miércoles, 18 de diciembre de 2013

Haters gonna hate

Es guay decir que la campaña de Campofrío es una podrida mierda enlatada, cazadora de sentimentaloides facilones y expatriados demasiado nostálgicos . 

Mola, porque es ir contracorriente, es insultar a esos borregos que lo postean en las redes sociales o hacen comentarios positivos, esos bobos a los que se les encandila con cualquier cosa y no se dan cuenta del verdadero trasfondo.
Es intelectual criticar el anuncio de Campofrío, y mezclarlo con situaciones personales y decir que Rajoy es un hijo de puta. Porque además mola cagarse en todo lo que se refiere  España por la situación de mierda que nos han dejado los políticos. Da igual que se hable de la idiosincrasia, de las aceitunas o del bar de abajo, el mismo lema vale para todo ‘Los políticos son unos hijos de puta y nos echan de nuestro país!!’. 

Y nadie les quita razón a esos intelectuales, a esos que mezclan churras con merinas y creen que ensalzar las cosas buenas de España es olvidarse de las malas, a esos que meten ‘política’, ‘cultura’ y ‘gente’ en el mismo saco, a esos que ponen a caer de un burro el anuncio pero luego van por ahí ensalzando las bondades de su país, de nuestra comida, de nuestra forma de ser y de divertirnos. Nadie les quita la razón en cuanto a la situación política y económica, pero la pregunta es ‘acaso es ese el tema?’ Para gustos colores, e interpretaciones hay tantas como individuos. Yo, personalmente, pienso que no es eso de lo que trata el anuncio. Pero respeto, por supuesto, que otros lo interpreten de otra manera. Lo que no entiendo es esa mezcla, y ese odio general. 
No entiendo porqué ensalzar las cualidades de nuestra cultura es siempre populista, oportunista, de naturaleza casposa y tildado de engaña bobos. Acaso no puede alguien añorar sus costumbres, la cultura en la que ha crecido, el entorno en el que ha sido educado, la personalidad de la gente de la que se ha visto rodeado, sin tener que por ello ser un cándido ignorante? Tenemos todos que cagarnos cien veces en los malditos ladrones que gobiernan, antes de poder deslizar un mínimo cumplido hacia nuestro carácter como país? Tenemos siempre que ligar política con idiosincrasia?

Me gusta ver las reacciones de la gente ante este anuncio, supongo que los creadores estarán contentos.
Pero sobre todo lo que más me hace gracia es ver como esa gente que se le llena la boca y se enciende en sus críticas, son los mismos que se jactan, aun sin ser plenamente conscientes, de lo diferente que sabe nuestra comida. De lo bien que sienta ver las calles con vida aunque sean las 10 de la noche. Del humor español, incluso del idioma. Los mismos que luego postean ‘por fin en casa’ cuando llegan a España.



martes, 10 de diciembre de 2013

Momentum

La vida se rompe. Hoy leo palabras de otros, porque hay días que prefiero envolverme en ellas que hilar las mías propias. La decepción aumenta a la misma velocidad que la gratitud, aunque la cantidad de personas a la que ofrecérsela es inversamente proporcional.

Ayer salí a fumar. Notaba el humo en mi garganta, apoyada en el balcón con mejores vistas de Londres. De repente, todo parecía estar en su lugar. 

Nunca me he explicado bien. Nunca he querido. 

He caminado hacia 3 direcciones diferentes. He recorrido 3 caminos distintos a casa, aunque nunca lo era. Esta es la que más se parece de todas, pero pronto el recorrido será otro. Hay algo en mi muñeca que siempre me lo recuerda. Es importante saber volver a casa. Esté donde esté. 

Hoy he cogido el ascensor. Iba a trabajar. Pero antes, antes he salido otra vez al balcón con las mejores vistas de Londres. Y de repente, todo parecía estar en su lugar.

Pude pensar en la oscuridad de anoche, o en la que llegará en unas horas. En lugar de eso pensé en la gente. Pude pensar en la gente que nunca fueron casa y siempre oscuridad, aunque tardase en darme cuenta. En lugar de eso pensé en la gente del balcón con las mejores vistas de Londres,  que siempre fueron casa y nunca oscuridad. La diferencia era abismal, como la distancia de aquel balcón al suelo. 
Pensé en los diferentes caminos a casa, y en todos los que me quedaban por recorrer. Y mientras la palabra 'casa' recorría a mi mente, le sentía a mi lado. Al otro lado del móvil, al otro lado de la calle o al otro lado de mi muñeca, cogiendo mi mano aunque a veces me caiga. 

De repente, todo estaba en su lugar.


Anoche. Fumando.

Hoy. Antes de ir a trabajar.