Santi Balmes. O más bien, de su presentación.

Una vez exploradas todas las plantas de la FNAC y tras preguntar por el cómic de mi jefe, divisé una pequeña fila de personas en mitad de un pasillo. Bingo. Me hice con uno de los ejemplares de "¿Por qué me comprásteis un walkie talkie si era hijo único?" y me sumé a la fila, dispuesta a esperar lo que imaginé que serían 15 minutos. Pronto llego una modernaque, una auténtica moderna de pro de las que parecen hechas en serie bajo las instrucciones precisas del Manual de la Moderna. Gafas de pasta más grandes de lo normal, pelo recogido en un moño casual aderezado con un flequillo moderno. Pitillo negros, camisa recién confeccionada en los almacenes de Retrocity y jersey apolillado con coderas.
Nada más plantarse detrás de mí me miró con cara de "tú y yo podemos ser amigas" e intentó comenzar una conversación
- ¿Esta es la cola para Santi, no?
- Sí, eso creo.
- ¿Donde has cogido el libro?
- Un poco más adelante los tienes, en la estantería de la derecha.
- ¿Y llevas mucho tiempo esperando?
- No, bueno, cinco minutos o así... - Mientras respondía yo moneaba con el móvil haciendo que escribía. Intentando, claramente sin éxito, que la chica se diera por vencida.
- Pero hay mucha gente, ¿no?
- No, tampoco tanta. - Volví la vista hacia delante, en modo "ya he girado la cabeza, no me hagas girarla otra vez".
- ¿Pero está muy lejos donde firma Santi?
- Pues donde la estantería donde están los libros. Un poco más adelante. 
Gracias a Dios Bendito me encontré a mi prima y la moderna se sumió en un  profundo silencio obligado. Eso sí: le duró 5 minutos, hasta que llegó una nueva presa a la cola.
Se trataba de una chica de apenas 18 años, con cara inocente y adorable a partes iguales. De reojo sentí lástima por ella.

La moderna comenzó el ataque y esta vez le salió bien. La niña adorable rápidamente le siguió el rollo, y pronto se enredaron en una conversación interminable y surrealista que tuve que presenciar durante DOS HORAS. Sí, señores. Lo que yo pensé que duraría 15 minutos duró 2 malditas horas de espera. Mi máximo de espera eran 30 minutos, pero esos fueron fáciles ya que estaba con mi prima y se me pasó volando. La odisea comenzó cuando mi prima tuvo que irse... y yo y mi orgullo nos quedamos entonando un "SI HE ESPERADO 30 MINUTOS, POR MIS SANTAS NARICES QUE NO ME RETIRO DE LA COLA." No sé si es porque soy de letras, pero a veces hago esos cálculos: siento que si me voy he perdido 30 minutos, pero no pienso que si me quedo PERDERÉ OTROS 90 MINUTOS MÁS. Soy de una lógica aplastante.
Pero repito: no he venido a hablar de mí. Como no tenía elección, empecé a escuchar la conversación de las fans de john boy. A medida que cada una intervenía, mis ojos se iban agrandando hasta dolerme, tanto que de vez en cuando tenía que hacer una de Facepalm


Resultó que la Moderna tenía sus dos libros, el que iba a comprar ahora era para una amiga (amig@s... qué socorridos para hablar de uno mismo). El primero de sus libros se lo sabía de memoria, porque era precioso, y animaba a la chica adorable a comprárselo. Por supuesto conocía a Love of lesbian desde que no eran famosos (en jerga moderna, desde que no eran mainstream) y una amiga suya iba a los hoteles con ellos y al backstage y de copas y de todo (...). La primera vez les escuchó en un restaurante superíntimo en el que había 4 personas, entre ellas ella misma, y desde entonces era su grupo favorito.
- De verdad, es que soy SUPERFAN. Nunca he sido TAN FAN de nadie, es que Santi... tiene una voz que te atrapa, ¿sabes?
La niña adorable asentía, en éxtasis.
- Sí, yo también soy superfan de Santi, tiene unas letras que...
- Ay sí, mi favorita es la de "Los niños del futuro son gilipollas...lalaláá..." ¿cómo era? ¡ay, joder! es mi favorita, no me acuerdo del ritmo. Dice "los niños del futuro son giiiiiilipoooooollaaaaaaas"
- No..no me acuerdo de esa... pero me suena....
- Que sí joder como no te vas a acordar, "los niñooooos....gilipooollaasssss..."
Yo dudaba entre poner la grabadora del móvil modo on, aprovechando que seguía moneando con el móvil.
La niña explicó entonces que había intentado verles en La Riviera, pero no le dejaron pasar por ser menor.
- ¡Ay, pobre! Qué mona. Yo es que les he visto 8 veces, en Cádiz, en Madríz, y bueno en otros sitios también. Y a todos mis amigos les encantan, porque se los enseñé yo y fliparon, todos me decían "tía, ¿love of lesbian? ¡qué grupos más raros escuchas!" pero yo les dije "de verdad, póntelos, es que te van a encantar." Con la de 'Yo matarééé monstruos por tiiiiii" es que lloro, ¿a ti no te pasa? lloro muchísimo.

Así pudieron estar los 90 minutos, hablando de cómo les habían conocido antes de que fueran famosos (premisa de TODO buen moderno. El coolness de un grupo es inversamente proporcional a la cantidad de gente que les escucha. Dicho de otra forma: un grupo mola si no les conoce ni su madre.), de las canciones que se sabían de memoria pero no eran capaces de entonar, del merchandising que cada una poseía, de lo guapo y precioso que era el cantante (un chico, válgame dios, de lo más normal). Y yo aguanté como una campeona, riendo, llorando y otras veces a punto de darme la vuelta y preguntarle sinceramente a la moderna si era consciente de la cantidad de estupideces que estaba soltando en voz alta. Porque todos pensamos estupideces, yo la primera, pero intento no hacer partícipe al resto del mundo. 

90 minutos después y unos 15 pasos más adelante, estaba a punto de ser mi turno en la firma. Justo antes de mí había un chico que no llegaría a los 16 años. No había abierto la boca en toda la cola. Pero al sentarse junto a Santi y mientras éste abría el libro para firmar, le espetó un:
- Santi, ¿te puedo preguntar una cosa?
- Sí, claro...
- Yo participé en el concurso de "Toca con Love of Lesbian". ¿te acuerdas de mí?
Así, sin nombre, ni datos aclaratorios, nada. Un "¿te acuerdas de mí?" y se quedó tan pancho. Santi miró a todos lados como buscando una respuesta apropiada que no hiriera sus sentimientos, y muy bajito, le respondió
- Eeeh... sí, suuuiii, claro, ¡cómo no! - Eso sí, muy serio. El chico no pareció sorprendido, como si obviamente supiese que su participación no pasaría desapercibida. Y como si obviase, por otro lado, que la mayoría de los concursos responden a un plan de marketing y no son gestionados ni de lejos por el propio grupo, si no por gente que se encarga de esas cosas.
- Pues como sabes os mandé bastantes maquetas... y bueno, me hacía mucha ilusión ganar. Ya sé que a todo el mundo se la hace, pero yo estaba muy ilusionado, ¿sabes? - Sentí ganas de avanzar unos pasos y abrazar a aquel chico. Sencillamente por su capacidad de mantener esa ingenuidad pura, 100%, en este mundo de Dios. Santi asentía mientras firmaba, buscando de nuevo un plan de fuga. Tengo que reconocer que tuvo un par enormes en sus respuestas, como si estuviera de vuelta de todo y no tuviera miedo a que le saliera mal la jugada.
- Ya, si me acuerdo perfectamente y estaban genial, pero... es que al final... ¡sabes lo que pasó! pues que había mucha competencia, nos fue tan complicado decidir porque el nivel era tan alto que tuvimos que echarlo a suertes - en este momento chasqueó la lengua, como diciendo 'y mira que nos dió rabia, ¿eh?'. El chico ingenuo pareció afligirse con la respuesta.
- Claro... bueno, a mí me hacía ilusión y por eso... muchas gracias Santi. - Se levantó entonces, no sin antes hacerse una foto con él, y cuando ya pensaba que iba a marcharse con la cabeza gacha se dio la vuelta y gritó
- ¡SANTI! ¡TE ESCRIBIRÉ, NO LO OLVIDES!

Observé a la gente de alrededor riéndose por lo bajini, dirigiéndole una mirada de lástima al chaval. Yo compartía su mirada, pero solo sonreí. Porque después de todo seguía viendo su ingenuidad como algo preciado y escaso hoy en día. Como un escudo que te mantiene en tu burbuja y te libra de la crueldad de la que está tintado el mundo entero. Como cuando crees en los Reyes Magos y en Papá Nöel, ¿quién se atreve a reírse de eso? Es cuanto menos entrañable. Porque te parece increíble cómo algunas personas, que a veces son los más pequeños y a veces no, pueden mantener la ilusión intacta durante tanto tiempo, contra viento y marea. A pesar de que todos los indicios les conducirían a descubrir el pastel, a dejar de creer. Es admirable como la ingenuidad te protege de todo... hasta que la pierdes.

Y en un día como hoy, lleno de artificios de ilusión enlatada en forma de anuncios de Campofrío, lleno de frivolidad que hacen uso las empresas para aprovecharse del sentimentalismo, lleno de malos tiempos capeados con un montón de sonrisas y unos turrones en la mesa... me he acordado de los Fans de John  Boy. Y de que al fin y al cabo puede que sí que sean raros. 
(Y ahora ya soy, y ahora ya, ya lo soy)

Felices Fiestas to everyone... human beings and furball beings!







lunes, 10 de diciembre de 2012

Forever Young

Cada vez tengo menos teenage stuff que contar. La edad, que va haciendo sus estragos (ja).
Me estoy acostumbrando a dejar atrás las pequeñas cosas, los pequeños placeres, las pequeñas conversaciones (well tell her that I miss our little talks).

Hoy cuando llegaba a casa me daba cuenta. Al bajar del autobús, de pronto, me ha invadido la misma sensación que cuando llegaba de la universidad: las ganas de subir, descolgar el teléfono y charlar con algún amig@ que probablemente habría visto ese mismo día, como mucho 2 días atrás. Y aunque no teníamos nada que contarnos, nos lo contábamos todo. Lo mejor de las conversaciones con amigos viene cuando ya te has puesto al día de todo, ya sabes lo que hace y donde y todo ese tipo de detalles que se cuentan a los conocidos cuando topas con ellos por la calle. Es entonces cuando surgen los verdaderos pensamientos, las divagaciones, los desvaríos, y podéis acabar hablando de cualquier cosa. Esa es la verdadera conversación.

Hace mucho que no hago eso, para ser sinceros. Mis conversaciones se limitan a grupos de whatssapp o llamadas en el descanso del trabajo para acordar la hora y el lugar en el que quedamos a tomarnos algo. Y cuando quedamos, tampoco arreglamos el mundo en los bares como hacíamos antes. Apenas nos da tiempo a ponernos al día, y aún así nunca conseguimos acabar del todo. Te guardas muchas cosas y te quedas sin escuchar otras, porque no hay tiempo en solo una noche. Y acabas hablando de lo de siempre, de los trabajos y de la crisis, hasta que decides que es tiempo de coger un taxi y emprender la vuelta a casa con el mundo aún en su sitio. Nada ha cambiado. No como antes, no como cuando nadabas sobre asfalto y el mundo giraba demasiado deprisa.

Esto es lo que pasa con el tiempo, y es inevitable. También necesario. Necesitas alejarte de lo que en otro tiempo considerabas tu muralla china, tu burbuja, tu escudo. Y no dudabas de que esas relaciones casi minuto a minuto permanecerían para siempre, de que esos lazos seguirían tan fuertes como lo eran entonces. Necesitas independizarte de lo que más quieres, para aprender a ser tú mismo sin nadie alrededor. Esto no siempre es fácil. 

Todo esto es necesario y consecuencia inevitable cuando decides hacer tu camino. Irte al extranjero, o quedarte. Buscar un trabajo, dejarte absorber por la rutina. Establecer unos hábitos semanales, unas actividades. No queda entonces casi tiempo para el resto, y decides dedicarte un poco más a ti. 

Por otro lado… Nunca me ha asustado la soledad, aunque ahora tampoco la disfruto como antes. No encuentro momento para perderme por Madríz bajo la música y actuar como si estuviera ante una ciudad desconocida. Las horas de sueño son un tesoro y las cuento al milímetro, ya no gasto extras leyendo un libro hasta que se me caigan los ojos. Mis pensamientos en el metro giran en torno al trabajo, a las obligaciones, a los planes de futuro. Ya no me pierdo en ensoñaciones innecesarias que me hagan pasarme de parada.

Pero a veces te paras, o te bajas del autobús, y lo sientes. Aunque sabes que tú formas parte de eso y aceptas el curso normal de las cosas, echas de menos descolgar el teléfono. Y hablar de todo y de nada, reírte o desahogarte o escuchar las pequeñas anécdotas intrascendentes y geniales de la persona que está al otro lado. Caminar por tu ciudad sin rumbo fijo e imaginando vidas alternativas. Soñar que puedes hacer cualquier cosa, y que la harás sin duda en algún momento. Saturarte de tus amigos cada día hasta que ya no queden mundos que arreglar. 

En lugar de eso llegas a casa, abres el portátil y tecleas pensamientos sin ordenar que probablemente nadie lea.


lunes, 3 de diciembre de 2012

Speechless

Cada vez más fan de las redes sociales basadas en fotos.
Será que no tengo nada que decir.
O que no me da la gana decirlo.
Cualquier opción es válida.

Hace un tiempo escribí unas palabras.
El tiempo, las palabras, la distancia. 
Todo cada vez es más variable. 

Las palabras eran las siguientes
(aunque quizá ya no lo sean)

Aunque corra
Te espero
Porque huyendo
He encontrado la manera de esperarte
De quererte a mi manera
Y de que tu me quieras
Y cuanto más me alejo
Más cerca me siento de ti
Y besare todas las bocas
Seguiré demostrando
Que sólo existe una



miércoles, 21 de noviembre de 2012

Romanticrisismo

He de reconocerlo, desde hace algún tiempo sigo a Moderna de Pueblo y suelo estar bastante de acuerdo. 

Pero desde que vi esta viñeta, desde ese preciso instante, me convertí a la religión Moderneodepueblo 100%. Practicante, fanática y extremista. 

Moderna de Pueblo, hacer click

martes, 13 de noviembre de 2012

Por el viejo barrio

Xoel López siempre me suena a nostalgia.
 A paradas de autobús donde también se paraba el tiempo.
Como te recuerdo ahora es como quiero recordarte. 



domingo, 21 de octubre de 2012

Días que song canciones

Días que son canciones. Canciones que son personas.

Domingos de lluvia y sofá. De letras, y de ideas.
De antes, de ahora y de después. Sigo teniendo un cajón cada vez más lleno. Algún día lo abriré, y tú ya no tendrás la cabeza entre las manos. Tampoco esconderé las mías en las mangas del jersey. No dejaré la puerta entreabierta, porque seguirás ahí.
Y no te soltaré aunque a veces te caigas.











martes, 16 de octubre de 2012

What living abroad taught me

That no matter how far you've been brought up from others, you're more similar that you could've ever imagined.
Fun, friendship and caring are universal words.
That you can find awesome people from all over the world, and you surely will.
That living in a foreigner country binds people who are under the same situation. And these kind of ties are amazing.

That Iceland has a different meaning in english. 
That swedish people mix meatballs with jam, and that's quite delightful.
That Czech Republic belongs to Europe though it doesn't seem so ;)
That they have in switzerland not only the most delicious cheese fondues but also the most stylish people.
That 'hakuna matata' is real african language, and 'pole sana' means 'very sorry' in swahili. Or something like that.
That there are danish people living in Tanzania and some of them play guitar really well.
That some german hairdressers might need a horse sometimes.
That icelandic language is as hard as it sounds and you will never be able to get it as long as you're spanish.
That meeting for coffee feels better than partying sometimes.
That there are loads of diferent family types, and they work perfectly together.
That men dressed with skirts can be hot.
That french crepes have nothing to do with crepes from any other country.
That mum can act like a party animal and still be the most perfect mum ever.
That dad can work too much sometimes, but he'll always have a smile on for everyone he come across with.
That you can explain to the little ones the worst things that could come to us, they'd understand.
That kids are adorable, no matter what they do. You just love them with your whole heart.

That even though you've spent all your life immerse in your own culture thinking the others would be rather aliens, you all laugh at the same jokes. 
That you feel confortable like never before, that even though you're not in your country, or surrounded by your family, or hanging out with your old mates, you simply feel at home. 

Thanks to Lara, Ylfa, Renata, Johanna, Carina, Johan, Matthias, Jonas, Raphael, P'trissia, Bea, and of course my kids and my host mum and dad. I miss you all.

Just a little part of the guys



lunes, 15 de octubre de 2012

Gentlemen nowadays

*Hoy 15 de octubre, fecha en la que el periódico 20 minutos ha publicado que "ya no quedan príncipes azules en Europa", parece el día perfecto para rescatar esta entrada de borradores.

Hace algunas semanas salí del trabajo, como de costumbre, cogí el metro, como de costumbre, y me senté, aunque esto solo lo hago a veces. Como me gusta escudriñar a la gente que comparte mi vagón (yo lo veo como mi vagón), pronto me fijé en el chico que tenía al lado. Bien trajeado, con el nudo de la corbata impecable, zapatos de piel auténtica y el pelo moldeado con gomina hacia atrás. Para completar el estilismo llevaba gafas, unas gafas finas de pasta.

"Todo un caballero a la vieja usanza", pensé. No me equivocaba mucho, lo supe cuando posé la vista en el libro que leía muy ensimismado. "Diccionario urgente para el caballero de hoy en día". No dudé en intentar leer cada párrafo, mientras mi sonrisa se iba ensanchando sin poder evitarlo. 

"Cita: Para la primera cita no debe llevarla a una taberna, pues se trata de sitios vulgares inadecuados para llevar a una mujer. Tampoco debe excederse en su invitación, ya que una cena en un lujoso restaurante servida con copas de champagne podría provocar un retraímiento por su parte. Decántese por una copa después del trabajo.
No plantee una invitación abierta ni use fórmulas similares a '¿porqué no quedamos algún día?'. Escoja un día y una hora y hágaselo saber.
Una vez terminada la velada y en el caso de que haya sido de su agrado, no debe comunicarse con ella hasta pasados cuatro días. No se deje vencer por la felicidad al llegar a casa, esconda el móvil si es necesario."

También hablaba de llevarla a casa, de cómo aplaudir, de cómo hablar sobre política o de cómo comportarse con sus compañeros de trabajo. Todo un divino tesoro que deberían regalar como los panfletos a la salida del metro.

Antes de protagonizar una escena en medio del vagón, me apresuré a sacar el móvil y whatsappear a mi amiga Nenúfar. Éstas fueron mis palabras: "He encontrado al hombre perfecto. Estoy a punto de pedirle matrimonio aquí mismo. Qué hago?".

Sí, dejé pasar al hombre de mi vida. A los pocos minutos, exactamente cuando hice transbordo, dejó de importarme. Pero la impresión que me causó esa imagen me recordó a las sabias palabras de otra amiga mía, que guardo como oro en paño. Además de porque me encantan, porque me las escribió por mail en una de nuestras largas conversaciones epistolares diarias. Y hoy tengo la oportunidad de hacerlas públicas, y avanzar un paso más hacia el proceso que las convierta en mandamiento universal. Atención, por favor.

Manual para ser el hombre perfecto, Punto 1, por Zsa Zsa Gabor
1.     Todas las mujeres son PRINCESAS. Nos hemos criado en un mundo influido por la mala gestión de las películas de DISNEY, en la que la chica pobre, sin padres, sucia y destartalada conocía al príncipe de sus sueños, se enamoraban, ella era salvada de la bruja malvada y finalmente se casaban. Ella se convertía en la princesa del reino y vivían felices y comían perdices…

Pues bien, actualmente se siguen comiendo perdices, pero de otro tipo.
Los príncipes que merecían la pena están cogidos (Véase Felipe ¿¿??, y el guapísimo Guillermo. Sí aun queda su hermano, pero  tiene pinta de ser un mujeriego, y tampoco nos vale mucho, porque es complicado que acabe subiendo al trono..).
Pues bien, en un mundo en el que ya no quedan príncipes y lo único que se demanda es una Republica, no podemos romper el corazón de las mujeres negándoles un derecho que DISNEY un día les prometió. (Cualquier reclamación al Ser. Walt)
Todas las mujeres son PRINCESAS, y así deben de ser tratadas.  Ya sea tu novia, tu rollo, tu amiga, la chica del trabajo que te follas entre semana o la borracha 30 añera de Liberata que consigues llevar a tu casa los viernes a las 6 de la mañana. Sí, aun que tenga el rimmer corrido y huela más a whisky que un escocés borracho, es una P-R-I-N-C-E-S-A.
Trátala como tal.
(Aquellas que no tienen aspecto de ser mujeres por la cantidad de pelo que acumulan en su barbilla, también están dentro del PACK)


Ante esto, no puedo más que quitarme el sombrero ante Blondie y entonar, alto y fuerte, un:



Source: google.com via Beatriz on Pinterest

miércoles, 29 de agosto de 2012

Un día en el parque de atracciones II


 *Nota 3: Para quien no le suene este título, mejor leer la entrada desde el principio. Dejo el link aquí (scrolls down innecesarios a mí!)

Momento aserradero
-         ¡Lo mejor de esta atracción es la segunda bajada!- gritaba Minus desde atrás. – Nenuf, ¿estás preparada para una de nuestras poses?
La barca era de tres, por lo que esta vez a ninguna nos tocó ir solas. Íbamos en fila de uno: yo ocupaba el asiento de adelante, Nenúfar después y Minus en último lugar.
-         Claro, ¿cómo salimos esta vez? ¿así? – Nenuf hacía el símbolo de la victoria con las manos.
-         Yo…. Intentaré sonreír… - Me atreví a mascullar entre dientes.

Bajada en 4, 3… me agarré a las barras de los laterales con todas mis fuerzas.”¡¡Ueeee!! ¡¡Vamos allá!!” Minus y nenúfar seguían en plena exaltación… 2… noté que iba a salirme de la barca de un momento a otro, agaché la cabeza para que el momento pasara lo más rápido posible… 1…. Y… ¡¡zaasss!! ¡¡¡en toda la boca!!! En centésimas de segundo la barca se inclinó, cogió impulso, yo me acojoné aún más si cabe, mis amigas levantaron las manos para posar, la barca se precipitó al vacío y… yo me comí la barra delantera. Era tanto el miedo que me recorría, que de tanto encogerme terminé estrellando literalmente mi cara contra la barra de enfrente.

Después de tantas emociones fuertes y con el labio dolorido decidimos descansar un rato. Nos dejamos caer sobre el césped fresquito y sacamos nuestros bocatas de domingueras. El descanso duró poco, porque a medida que menguaba el bocadillo aumentaba la lista de atracciones que nos quedaban por disfrutar. O sufrir, según se mire.

El día se estaba dando bastante bien hasta ese momento. Soplaba una brisa casi imperceptible que aligeraba la temperatura, permitiéndonos caminar todo el día sin desprender una gota de sudor. A la vez el sol calentaba en lo alto, lo que nos hacía secarnos en cuestión de minutos tras una atracción de agua.

Nos sacudimos la hierba de los vaqueros y buscamos con la mirada nuestro próximo objetivo anti-digestión.

Momento tornado
Esta vez sí que tuvimos que esperar cola, por primera vez en todo el día. No era muy larga, pero sí lo suficiente como para darnos tiempo a interactuar con los chicos de la taquilla. Una vez en nuestros asientos, Javi nos abrochó los cinturones mientras piropeaba a Minus. Escuchamos a uno de sus compañeros

-         ¿Están todos listos en tu fila?
Javi clavó sus ojos en los míos.
-         Sí, solo faltan estos tres asientos, que no funcionan. – Se refería a los nuestros. No me dio tiempo a gritarle que me bajara inmediatamente, porque salimos despedidos looping arriba. Esta vez sí que solté las manos, abrí los ojos y pasé de gritar en modo señora asustada a modo adolescente alocada. Progresaba a pasos agigantados.

Por último, nos llegó la hora del Viejo Caserón. Como  toda aventura digna, el momento álgido espera al final del recorrido.

Momento Casa del Terror
-         Yo voy en medio, lo siento, esto sí que me acojona. – Nenúfar olvidó la valentía que hasta entonces le había acompañado y empequeñeció unos cuantos centímetros.
-         ¡Venga ya, que la miedica soy yo, no tú! – Intenté animarla de un empujón.
-         ¡¡Pero que me he puesto a gritar en la zona de niños porque se me ha acercado un Gormiti!! ¡¡UN GORMITI AZUL!!

Minus y yo nos reímos a carcajadas, yo acepté a ocupar el último lugar y Minus, como siempre liderando y sin un ápice de miedo en su expresión, se ocupó del primero.

A las puertas del caserón nos esperaba un hombre musculado y convenientemente vestido de negro.
- Estáis a punto de pasar a la Casa del Terror. Permaneced siempre juntos, no os separéis en ningún momento… - y así continuó su retahíla durante varios minutos, con voz grave y pausada. Yo, agarrada a Nenúfar, notaba el parkinson en sus manos. Una vez hubo terminado el sermón, ésta se atrevió a preguntarle con una mezcla de pena y terror en su voz
- ¿Pero y… cuánto… dura?
- Cuarenta y cinco minutos.

Con estas, nenúfar se dio la vuelta y todo el grupo de 7 personas nos dirigimos a la puerta indicada.
Nada más entrar a aquel escenario oscuro, únicamente iluminado por una tenue luz mortecina, todo mi cuerpo se contagió del parkinson de nenúfar. Me pegué a ella cual lapa estrujándole las manos. Un hombre con voz distorsionada y ojos amarillos nos dio las primeras indicaciones, pero yo era incapaz de prestar la más mínima atención. Continuamos por el camino marcado, mientras Minus comentaba con mofa cada decorado y monstruo que estaba a punto de aparecer. La pareja de detrás nos animaba, y se reía cada vez que nenúfar y yo ensordecíamos sus tímpanos con gritos despavoridos.
Pasillos estrechos con monstruos enjaulados que no dudaban en alargar la mano, salas con decorados terroríficos y figuras siniestras que acechaban tras las esquinas.
De pronto, un loco con cara de loco y ataviado con bata de loco apareció de la nada y se plantó a 2 centímetros de nuestras caras.
-         ¿A vosotras qué os pasa? – Ambas, nenúfar y yo, chillamos hasta quedarnos sin voz. El loco no se dio por vencido. De un salto apareció de nuevo a nuestro lado, mirándonos con sus ojos morados de loco y su tez pálida de loco y sus manos con sangre de loco. Entonces pronunció las palabras más aterradoras jamás dichas.
-         ¿Os gustan… las tartas?

Ante tal provocación no pudimos evitar chillar todavía más fuerte y salir corriendo, como si nos hubiera dicho que nos rebanaría la cabeza y nos cortaría en pedacitos.
Por suerte Minus frenaba nuestro paso justo a tiempo, de no ser por ella nos hubiéramos saltado el recorrido un millón de veces.
-         ¡Mirad, una sala llena de jamones! – Minus se refería a un habitáculo lleno de cuerpos vendados que colgaban del techo, ensangrentados. Para atravesar la habitación debíamos sortearlos, lo que debía causarle mucha diversión. La pareja de delante se reía de las ocurrencias de Minus, que parecía estar pasándolo en grande. Como si estuviera en un parque de atracciones. Ja.

Nenúfar y yo continuábamos fusionándonos hasta casi ser una, digievolucionando hasta el estado de flanes perfectos.
-         Ahora viene la niña del exorcista, atentas porque aquí hay cámara y tenemos que salir bien en la foto. - ¡Maldita tranquilidad de Minus! ¡Maldita manía de posar! Justo antes de entrar, Minus se dio la vuelta sobresaltada
-         ¡Pero bueno! ¿¿Se puede saber quién me ha clavado un piño en la espalda??

Nenúfar otorgaba en silencio, justo detrás y encorvada como un gollum de aspecto aniñado. Minus le dirigió una mirada compasiva y continuó hacia la habitación de la niña del exorcista como si caminase hacia el photocall de una premiere.

Yo, desde atrás, no dudé en empujar con todas mis fuerzas al grupo para pasar a aquella pesadilla de sala. Cuando por fin alcanzamos el pasillo de salida, tocó la mítica última carrera de terror para escapar del hombre de la motosierra.

Al ver de nuevo la luz del día yo tenía el corazón en un puño y nenúfar no sabía si reír o llorar. Hablaba de forma entrecortada, le temblaba la voz y tiritaba como si hubiera pasado horas en una cámara frigorífica. A su lado, Minus no podía contener la risa.

Aún superando el estado de shock, nos acercamos a ver la instantánea. Minus saludaba a la cámara, alegre. Nenúfar la seguía, encogida y sin soltar mi mano. Yo estaba demasiado ocupada empujándolas con todas mis fuerzas para salir de allí, por lo que mi expresión no era muy favorecedora. Después de pagarla nos quedamos un ratito junto al puesto comentando la jugada. Entonces alguien nos llamó desde dentro de la caseta. Era el chico forzudo, el que nos había explicado las normas a seguir antes de entrar.
-         ¿Cómo han ido esos 45 minutos? – preguntó, sarcástico.
-         ¡Los peores 45 minutos de mi vida! – Nenúfar pronunció la primera frase seguida desde que habíamos salido de la casa.
-         Bueno… hemos tenido un problemilla con la impresora, y bueno.. qué casualidad, ha salido otra foto de más de las vuestras. Podéis quedarosla si queréis.

Sonreímos educadamente y yo di las gracias mentalmente por tener unas amigas tan guapas.

-         ¡Una para Londres, y otra para que te la quedes tú! – Era verdad. Por unas horas había olvidado que mis amigas se marchaban a Londres y me abandonaban a la deriva en mi querido Madríz. Pero no era momento para ponerse triste, tampoco lugar. Los parques de atracciones no están hechos para eso. Así que decidimos dar unas cuantas oportunidades más a las atracciones hasta que empezó a anochecer.

A las 9 de la noche, con más adrenalina de la que jamás pensábamos albergar, convinimos finalizar nuestra jornada de revival teenager. Era tarde, y aunque nuestro cuerpo acumulaba muchas emociones fuertes, aún quedaba el último sprint. Cogeríamos de nuevo el coche, pondríamos rumbo a mi casa, cenaríamos allí y saldríamos donde nos dictara la noche. Pero, en lenguaje bloguero, eso ya es otro post.

P.D. obligada-. Después de todo, dos cosas quedan claras:
1-. Aunque a veces vaya de dura por la vida, no soy más que una nena. 
2-. Mis amigas, de apariencia frágil y delicada, tienen más pares de narices que muchos machos ibéricos conocidos y por conocer. Juntos.


martes, 28 de agosto de 2012

Un día en el parque de atracciones


*Nota: Por una vez, no le daré la razón a "Los Planetas". Este día dista mucho de ser una pesadilla.
*Nota 2: Esta entrada, como en anteriores ocasiones, irá por entregas (a riesgo de resultar soporífera para el despistado lector que aterrice aquí por casualidad)

-         ¿Sabemos cómo ir? – desde dentro, Nenuf organizaba las cosas para dejarme espacio en el coche.
-         Espera, voy a por el GPS. - Antes de entrar recorrí unos metros para hacerme con nuestra salvación. Abrí la puerta del chevrolet rojo y busqué por todas partes. Nada. Regresé de nuevo a la ventanilla de Nenuf.
-         Nada, que no lo tengo. Mis padres se lo han llevado al pueblo.
-         Genial. Entonces no sabes cómo vamos a llegar, ¿no?
-         Ni idea.

Abrí la puerta y me senté en el asiento del copiloto. Ya solo nos faltaba recoger a Minus y emprender el viaje a ninguna parte. Tres chicas carentes de todo sentido de la orientación.

Llegamos media hora antes de que abrieran las puertas, pero ya había al menos una veintena de personas esperando en la acera. Observé las enormes verjas desde lejos, apenas podía recordar la última vez que había estado allí. Lo que sí recordaba perfectamente era la mezcla excitación, nervios y euforia contenida que había sentido todas las veces que había contemplado esas verjas.

Tras dejar nuestro riñón en la taquilla corrimos hacia la primera atracción. La elección estaba clara.

-         Por favor… no… no me hagáis esto…. – el nenúfar rubio suplicaba en voz baja intentando arrastrarnos lejos del gigante naranja fosforito.
La atracción elegida era una de las más nuevas, una montaña rusa enorme de curvas imposibles que mareaba con solo mirarla. Minus y yo saltábamos las vallas entusiasmadas, con los ojos chispeando de ilusión.
-         ¡Pero, a ver, pero! ¡Mira, es que! ¡Si es mejor así Nenuf! ¡Ya verás!
-         ¡Sí, esto es como en la piscina! Cuando no te quieres meter pero sí… y entonces ¡zas! ¡Te metes de golpe! Así el sufrimiento se pasa antes, ¿no lo ves? ¡Imagínate ahí, metiéndote poco a poco… es una agonía!
La mirada nenufiana continuaba en modo gatito de shrek. No parecía compartir nuestros argumentos.
-         Pues yo la verdad… es que siempre me meto poco a poco en la piscina…

De poco le sirvió obligarnos a sentir sus pulsaciones, en menos de 2 minutos estábamos subidas a un vagón a punto de despegar hacia el Abismo. Metáforas aparte, ése era el nombre de la atracción.
A medida que el vagón comenzó a moverse por la estructura yo comencé a hablar, presa del pánico.

- No pasa nada, no pasa nada. Es solo una atracción, ¡qué divertido!- repetía con un tono de autoconvicción muy poco conseguido. - Va a ser muy divertido, no pasa nadaaaaAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHH!!!!!… - Pronto la primera subida puso mi estómago del revés y solo pude cerrar los ojos con todas mis fuerzas y gritar. Juro que no pude despegar los párpados ni un solo segundo, mi cabeza daba vueltas mientras aquello subía, bajaba, hacia loopings y retrocedía a unas velocidades vertiginosas. Estaba tan fuera de mí que cuando escuché, a mi lado, a nenúfar gritando mi nombre, solo pude contestar un acalorado “¡¡¡CÁLLATEEEEEEE!!!”
No volví a escuchar su voz en toda la atracción.

Al acabar y por fin pisar suelo firme, yo estaba blanca como el azúcar glass. Mi cabeza no me respondía y tenía la mirada perdida. Avanzamos por el asfalto mientras notaba las piernas temblando de la impresión. Mientras, Minus y Nenúfar comentaban eufóricas lo genial que había sido y se reían de mi aspecto fantasmal.

-         ¡Venga, vamos a la tarántula! – Ahora era Nenúfar, la misma que momentos antes pedía clemencia, la que nos animaba a correr hacia otra muerte fugaz.
-         ¡Y una mierda! – Tres minutos más tarde, las tres ocupábamos los asientos de la maldita tarántula.

De nuevo sacrifiqué mi garganta al son de gritos, gritos y más gritos. Para mi sorpresa, una vez hubo acabado la atracción mi nivel de adrenalina estaba por las nubes.

-         ¡Vamos a otra! ¡Más, quiero más!
-         ¿Qué os parece la mina?
-         Venga, algo un poco tranquilo…

Nos montamos en unas cajas metálicas destartaladas. Como éramos impares, era mi turno de montarme sola. Una vez en mi sitio y sin saber de qué iba la atracción, se nos acercó el chico encargado con cara de preocupación:
-         Por favor, no os olvidéis de abrocharos los cinturones. Es importante.
-         Claro, ahora mismo. – Dispuestas a obedecer, rebuscamos en los laterales de la caja algo parecido a un cinturón. Nada. Me levanté como una exhalación, histérica, imaginando el trágico accidente que estaba a punto de sucedernos.
-         ¡¡¡PERDONA!!! ¡¡POR FAVOR, NOS FALTAN LOS CINTURONES!!! ¡¡Y YO VOY SOLA, POR FAVOR!!!

Tardamos unos segundos en darnos cuenta de la risa del chico. Los mismos segundos que tardó nuestra cara en sonrojarse, mientras me sentaba despacito. La atracción en sí era una niñería que solo consistía en disparar a unas luces con pistolas láser, por lo que no entrañaba riesgo alguno y por supuesto carecía de cinturones de seguridad. “No se juega así  con el miedo de la gente” pensé, a la vez que reconocía que, en el fondo, había tenido su gracia.

Después de estas vinieron muchas atracciones más, porque para eso habíamos ido a pasar el día a un parque atestado de ellas. Minus y Nenúfar caminaban envalentonadas a una y a otra, agitaban los brazos en pleno looping y se reían en medio de una bajada. Posaban para las cámaras que te retratan en el peor momento, incluso planeaban qué muecas hacer. 

Como bien he aclarado al principio del post, esto va por entregas. Comencemos por un momento cualquiera.
Momento fiordos
-         ¡Venga chicas, poneos bizcas! ¿Qué os parece esta cara? – Minus ladeaba la cabeza, con la lengua afuera, los ojos cruzados y los brazos en posición descoordinada.
-         ¡Me gusta, sí! ¡Venga preparadas, que se acerca la bajada donde nos hacen la foto! ¿Bea, tú qué cara vas a poner?
-         ¡¡Ninguna!! ¡¡Ni de coña!! ¡¡¡Estáis locas!!! – Yo me aferraba con una mano al asidero de enfrente, mientras que con la otra agarraba el asiento de mi compañero imaginario. De nuevo me había tocado sola, y por alguna extraña razón soportaba mejor la presión y el miedo agarrando el respaldo de al lado cual novio primerizo en una sala de cine.

Cuando nos acercamos a ver la foto, ellas estaban fantásticas. No en el sentido acaparar portadas de revistas ni mucho menos, pero las dos aparecían haciendo el subnormal, relajadas y felices. Yo, en cambio, salía apretando la mandíbula y muy concentrada en mi papel de novio patético.

domingo, 26 de agosto de 2012

What girls love most in guys


Ya sea chico o chica, cualquier persona que decidimos tener a nuestro lado nos gana por la personalidad.
Cómo ve el mundo, cómo se ve él mismo, cómo te ve a ti o cómo ve al resto es lo que determina tu visión sobre esa persona independientemente de su físico.
Esta recopilación de puntos básicos no es cosecha únicamente mía, si no que es fruto de comparar experiencias propias y ajenas durante laaargo tiempo.
Y, ¡eh! Es válido tanto para cualquier tipo de relación, sea de la naturaleza que sea.

-         Sentido del humor. Que te haga reír.  Y no me refiero a que te cuente chistes o a que se esté haciendo el gracioso las 24 horas. Me refiero a que le sobre sentido del humor y lo regale, a que le vea el lado divertido de las cosas y disfrute con que tú lo veas también. Algo tan sencillo es vital. Que seáis capaces de reíros juntos hasta que os duela el estómago es un síntoma de solidez en la relación.

-         Humildad. Que sea humilde. Vale que cierta chulería pueda tener su punto, siempre que sea más una pose o un deje inconsciente que una actitud premeditada y estudiada. Pero la prepotencia, ya sea a nivel de discurso o de apariencia física, es un antídoto fulminante contra el atractivo. No hay nada peor que un chico que te mire por encima del hombro hablándote de sus vastos conocimientos sobre infinitos temas, incluso los que no te interesan un carajo. Que te exponga todas sus opiniones con tinte de meeting y que, por cierto, todas son acertadas.
En cambio, un chico/a que sepa conversar con gente de cualquier nivel cultural o social, sea educado y sepa escuchar, tiene mucho terreno ganado.

Y en cuanto al aspecto físico el caso es aún más flagrante: no hay nada peor que un chico que “es guapo y lo sabe”. Entendámonos, todos tenemos ojos en la cara para saber si uno es guapo, del montón o un orco de mordor. Pero sabéis a lo que me refiero. Cuando un chico/a es del tipo “es guapo y lo sabe” se casaría consigo mismo y tendría hijos solo para clonarse. Es el tipo de chico que cree que juega “en otra liga”, y piensa que todas las chicas caen rendidas a su paso. Por supuesto que su imaginación juega un papel clave en estas creencias, pero en su cabeza parece haber un globo inflado de ego que le impide separar realidad de ficción.

-         Average. Que sea normal. Vaya generalidad, ¿no? ¿Qué es lo normal y qué no lo es? No vamos a entrar en cavilaciones filosóficas porque si no este blog se llamaría “Cavilaciones filosóficas de LadyMadriz”, lo que no queda demasiado cultureta. Con el término “normal” nos referimos a sencillo, transparente, coherente con su forma de pensar, sin nada que ocultar ni disfrazar. Que se adapte a cualquier situación sin problema. Por supuesto que cualquier desequilibrio o extremo no entran dentro de la clasificación de “normal”.

-         Interesante. Que tenga tema de conversación. Experiencias que ha vivido, lugares en los que ha estado, ideas, pensamientos, absurdeces, en definitiva, cosas que contar…. Y que sepa escuchar. ¡Sí, ya sé! Muy de chica, ¿verdad? Pero la realidad es que a todos nos gusta ser escuchados. Y existe el pensamiento erróneo de que “aportar” en una relación es únicamente contar cosas, hablar… cuando realmente no es así. Un diálogo no se basa en “te cuento, y ahora me cuentas tú”. Puedo hablar de mis cosas, y tú puedes intervenir en ellas. Y cuando tú me cuentes lo que te apetezca, yo te pregunto, comento, te aconsejo, y no por obligación si no porque me interesa.
      Cuando te atrae una persona quieres conocerla, saber de ella, escuchar sus gustos, sus aficiones, su pasado. Y cuando ya la conoces y la quieres, te gusta saber qué tal le ha ido el día, escuchar la historia tan divertida que le ocurrió con sus amigos el finde pasado o sencillamente cómo se siente. Nos gustan las personas que nos enriquecen con sus historias, sus pensamientos y sus ideas, no cabe duda. Pero una relación no está hecha para ser unidireccional. También nos gusta que nos pregunten, nos escuchen y se interesen por nosotros.

-         Basic. Que te acepte tal y como eres. Con tus más y con tus menos. Que a pesar de todas tus virtudes y todos tus defectos, te siga admirando. Que nunca te niegue un abrazo es, quizá, la parte más fundamental de todas.

Seguro que muchos pensáis en la sinceridad, fidelidad, y otros tantos aspectos importantes en las relaciones… pero esa es otra historia. Esto no es más que un primer contacto, una “guía de bolsillo” para dummies. De las que me gustan a mí.
 

jueves, 9 de agosto de 2012

Pequeño desastre animal


Tengo un problema. Como los principios, si no le gustan tengo otros.
Pero hoy voy a hablar de uno que me atormenta desde hace casi 2 años. 2 años son muchos para cargar un problema, y más cuando tiene que ver con tu trabajo.

Quizá alguien pueda ayudarme, o a alguien le ocurre lo mismo y podemos formar un foro de cooperación mutua, y poco a poco quizá se una más gente que se atreva a confesar su afección y acabemos formando una asociación que luche por nuestros derechos.

Se trata de las reuniones de trabajo. Yo suelo ser una chica despierta, inquieta, que no me cuesta madrugar y en cuanto veo un síntoma de baja actividad me encasqueto dos cafés bien cortados. Esto suele pasar cada mañana. Ya casi como costumbre. Es raro que el cansancio o sueño me ataque durante el día. Me pone nerviosa dormir la siesta porque creo que estoy perdiendo el tiempo. Pero las reuniones… ay las reuniones.

Cuando entro en la sala intento concienciarme, animo a mi espíritu a seguir a tope con la COPE. Cierro la puerta tras de mí, respiro hondo y miro a la gente a los ojos como para advertirles que no, esta vez no ocurrirá. "¡¡HA!! Noohhhhamigos" - les digo telepáticamente - "¡¡Hoy noooh es vuestro día!!"

Pero ocurre. Siempre ocurre. Es comenzar a escuchar a los jefes explicando (no importa qué jefes), y un tic de bostezos me ataca sin preaviso. No puedo evitarlo, por más que lo intente. Bostezo sin querer una y otra vez, con apenas 3 segundos de diferencia. Juro que es cierto. Y es como el hipo, que no puedes parar aunque lo estés pasando realmente mal. Es entonces cuando intento todos los trucos para disimular mi tic bostecil: aprieto los dientes como si no hubiera un mañana, me muerdo la lengua hasta hacer muecas imposibles, se me empañan los ojos de la tensión acumulada. Hago que escribo para poder mirar hacia abajo y que mi careto de contracción intentando contener el huracán bostezo no sea visto por todos los asistentes. Al cabo de media hora estoy roja del esfuerzo, llena de lágrimas y con los ojos como pimientos morrones.

Lo peor no acaba aquí. Y no me refiero solo al hecho de que a veces los jefes, como es lógico, se dirigen a mí y puedo notar sus caras de “qué narices le pasa a esta chica”. Tampoco me refiero al hecho de que me toque hablar, y sea un espectáculo ridículo y denigrante.

Me refiero a que a este tic bostecil se le añade un segundo pseudos-problema: mi incapacidad para hacer dos cosas a la vez. Esta tara se traduce en que cuando escucho e intento coger notas, escribo cosas sin ningún sentido en absoluto. O escucho, o escribo. Intento tomar notas cada vez que se dirigen a mí mientras asiento con la cabeza, en modo “sí, lo tengo todo controlado”, pero en realidad estoy trazando palabras inconexas que mi subconsciente ha tomado como favoritas. Todos mis apuntes de reuniones son absolutamente inútiles. Casa con facebook concurso de trabajo con jardín”. Cuando pasa mi turno y leo lo escrito, rezo porque a nadie le dé por deslizar su vista hacia mi cuaderno. Esto sin contar con que, cuando se dirigen a todos y en mis vanos conatos de reprimir mis bostezos, me da por trazar formas con el boli. Todos escriben afanosos las tareas comunes, bien ordenadas y adornadas con puntos, flechas y guiones. Yo me abstraigo sin quererlo y comienzo a dibujar cuadraditos, cuadraditos con formas que llevan a otras, espirales con estrellas y cuadrículas dentro de cuadrículas de estrellas. De vez en cuando asiento de forma automática, como si estuviera al cargo del acta de la reunión y estuviese cumpliendo mi papel a la perfección.

Resultado: al final de la reunión tengo que cerrar mi cuaderno rápidamente y salir corriendo de allí con la cara roja y lágrimas en los ojos.
Para cuando llego a mi sitio y me siento, exhausta, en la silla frente al ordenador, el bostezo constante desaparece. Me tranquilizo por un instante, pero sólo hasta que abro mi cuaderno y observo todas esas frases absurdas rodeadas de formas geométricas sin orden ninguno. Casa con facebook concurso de trabajo con jardín + cuadrado-cuadrado-espiral con puntas acabada en estrella”.Para entonces solo puedo llevarme las manos a la cabeza y rezar porque mi mente haya captado todo subliminalmente, y sea capaz de hacer mi trabajo con un poco de dignidad.


domingo, 5 de agosto de 2012

Someday, somehow


Un día vendrás, me cogerás de la mano y no la soltarás aunque a veces me caiga.


lunes, 30 de julio de 2012

Summer is crazy


Siempre ocurre. El verano roba el espíritu primaveral y altera la sangre, las neuronas y todos los órganos vitales. La ciudad más asfaltada se viste de luz y hace brillar aún más los colores chillones que inundan las calles. O al menos así me lo parece a mí.

Las terrazas cuelgan el sold out tanto de noche como de día y la gente sonríe más en el metro, a pesar de seguir sin despegar la vista de sus smartphones. Aprovechas las horas como si no hubiera un mañana, quedas con todos esos amigos a los que hace meses que no ves, te atreves con planes impensables para el invierno. Rechazas el no a cualquier escapada y las historias que contar se te acumulan cada semana.

A mí me pasa, como al resto de los mortales. Es en estos momentos cuando no echo nada de menos la vida en Reino Unido, aunque sean los menos. Porque el verano es un ambiente único, donde la rutina no existe y la vida parece dar más vueltas que en cualquier otra época del año.

Viajes de empresa a Marbella, con reservados, tacones imposibles y camas balinesas. Locura de San Fermines durmiendo en un coche y pidiendo pizzas a una rotonda. Días de la música improvisados que acaban como una película de Bridget Jones.
Festivales en Potugal que se asemejan más a un maratón de resistencia, con conciertos, encuentros y noches surrealistas de ukelele y cervezas. Reuniones masivas de amigos de toda la vida, en las que lo que parecía imposible se hace realidad y te deja una sonrisa imborrable por semanas enteras. Quedadas becariales míticas, donde revives todo el cariño que guardabas en una cajita desde hace meses.

No sé si ha quedado claro, pero me encanta el verano.