jueves, 11 de diciembre de 2014

Flat-hunting killed my unicorns

Yo estaba tan feliz, inocente de mí, pensando que en Madrid todo iría como la seda y el papeleo y la burocracia no existirían y que la gente tiraría pétalos de rosa al andar. Entonces llegué, y además de que mi novio venía ya con trabajo, yo encontré un trabajo genial en menos de 48 horas, y a mi alrededor los arcoiris se sucedían y entrelazaban y los unicornios voladores poblaban el cielo. Ah, Madriz. De Madriz al cielo. Qué digo, Madríz es el cielo. Démonos todos la mano y cantemos.

Entonces nos pusimos a buscar piso, y nos topamos de lleno con las maneras y la burocracia de este país. Algo que en Londres nunca supuso más rollo que el de patearte lugares, en Madríz se convertía en gritos de Munch y gotitas de sudor en la frente . Y las nubes de algodón se derritieron a lo bonzo, los unicornios salieron huyendo despavoridos y los arcoiris es esfumaron con un "plop" suave, como un quejido.

Llevamos 2 meses buscando piso, los mismos que hace desde que vinimos, y todos son problemas. Ya no entro en la dificultad de encontrar una vivienda medianamente digna sin muebles del cretácico y baños dorados, no. Tampoco mencionaré lo sobrevalorada que tiene la gente sus viviendas, imbuidos en una fantasía que les lleva a verlas como auténticos palacetes que ni el precio más alto les haría justicia. Para los no inciados, he aquí algunas keywords a descifrar en los anuncios:


Diccionario del flathunter
60 metros = construidos. 
SUPER luminoso = lámparas de antaño con tropecientas luces de cristales
coqueto = zulo
exterior = el patio interior se considera las afueras
oportunidad = nadie lo quiere

Podría seguir, pero iré por fascículos. No, no me refiero a todo eso señores y señoras. 
Lo qué ha atentado contra mi universo de felicidad y olor a palomitas recién hechas han sido los requisitos. Esa sarta de incoherencias abusivas que roza la ilegalidad, y que al parecer hemos sido los únicos en encontrarnos con ellas. Ninguno de mis amigos que alquilan se han encontrado jamás este tipo de problemas, lo que me lleva a pensar que debemos estar envueltos de un aura anti-renting y no nos hemos dado cuenta hasta ahora. Pero tampoco entraré en maremágnum de despropósitos, porque si no me encolerizo y los jueves no toca. Así que, de momento, os dejo con una pequeña reseña sobre los caseros potenciales.

Tipos de caseros

- El novato: Su casa es suya y nunca ha sido de nadie más. Te exigen análisis de sangre, orina, libro de familia, riñón y medio y antecedentes penales. Por supuesto, no tienen ni idea ni de cómo hacer un contrato ni están seguros de qué condiciones ofrecer, porque claro... es la primera vez que alquilan su casa. Viva la era de la información.

- La agencia: Te cobran por que tú hagas su trabajo. Te abren la puerta del piso que tú te has deslomado en buscar y contactar, para pedirte luego una mensualidad en concepto de honorarios. Si lo sé, me hago abridora de puertas de casas.

- El ratatouille: los catalanes a su lado no son nadie. Suelen además llevar aseguradoras añadidas, no para la casa... si no para estudiar hasta tu ADN. Te enseña la casa amueblada mientras te comenta que él cubre todo menos la lavadora si se rompe, el frigorífico porque tiene ya muchos años y por cierto, se lleva el sofá y la cama. Pero todo lo demás se queda.

- Los ancianos adorables: Les quiero. Mucho. El piso puede no gustarte nada, pero un ratico con abuelos postizos alegra el día a cualquiera. Aunque te lleve 2 horas la visita... son tan auténticos.

- Los legales: Te hablan de la casa, el barrio, te confirman que se hacen cargo de cualquier avería en la casa, y si encuentras alguna pega intenta buscarle una solución. Es decir, actúan como tú, como yo, y como crees que cualquier actuaría, pero NO: este tipo de caseros escasean. Si te encuentras uno de éstos abrázalo fuerte y no le dejes escapar hasta que tengas firmado el contrato.


Algún día conseguiremos un piso en Madrid. Y ese día será grande. 


Volverán los resplandecientes unicornios
en nuestro balcón sus nidos a colgar.
Pero aquellas agencias y caseros
cuyas condiciones nos hacían enojar
esos... ¡no volverán!


martes, 11 de noviembre de 2014

Things not to take for granted


There are a bunch of daily reasons to be thankful for that we tend to forget. They might differ from every individual, but I meant to take my chance to write down my own. They are merely a couple, essential though.

1-, You are close to your loved ones. You have always been emotionally speaking, but now, after knowing how hard it is to be away, you are lucky enough to get to see them every day, maximum every week. You don´t have to book a flight to enjoy a lunch with your family, an evening with your best friends, a birthday with your nephews. Because you live in the same city, and nowadays, this is a huge miracle to be thankful for.

2-. You live in the city you want to live. Related to the last point, you are where you are because you want to. Not because you are due by the economic situation, or by any other reason beyond your control. You are where you really want to be. You can complain about the traffic, the cold winters or the slow bureaucracy, but always remember how much you missed all that whilst you were away.

I´m lucky to be in Madrid. Even though just the thought of politicians make me cringe. Despite the crisis. I could go on on this point, but I won´t. I live in Madrid now, where even in winter the city is bright. Where people are chatty and funny regardless the place. Where avenues are wide and beautiful, and bars display their terraces even in November. Where the food is the kind I like, Spanish cuisine is top for me and will always be. 
I´m lucky to be finally surrounded by my loved ones. I can see my parents, my sister and brother-in-law, my nephews, my friends, whenever I want.
I live with my boyfriend. I share with him my days. Despite being from different countries and have met in a third one, we never went through the long-distance phase.  After London, we now live in Madrid. And I couldn´t be happier.

This all might sound silly. Cheesy, corny stuff (which I´m a fan of, I´m well aware). But this, together with all the little moments shared within this frame (“who” and “where”) it is happiness for me. The rest will come along. 

I just thought I´d write it down. In case I ever forget, too busy with the daily routine.

martes, 4 de noviembre de 2014

La culpa de sentirse bien

Hay algo que me chirría desde hace un tiempo. Ya me ha pasado varias veces en los últimos meses, y cada una de las veces pienso lo mismo. ¿Por qué miento? ¿Por qué me siento culpable si digo la verdad?

La última vez fue el jueves pasado. Paseaba yo con mi amiga Minus, de estas amigas que no abundan con las que puedes hablar de todo y a todas horas, y nunca se acaban los temas de conversación. En una de estas verborreas que nos traemos, hablamos del peso – ay, este tema que siempre sale – y me comentó que me veía bien. "Tú ahora estás bien, no? Yo no te veo gorda". Yo contesté la respuesta tipo, la que todas las chicas contestan sea verdad o mentira: " Hombre, la verdad es que unos kilos me sobran, pero…"

Inmediatamente algo hizo "ñeeek" en mi cabeza, como si acabase de decir una estupidez.
Contesté sin pensar lo que siempre contesto, lo que se supone que debo contestar, lo que contestamos todas. Pero no estaba para nada de acuerdo y me sentí mal por mentir.
Me dio un poco de vergüenza intentar rectificar con un "uy Minus que no, no sé porqué he dicho, ¡qué chorrada! ¡claro que no me sobran unos kilos, yo me veo muy bien!". Podría haberlo dicho, pero no lo hice. Puede que no lo pusiera en alto, pero dentro mi cabeza seguía dándole vueltas a esa respuesta automática llena de mentira.

En realidad todas mis amigas contestan lo mismo. Es más, cada vez que hablamos de esto resulta que “últimamente han engordado un montón”.
Incluso cuando se ve a leguas que han adelgazado bastante, siempre me sueltan un:
-          "¡Qué va! Uy si, pues últimamente he engordado, no paro de comer. Todo el mundo me lo dice."

      Me pregunto si ellas también pensarán lo mismo que yo, que es absurdo mentir pero que existe una regla tácita de hacerlo.
Como cuando alguien te pregunta si el pantalón que lleva le queda bien y tienes que decir que sí, que le queda como un guante aunque esté a punto de estallarlo.
Quizá en este último caso quede más o menos justificado, tampoco se trata de herir sensibilidades ajenas. Pero cuando se trata de nosotras mismas, ¿qué sentido tiene atacar nuestro propio físico aun cuando no tenemos porqué?

La realidad es que yo me veo bien, y no pienso que me sobren unos kilos. 
Me juego la mano derecha a que mi yo de hace 5 años se llevaría las manos a la cabeza y encontraría mil defectos y lorzas en mi yo de ahora, pero... bueno, por suerte han pasado 5 años.

Desde hace bastante tiempo paso de pesarme, al principio porque me importaba demasiado.
Al final, porque no me importaba en absoluto. Me acabé olvidando del numerito de los kilos y dejé de torturarme por cambios de peso.
Claro que me cuido, o al menos lo intento, pero ya no es un tema de preocupación ni hago esfuerzos de perfeccionismo extremo.
  
Pero cuando tengo que responder a estas preguntas o comentarios, siempre acabo cayendo en la trampa por miedo a parecer una flipada de la vida.
Porque como muchas cosas en la vida te viene impuesto, y si eres mujer parece inherente que estés insatisfecha con tu cuerpo. Y si lo estás y lo dices en alto, queda como... raro. Lo sé porque hasta a mí misma me chocaría esa situación. Una chica diciendo que no quiere adelgazar... es como raro, ¿ no?

Llamadme feminista trasnochada, pero como que no veo yo al género masculino haciendo este tipo de comentarios. 
- Ay Paco, ¡pero si no tienes nada de barriga!
- Calla, calla, que me salen unas cartucheras del salvaje oeste... tío tengo que perder 5 kilos ya.

Estas estupideces sociales de las que soy víctima y partícipe a la vez me indignan. Me indignan internamente claro, hasta que llego a un teclado y lo aporreo hasta crear un post que más o menos me desahogue. 



viernes, 22 de agosto de 2014

Prensa rosa, amarilla o multicolor

Lady Gaga. Risto Mejide. 
Me descubrí uniendo estos nombres, y muchos otros, ayer por la tarde. Todos tenían algo en común: captaban la atención de muchísima gente por sus extravagancias. Unos por bailar provocativamente, otros por aparecer vestidos con filetes, otros por crear todo tipo de polémica allá por donde aparecen.

Unos caen generalmente mal, otros bien, el caso es que en todos se cumple ese dicho de ‘que hablen bien o mal de uno, pero que hablen’.
Aunque ninguno me interesa particularmente ni para bien ni para mal, he leído y escuchado  muchas críticas hacia todos ellos. 

Y yo, personalmente, pienso que los tontos somos nosotros, no ellos. 
En realidad en este mundo de morbo, sensacionalismo y chismorreos, es muy fácil vender y hacer dinero. Matizo: tienes que saber ‘cómo’ hacerlo bien, pero el ‘qué’ es bastante obvio. Llama la atención. Con lo que sea: ya sea por meterte con la gente de manera intelectualmente cruel, por gritar más que el resto, por vestirte de avestruz en el escenario o por lo que te de la real gana para dejar flipando a la gente. Da igual que sea positiva o negativamente, tú llama la atención. A la gente le gusta hablar, y hay que darles de comer.
El mismo Risto Mejide lo dijo en una entrevista ‘A todo el mundo le gusta pensar: “Qué cabrón, cómo ha dicho eso”’. Y haciendo esto, todos y cada uno de los que saben cómo hacerlo ganan una pasta gansa.

Habrá gente que opine que vaya manera de ganarse la vida. A mí me parece muy respetable. En realidad, la ética o no ética, o la manera de juzgar esos trabajos se medirá en función de una pregunta: vives para los demás, o para ti mismo? Porque si lo que te importa es lo que piensen los demás de ti, en fin, no te dediques a ser Risto Mejide.
Pero si tienes la suficiente seguridad en ti mismo como para tener claro que lo más importante en tu vida eres tú y tus seres queridos, pues… me parece una opción muy inteligente. Vosotros seguid hablando de mí, seguid dándome dinero.
Ya si eso hablamos luego de la inteligencia de cada uno: yo que digo sandeces, o vosotros que pagáis por escucharlas.

Ni idea de cuánto le costó el vestido, pero seguro que le salió muy rentable

martes, 19 de agosto de 2014

Back on track

Señoras, señores, niños, bolas de pelo y moluscos:

Hoy tengo algo muy importante que anunciar. Y es que me marcho de Londres. Esta ciudad que me lo ha dado todo se queda donde está, porque todavía tiene mucho que dar a otros, pero yo me voy por donde he venido. O quizá no, depende de con que compañía low cost vuele. Pero me voy.

En realidad la decisión la tomé hace unos meses, pero ahora es cuando cobra forma. Ya he dado el aviso en mi trabajo, ya hemos vendido todos los muebles que compramos, ya tengo la mitad del equipaje hecho. Ya es casi realidad!

Debería estar triste, o melancólica, o en ese estado de angustia de cuando pierdes algo o te despides del campamento de verano en el que has estado 15 días, pero has hecho amigos para toda la vida. Por el contrario estoy exultante y sin el mínimo ápice de tristeza. Ah, las despedidas, siempre dije que no me gustaban, pero en este caso haré una excepción.

Cuando una despedida significa reencontrarte con tus seres queridos (me gusta este término más que 'familia', es como más preciso) no puede decirse que sea algo trágico. Y menos cuando te llevas de la mano (que no de las orejas) al chico más increíble del mondo. Ah... no, definitivamente no puedo estar más que feliz.

Pese a la incertidumbre de España, pese a que nos vamos sin trabajo, pese a lo duro que sea adaptarnos de nuevo. Minucias. 

A partir del 30 de Septiembre, vuelvo a ser Lady Madriz.



miércoles, 16 de julio de 2014

La pesadilla de una noche de verano

Hoy no me apetece ponerme intensa, que estamos en verano y eso no pega. 
En lugar de eso voy a desahogarme un poco y a descargar aquí (gratis, en un plis plas y legalmente) mi pesadilla de una noche de verano. 


Mis noches están llenas de pesadillas. Me visitan cada noche desde hace ya más tiempo del que puedo recordar. No entiendo el porqué de sus visitas, la verdad.  Por más que intento psicoanalizarme y llegar a la raíz del asunto, nada, que mis pesadillas siguen acudiendo puntualmente a sus citas nocturnas.

Anoche soñé que mi chico hacía el pino sobre un rascacielos, y haciendo el tonto se caía. Por fortuna había un árbol debajo y conseguía amortiguarlo, pero aun así yo estaba fuera de mis casillas. Me encontraba también en lo alto de ese rascacielos, eso sí, nada de estar de pie. Estaba tumbada pegada al suelo y agarrándome a él con las manos, cual lagarto al sol. Tengo absoluto pánico a las alturas hasta en sueños. 
En la vida real he intentado subir al campanario de Brujas y a la Sagrada Familia, pero sufrí un ataque de ansiedad en mitad de las escaleras y allí me quede, en posición fetal y llorando a medio camino. En ninguna de las dos conseguí llegar hasta el final. 

El caso. Que en mi sueño yo estaba pegada al suelo, y el corazón se me salió por la boca al ver a mi novio caerse al vacío. Tras recuperarse en el árbol, regresó a la cima del rascacielos, donde estábamos con más amigos, y yo le eché la bronca obvia con mi cara aún pegada al suelo. Pues no va y me dice que soy una exagerada. Que no era para tanto y que soy una miedica. Por Dios, que se cayó de un rascacielos por hacer el pino, es que acaso soy yo la loca??

Después de eso aparecía una ola gigante debajo de nosotros, acercándose de la manera en que se acercan en las películas cuando van a engullir el estado de Washington enterito. Y yo volví a quedarme sin respiración, sufrí taquicardias, y dije por Dios, por Dios, mirad esa ola que viene hacia nosotros!! Y la gente, mis amigos, se reían y me decían que no fuera tan exagerada, que no era para tanto. La ola era limitada, y por los lados dejaba espacio al vacío. Es decir que había dos opciones: o dejarse engullir por la ola gigante y negruzca, o saltar por los lados al abismo y morir despeñado. Ninguna de las dos opciones me convencía. 
Por alguna razón la gente a mi alrededor no parecía estar preocupada en absoluto. 

Luego vinieron 2 señoras de la limpieza (mientras esperábamos a morir ahogados o despeñados, les debió parecer un buen momento como cualquier otro para limpiar) y le comentaron a mi novio que se parecía a alguien. Yo sé que era mi novio porque así lo sentía en mi sueño, pero se había convertido en un señor mayor con bigote. El contestó a las señoras de la limpieza ‘ya, si, si me lo han dicho muchas veces. Parezco marroquí.’
Y la verdad es que en la vida real, aunque no es ningún señor mayor ni tiene bigote, sí que parece marroquí.

Entonces me he despertado, muy agitada, y he despertado a mi novio también, porque como comprenderéis  tenía que contarle urgentemente mi sueño. Mientras le relataba, hemos ido a la cocina a preparar el desayuno. Al terminar mi historia él ha intentado tranquilizarme, a lo que yo le he respondido abriendo la nevera y dándole con la puerta en toda la cara. Y claro, si ya estaba nerviosa antes, imagínate después de meterle esa leche sin venir a cuento, pues ya no podía más en mí. Que ha sido un accidente, sí, pero eso no te deja más tranquila.

Y con las mismas me he duchado, vestido, y he venido al trabajo a ver si me calmaba un poco. Lo primero que he hecho ha sido beberme una coca cola light. Y aquí sigo. Normalmente lo primero que hago es darle al play en spotify y ponerme mis cascos, radio indie modo on con canciones activas y eso. Pues no os digo mas, pero hoy he mandado el indie a pitis y estoy escuchando olas. Sonidos de olas y de mar, de playas y de lluvia contra los cristales.
A ver si se me pasa el susto.


Así era mi cara más o menos durante la noche y parte de la mañana  


martes, 24 de junio de 2014

Cultura del miedo

Vivimos en la cultura del miedo. Esto lo hemos oído muchas veces, pero no por ello deja de ser verdad. Nos meten en la cabeza que hay que conformarse y dar gracias por todo porque otros están peor. Está muy bien eso de dar gracias, porque con tener salud uno es ya muy afortunado y debe valorarlo. Pero de ahí a que se aplique como política empresarial y lema social, pues mira, no.
A mí que no me convenzan de que tengo que dar las gracias por tener un trabajo aunque gane 600 euros al mes y eche más horas que un tonto, mientras mi jefe y el jefe de mi jefe se van a casa con sus familias y con su sueldo de unos cuantos ceros de más. Que no me vendan la moto de que la cosa esta muy mal y que por eso mi tiempo y mi esfuerzo se ha devaluado hasta el nivel del subsuelo. Porque si te mueves, dicen, corres el riesgo de perderlo todo, y con todo quieren decir tu trabajo de mierda que no te da ni para pagar el alquiler.
Porque pensaba eso, decidí salir de España. Y ahora cuando quiero volver, me vuelven con la misma historia. Estas loca? Volver a España. Con lo mal que está la cosa.



Con la situación que hay, y los sueldos. Ah sí, si tonta no soy. Leo periódicos y eso, por eso no os preocupéis. Soy realista y consciente. No será fácil, no. Quien dijo que lo era? Pero la gente continua con su miedo, con su ‘no te muevas’, maldita inmovilidad la que nos inculcan. No te muevas de ahí, que tienes un trabajo bueno y un sueldo y no echas horas de más, si acaso de menos. No vuelvas.


Me fui de España porque quería evolucionar en mi carrera, y porque quería trabajar en inglés durante un tiempo. Me fui porque me dio la gana, porque aunque mejor o peor, trabajo tenía. Me dio igual el miedo y el ‘no te muevas’. Y ahora si quiero irme, es porque valoro otras cosas presentes en mi vida que no sea el trabajo. Y la situación laboral me condicionará, claro que sí, en cuanto a mi estilo de vida, pero no va a ser la que me defina. No me voy a quedar en un país que no es el mío contra mi voluntad, sin ver a mi familia, a la que adoro,  porque tenga un trabajo aquí. A mí el trabajo me dará de comer, me gustará o me apasionará, pero no me proporcionará todo y cuanto necesito para ser feliz. Eso lo tengo en España, junto a mi familia, y junto a mi chico, que se viene conmigo.  Cada uno con sus prioridades.

A mí que no me cuenten la historia de que yo soy mi trabajo, y que mi deber es estar donde mi trabajo esté, cueste lo que cueste. Yo estaré donde me dé la gana estar, y haré todo lo que pueda por encontrar trabajo allí donde me encuentre. Y si la cosa sale mal y tengo que moverme de nuevo, lo haré. Por suerte no soy un árbol.



Las empresas empezaron a aprovecharse del cuento de la crisis aleccionándonos con este pensamiento, infundiendo la cultura del miedo y del no te muevas. Y por supuesto, del dar las gracias. Así han conseguido una población aferrada a sus puestos de trabajo y sin motivación, inquietud o ganas de perseguir lo que quieren. 
Porque si lo persiguen, corren el riesgo de perderlo todo. 
Pero no se dan cuenta de que si no lo hacen, ya están dando todo por perdido.




jueves, 29 de mayo de 2014

Rough waters

Más que cualquier dinero, si hay algo que no soporto que me roben es el tiempo. 

Formas de robar el tiempo a otras personas: llegar tarde a una cita, los meetings largos e improductivos, cancelar un meeting 5 minutos antes de la hora, contarle tu vida a un desconocido, quedar por quedar, ponerte pesado en una cola, enviar emails innecesariamente largos, ser médico y citar a tus pacientes 40 minutos antes de cuando realmente los puedes atender. Hay muchas otras formas cotidianas de robar tiempo.

Los mensajes se pierden entre el humo del espectáculo. Aun así algunos consiguen atraparlos, armados con redes de sueños y contactos en televisión. 

Me gustas más cuando estás cerca.

El avión es el nuevo metro, pero yo ya no quiero otro transporte que no sean mis zapatillas de correr. Ahora están de moda y luego se convertirán en patines, pero el futuro es incierto. La vida corre más allá de las vías del tren, aunque a muchos se nos pasó ya la estación de los raíles. 

Cualquiera puede hacer tu trabajo, aunque para darte cuenta hayas gastado 5 años. No es que estés cansada,  triste, ocupada, es que no quieres llamarme y eso basta. A veces necesitamos tiempo para comprobar si nuestro ombligo sigue ahí o se ha movido algo en estos 5 segundos. 

Hoy día todo el mundo se cree experto en moda. Y cuando no? Pero ahora existen los blogs. La democracia nos da la posibilidad de tragarnos las mierdas de todo el mundo, aunque sean infumables. 

Yo quiero ser una blogger big time. Uuh, uuh nena. Voy a ser una blogstar.

Muchos piensan en el éxito como la fama y no como la posibilidad de pintar tu camerino del color que te dé la gana. 

Aunque estén a la derecha, siguen siendo ceros. No sé por qué se creen más importantes que el resto.



miércoles, 21 de mayo de 2014

Yo siempre en casa no.

Estaban mis padres dispuestos a salir a dar una vuelta, o a quedar con unos amigos, como hacían algunas veces. Mis abuelos estaban en casa por unos días, así que le pidieron a mi abuela (creo mi abuelo estaba ocupado viendo la televisión a todo volumen) si podía quedarse a mi cargo durante unas horas.
Mi hermana no estaba, no estoy segura qué planes había hecho. Pero recuerdo que no estaba en casa, y yo me moría de aburrimiento. Era fin de semana, y yo debía tener unos 6 años. 

Cuando mis padres abrieron la puerta de casa dispuestos a salir, acudí como un relámpago.

- Oye, dombde mbais. – Así sonaba mi voz de entonces, siempre plagada de mocos.
- Hija, salimos un rato, te quedas con la yaya. – Recuerdo que me enfadé un montón. Era uno de estos enfados que te vienen de repente, pero se lleva gestando un tiempo. Yo era pequeña y no podía ir a ningún lado sola, por lo que pasaba, como casi todos los niños, muchos ratos en casa. Qué impotencia la de ser pequeño. Qué enfado. 
- Mbero no sé porque siembre salís y yo do (esto equivale a un ‘no’). Do.
- Pero hija… - mis padres querían hacerme entrar en razón, pero no les dejé.
- Do. Yo siembre en casa do.  – Lo dije muy convencida, como si hubiese formulado el lema mágico que despertaría sus conciencias. Recuerdo que mis padres se rieron mucho, proporcionalmente a mi ofuscación.

Esta frase me ha acompañado a lo largo de los años, presente en cada ocasión familiar en las que se rememoran siempre las mismas anécdotas. Mis padres la han utilizado muchas veces para tomarme el pelo. 
Quizá por esa sensación de impotencia cuando era un moco (o bueno, muchos mocos juntos en una misma nariz), cuando crecí decidí pasar largas temporadas fuera de casa. Haciendo cosas. Ya sea ir de vacaciones a hacer interrail, ir de Erasmus a Italia, ir como au pair a Escocia o venir a trabajar a Londres. 
O quizá no tenga nada que ver y me lo este inventado para que quede bonito. Porque he de reconocer que me considero también una persona casera, de estas que disfrutan un dia de pantuflas y peli. Pero eso no importa.

El caso es que hoy me he acordado de esa frase otra vez, y me he quedado pensando. Ironías de la vida, llevo mucho tiempo sin estar en casa. O al menos, en ‘esa’ casa. Y ahora me gustaría estar allí, pero no puedo. Qué contradicción la de ser mayor. Qué nostalgia.

Yo era muy feliz cuando me sacaban. Como los perrillos.

jueves, 1 de mayo de 2014

Los 30 son los nuevos 20

De la familia ‘los jueves son los nuevos viernes’, hace tiempo que se instaló esa máxima en nuestras cabezas.
Los niños son cada vez menos niños, empiezan todo mucho antes. Y los adolescentes… son cada vez más adolescentes, hasta los 30 y más allá. Hay muchas razones para este cambio, de todos los tipos y colores. Económicas, sociales, pero hoy no es el día de profundizar en ninguna de ellas. Hoy y muchos días pienso en una de las caras de este poliedro. 

Cada vez asumimos más tarde responsabilidades como la de formar una familia, por ejemplo. Algunos de mis amigos me dicen que es porque tengo un sobri, que ya tengo ganas de tener bebés, y por eso defiendo tanto la postura que explicaré ahora. Sí, claro que quiero tener bebés, pero no es mi prisa la que me hace pensar de esta forma.
Hace unos días estuve en Madrid, en uno de mis viajes familiares, y pasé una estupenda tarde con mis amigos porteras. En un momento de la conversación, salió el tema (cómo no) de quedarse en España, o emigrar. Uno de ellos dijo que se iba en Julio a Bolivia, entre otras cosas porque si no era ahora, más adelante no podría o querría hacerlo. Otro dijo que de momento se quedaba en Madrid por si salían los proyectos que tenía en mente, pero no descartaba hacer la maleta cualquier día y volver a emigrar un tiempo. Entonces salió a colación la gente que se queda aquí, en España, y que en realidad nunca ha salido de ella nada más que para ir de vacaciones. Es decir, nunca ha vivido en otro país. Yo mencioné que mi hermana es una de esas personas, y no me parece mejor ni peor, si no otra de las opciones. Hemos cogido la manía de creernos mejores por haber vivido fuera, como si fuera un estado superior del ser humano al que solo accedes si te vas a otro país. No sé quién narices nos ha metido eso en la cabeza. Es como si nuestros abuelos, los que emigraron porque no había pan para comer, mirasen por encima del hombro a los que no lo hicieron, porque ‘no saben nada del mundo’. Igual de absurdo. 

Yo soy la primera que alaba las ventajas de pasar un tiempo en otro país, conocer gente, integrarte en otra cultura. Claro que tiene bondades, y muchas! Pero eso no quita valor a quien decide que sus prioridades son otras, y entre ellas no figura el cambiar su lugar de residencia. Me parece una opción tan respetable como la anterior. 

Entonces mis amigos alegaron que la razón por la que esa gente no se iba fuera era porque era cobarde, porque les daba miedo. Pues no es porque una de esas personas sea mi hermana, pero por supuesto que salí en su defensa.

Adoro a mis amigos. Por eso adoro rebatirles.

Mi hermana llevaba muchos años con su novio, son de estas parejas en peligro de extinción que llevan desde los 18 años. Se fueron a los 25, creo, a vivir juntos. Los dos tenían trabajo, y en cuanto pudieron se lanzaron de lleno a la convivencia. 3 años después tuvieron un bebé precioso, y 1 año más tarde una boda de las que marcan. Actualmente, el segundo bebé está en camino y nacerá en un mes. Mi hermana tiene ahora 31 años. 

Mis amigos/as tienen 29. La mayoría (excepto tres de ellos/as)  por cosas de la vida, no tiene pareja estable. Algunos no se han independizado. La mayoría también ha estudiado una carrera, se ha ido de erasmus y ha pasado (o sigue pasando) temporadas en el extranjero. Ninguno tiene casa propia, ni planes de tenerla aún. Los findes son para hacer viajes o tomar algo con los amigos. 

Nótese la diferencia. Evidentemente, los estilos de vida no tienen nada que ver. Como yo lo veo, se trata simplemente de opciones, ni mejores ni peores. Mi hermana, cuando me vine a Londres, llevaba ya muchos meses, (incluso años), dándome la paliza con que asentara la cabeza. Que ya tenía una edad. Que dejara de irme de un país o a otro. Que me echara un novio. En definitiva, que siguiera la vida que ella había llevado. Por supuesto no la hice caso e hice lo que me pareció oportuno. 

El error, por llamarlo de alguna forma, de mis amigos, es el mismo: retratan a la gente como mi hermana, que se asentó mucho antes, que nunca ha vivido fuera de España y que lleva otra vida totalmente diferente, como gente con miedo que se ha perdido muchas cosas. Gente con miedo?
El problema es que creemos que somos muy valientes por irnos a otro país. ‘Jo, qué valiente eres, hacer la maleta e irte a un lugar donde casi no conoces la lengua, la cultura es totalmente diferente, y encima te vas solo’.  No digo que exija determinación, claro que sí. Pero hacer la maleta y vivir la aventura es muy fácil, en realidad. Tan fácil, que la mayoría de mis amigos/as, conocidos y gente de mi edad lo ha hecho o lo sigue haciendo. 

Me hace gracia que retraten a los de otra generación u otro pensamiento como gente con miedo. Valentía es saber asumir responsabilidades como tener tu propia casa (ya sea de alquiler o comprada, no entro en opiniones) desde los 25 años, o desde que empiezas a currar y ganar dinero. Coger la maleta y decir, ‘vale ya de que mama me cocine y me planche’. Valentía es estar con tu novio/novia y querer irte a vivir con él/ella. Eso asusta, eh? Irte a otro país tu solo, sin ataduras y con todo el derecho a ser egoísta, es, en comparación, bastante fácil.

Valentía también es, por ejemplo, formar una familia. Para eso hay que echarle cojones. Para venir a Londres hay que hacer click en ‘comprar billete’ en easyjet, nada más. Solo hay que ver la epidemia de españoles que hay por aquí. Pero con 29 años, plantearse tener hijos… pues casi que nos compramos el billete a Londres, no? Para lo otro siempre hay tiempo.
Pues sí, claro que lo hay. Me parece perfecto quien quiera tener hijos a los 35, a los 40, o quien no los quiera tener. Me parece igual de bien el que se va que el que se queda, y me parecen igual de validas todas las prioridades que a uno le dé la gana tener. Por ello no somos mejores ni peores. Pero no hablemos de valentía… porque si nos ponemos a comparar, no sé cuál de las dos ganaría.

Y con esto vengo sencillamente a reflexionar sobre el cambio de los 30, y de la aceptación de que son los nuevos 20. Yo estoy más cerca de los 30, y soy de la generación de mis amigos/as. Me fui de Erasmus a Italia en su momento, tras la carrera pasé un año en Escocia y hace un año, tras 2 en España viviendo con mis padres, me escapé a Londres. Hasta ahora no había tenido muchas ataduras sentimentales, me ha resultado siempre relativamente fácil moverme, cambiar y hacer lo que me diera la real gana. Tampoco he tenido prisa. Los findes los dedicaba/dedico a salir con mis amigos, y (quizá antes más que ahora) cada 3 meses me hacia el viaje de rigor. Es decir, soy el ejemplo perfecto de este paradigma, y me siento bastante satisfecha.
Pero miro a mi hermana y a su ahora marido, y que queréis que os diga: les admiro. Aunque no cambiaría por nada todas y cada una de las decisiones que he tomado, porque cada uno es diferente y busca unas cosas en la vida… lo que hacen ellos me parece mucho más valiente, y sobre todo, mucho más generoso que lo mío.

Ahí lo dejo. Que lluevan las críticas.



lunes, 28 de abril de 2014

Londres these days.

Que si, que Londres está muy bien, si no digo que no.
Yo vine con muchas esperanzas y lo mejor es que las cumplí todas. Ni en mis mejores sueños vamos, y eso que solo tengo pesadillas... pero oye, ni en mis mejores sueños, si es que los tuviera, hubiera imaginado que todo me saliera tan bien.

Porque llegue aquí sin nada, es decir, nada más que unos ahorrillos. Ya había estado por aquí visitando a Minus, y la idea de vivir aquí me emocionaba por encima de mis posibilidades. Y dejé mi trabajito, y me vine con lo puesto y una maleta de 20 kg a ver si alguien quería contratarme y enseñarme inglés de trabajo.

Mi idea era buscar de cualquier cosa, pero mi objetivo era encontrar de algo relacionado con mis estudios/slash/ experiencia. Ya sabía que era difícil, y muchas fueron las personas que me llamaron loca y me auguraron unos meses solo sirviendo café en London city. Pues podría haber pasado, yo no digo que no, y venia preparada para ello. Pero la suerte, o las ganas, quisieron que no pasara, y en mes y medio encontré un trabajo guay en una empresa guay. El día que me lo confirmaron, después de 2 arduas entrevistas, solo quería saltar por todo Londres sin parar. 

Mi amiga además seguía viviendo por aquí, y esa época fue genial. Se fue al cabo de unos meses, pero mientras tanto conocí gente, salí, también caseé mucho, en general disfrute mucho con ella. Londres seguía siendo gris, pero yo estaba más a gusto que un arbusto. 

Minus se fue, pero me dejó un buen relevo. Cosas de la vida, de la suerte o de las ganas, en su despedida conocí al que hoy se ha convertido en la persona más importante para mí en Londres y gran parte de Madrid. Más que Londres, el trabajo o el inglés, mi Gran Premio es él. Y suena cursi, sí, porque lo soy y ya lo sabéis, no es nada nuevo. 

En este año y pico han pasado muchas cosas, pero sobre todo cosas buenas, gente increíble, momentos geniales y lugares míticos. Aunque sé desde hace un tiempo que he cumplido todo lo que vine a hacer, y no ha sido fácil, pero desde luego mucho mejor de lo que imaginé. Y sigo disfrutando, y sorprendiéndome, y valorando el Londres de cada día. 

Y con esto vuelvo al principio: Londres mola mucho, sí. Sus mercadillos, su variedad, sus roller-discos a las que nunca he ido, sus barbacoas aunque llueva, su live music, sus gentes andando a toda prisa, sus líneas de metro con diferentes finales. Todo ese aura de ciudad molona. Es más bien como un bazar: en Londres te puedes encontrar de todo. Cuando digo de todo, es DE TODO. En todos los aspectos. 
A mí me encantan los bazares, imagino que por eso vine aquí, y nunca me decepcionó. Londres me ha dado un montón, un montón de todo.

Pero llega un momento, que a unos les llega más tarde y a otros más temprano, en el que te apetece volver. Y no se trata de ese sentimiento caprichoso de 'ayns, hoy me he levantado como que me apetece sol y España', no. Tampoco es cuando miras el feed de actividad de tus amigos y te dan ganas de denunciar a facebook todas esas fotos de playas, terrazas y otras desgracias. No hablo de esas enajenaciones mentales transitorias. Hablo de cuando tu cabeza te grita que 'oye, maja, que ya está bien', al principio lo susurra, de vez en cuando, hasta que al cabo de un tiempo no puedes pensar en otra cosa porque sus gritos ocupan todo el espacio mental. YAAAAA PAAAARA, POR FAVOR DEVUELVEME A MI ORIGEN!! LLEVAME CON MI FAMILIAAA, BASTA DE BRITISHLAND!!

Cuando llega ese momento no puedes ni trabajar. Al final trabajas, claro, pero es que es muy cansino trabajar cuando te están gritando, y el único consuelo que te queda es llegar a casa, porque tu mente deja de gritar cuando está él delante. Al menos en eso me respeta. Llego a casa, a mi mini piso adorable cuqui 100%, y hago de ama de casa porque amo mi casa, aunque no sea mía y la vaya a dejar en unos meses. Y algunas veces en la semana me reconcilio con Londres, que no es que esté enfadada, le explico, es que ya quiero cambiarte por Madrid. Un 'no es por ti, es por mí' de toda la vida, vamos. Pero no me lo pone nada fácil y sigue con sus lluvias y con sus eventos guays que siempre me pierdo, y sus parques enormes y sus gentes increíbles y sus viajes interminables de autobús. 

Yo vine aquí con muchas expectativas, y es que resulta que las he cumplido todas. Y lo que me apetece ahora es volver, con él, claro, volver sin ninguna expectativa más que estar cerca de los que quiero. Eso ya supera todo lo que pueda esperar de cualquier ciudad. 

viernes, 4 de abril de 2014

A la hoguera con Ted

Hoy voy a hacer gala del argumento sobre las opiniones y los culos. Y aunque a veces critico que todo el mundo se crea con derecho a decir su opinión, es mi blog y como mi culo, es mío. Así que ejerceré mi derecho a explicar porque no me ha gustado el último capítulo de HIMYM.

The good stuff:

He defendido siempre esta serie a capa y espada. Pesa a sus similitudes, no necesariamente malas, con Friends, y su consecuente comparación en la que sale perdiendo.
Pese a sus últimas temporadas, de nivel más bien bajo y argumento a veces soporífero. Pese a muchas cosas. Porque las series, al igual que las personas, o te gustan o no te gustan, pero no les puedes pedir que sean perfectas. No hay más. Y a mí me gustaba y mucho, por varias razones:

Por su humor absurdo y genial: rápido, irreal y tan estúpido que te obligaba a reírte incluso sin querer. Yo en concreto soy su target perfecto, es el humor estúpido el que más gracia me hace.

Por sus teorías. Ah, sus teorías. Nada bueno pasa después de las 2 de la mañana. No propongas planes a tu reciente chico/chica con más antelación del tiempo que lleváis juntos. La escala Crazy/Hot. Todas son gigantescas sandeces, pero con un tinte tan real que hace gracia.
En realidad sus teorías de vida y el Bro-code no son más que una sarta de estupideces machistas a la par que divertidas, y que conste que no es fácil unir esos dos adjetivos. Pero Barney hace que mole. Su personaje es tan patético como lo exitoso que pretende aparentar.

Por su mentalidad teenager. No hay que confundirse: HIMYM no es ninguna serie profunda, y aunque quizá te haga pensar sobre la veracidad de ciertas teorías respecto a las chicas, no pretende nada más que hacerte reír. No podemos pedirle que sea realista, porque precisamente en lo surreal esta su humor. Toda esa gente que critica la serie con argumentos: ‘Si, claro, con esos trabajos de mierda o ni siquiera currando van a poder tener esos apartamentos en NYC, además de hincharse a birras cada día’… que pensabais, que estabais viendo un documental? Estarías más contentos si vivieran acorde a sus posibilidades, en un hostal? O en casa de sus padres porque no pueden permitirse más?  Encuentro bastante absurdo el querer que una serie se ajuste totalmente a la realidad… para eso, mejor mirad por la ventana al vecino.

Y si, tiene mentalidad teenager y nada ajustada a los 25 o 30 años que se supone que tienen. Por eso te hacen reír. Porque son estúpidos y hacen estupideces.


The bad stuff

Es verdad que sus últimas temporadas han acumulado su record de horas bajas,  pero no me ha importado demasiado. Unas carcajadas cada dos capítulos no me las quitaba nadie. Pero ahora, el final….. EL-FINAL. No puedo hablar de ello sin que la ofuscación se apodere de mí.

Lo que me enfurece: Ted.
Ted era un coñazo, si, lo era. Era el tío más pesadillas y empalagoso del mundo, daban ganas de darle una torta con la mano abierta y decirle que dejara de hacer el canelo.


Pero no cejaba en su empeño, y eso era en cierta manera bastante adorable. Era el único que no se dejaba vencer y seguía convenciéndonos  (o intentándolo, con más o menos éxito) de que el verdadero amor existía, y él estaba dispuesto a encontrarlo. Era el ultra defensor del romanticismo, de la idea de que puede existir ‘esa persona’ que te llene, te haga feliz, y con la que quieras pasar el resto de tu vida. Todo eso era la madre. O debía de serlo.

Cuidaba cada detalle. Nos hizo creer que era inocente como un perrillo. Nos hizo creer que era honesto, un hombre con valores. Pero sobre todo, que era un romántico. El romántico más pesadillas del mundo, pero romántico al fin y al cabo.
Después de 9 temporadas traumatizando a sus hijos con sus devaneos sexuales, las incontables chicas que se ha ligado y a las que se ha intentado ligar, sus tonteos con los porros/bocadillos. Después de crear unas expectativas muy altas en cuanto a la madre. La que se supone que es la razón de la historia. La que explicara con su importancia porque ha merecido la pena todas esas historietas. El cómo, debía de ser legen… wait for it… and keep waiting for it, because it’s never going to happen.

No solo matan a la madre en un solo capítulo, así de un plumazo, después de unos laberínticos flashbacks/flashforward para presumir de lo bien que alteran el orden en la historia (y que la gente piense que se trata de un puzzle.  Efectos ópticos molones) si no que toda la historia no era más que una excusa para volver a salir con ROBIN. En serio. Volver con tu ex, de la que siempre has estado enamorado, después de que tu mujer se muera, es lo más anti-romántico del mundo entero.
La madre era solo un pequeño detalle, casi invisible, en la historia del cinismo de Ted. Hasta la calabaza de la fiesta ha tenido más protagonismo que ella. A la madre se la deja en un segundo plano, a modo de ‘si, si fuimos felices y tal, pero a lo que vamos’: que todas las temporadas han versado sobre la hipocresía del falso Ted Romántico y la ‘Tía Robin’. Qué poco respeto. Qué mal gusto.

Por no mencionar lo poco que me gusta la reacción de los hijos. Eh, que toda esta historia no era para hablarnos de nuestra madre? Ah, que en realidad era para decirnos que Tía Robin siempre ha sido el amor de tu vida y quieres volver a salir con ella? Pues corre, llámala.



Cosas secundarias que no me enfurecen, pero tampoco me gustan:
Barney y Robin: puede que el divorcio se viera venir, puede que no. Eso me da igual. Pero sus personajes habían evolucionado, y aunque parecía difícil, habían conseguido hacernos creer un poquito su humanidad. Al menos en cuanto a Barney. No puedes cargarte todo ese trabajo en un capitulo solo porque quieras dar un giro sorprendente. Pero sobre todo, un personaje no puede des-evolucionar. Barney resulta que vuelve a ser como al principio. No es que cambie, es que después de toda la relación, la pedida, la diferente relación con Ted, es como si sufriera amnesia y volviese al punto de partida. Que mierda es esa? Nadie vuelve al punto de partida.
Robin… en realidad no sé muy bien que decir de Robin, nunca ha aportado demasiado a la serie. Igual por eso han querido darle un extra con este final.

En definitiva, después de ver el último capítulo me sentí soberanamente estafada. Al menos, si Ted tenía que ser tan pelma, que fuera por algo que mereciera la pena. Eso no quiere decir que no me haya entretenido estas 9 temporadas, que era de lo que se trataba… es solo que siento la imperiosa necesidad de denunciar a todos los que han hecho posible ese maldito final de mierda. He dicho.



P.D.- El caso es que moneando para buscar imágenes para este post, he encontrado un culo parecido al mío, pero en inglés. Incluso la estructura del post se le parece! Red-face power. Aquí lo dejo

lunes, 3 de marzo de 2014

Me estaré volviendo selfish. O selfie. Ya no sé muy bien.

Hace mucho que no escribo. Algo más de dos meses. Y es que de repente he descubierto la absurdez del compartirlo todo. Ya no me interesa. Antes me parecía fascinante. No por retransmitir en directo al mundo entero la cotidianidad de mis días, sino porque me cautivaba la idea de poder gritar mis pensamientos si me daba la gana, en cualquier momento y en cualquier lugar. Incluso estando sola, podía decir, y divagar y equivocarme, y criticar y adular, todo lo que me diera la gana, y lanzarlo a ese océano de conocidos al otro lado de la pantalla. Lo mejor: solo sería leída por aquellos que les interesara. Así me ahorraba monólogos innecesarios invertidos en personas que ni fu ni fa, conversaciones unilaterales en las que quizá ellos estarían pensando 'porque me das esta paliza'. No tenía que molestarme en llamar a ningún amigo que le apeteciera divagar conmigo, o que soportara mis críticas, o que estuviera dispuesto a soltar bobadas durante, al menos, diez minutos. Así ahorraba tiempo doblemente: el mío y el de los demás. 

Desde hace un tiempo, aunque sigo usando las redes sociales, posteando y compartiendo cuando me apetece, la frecuencia de mi actividad ha disminuido considerablemente.

Razones:

- Introspección sin causa aparente. Hay veces que, en lugar de hacer una foto y subirla, o comentar lo bien que me lo estoy pasando, me apetece disfrutar de ese momento y guardármelo solo para mí. Es raro, lo sé. Hay veces que me pregunto en que porcentaje el pasárselo bien depende de que se enteren los demás. Yo he sido, si acaso no lo sigo siendo aún, una de las que hacía y subía fotos de todo. Iba en el autobús y posteaba mi pensamiento número 1.345.000, sencillamente porque sí. También lo usaba como registro, es decir, para que de alguna manera mis preciosos y absurdos pensamientos no se perdieran, como acostumbran, en el vacío neuronal en el que vagan. Y para registrar todos los momentos con mis amigas, por ejemplo. Para un día mirar atrás y decir 'hey, mira todas estas mierdas.... qué  pintas teníamos' Si, también lo usaba para eso. He hecho uso y abuso y no me arrepiento, porque yo soy así, de extremos. Y cuando me da por algo, me da mucho. Y no paro. Y las redes sociales me parecían fantásticas, en muchos sentidos.

- Desencanto. Quizá no tenga tanta energía, me haya hecho antisocial y no me apetezca una mierda contarle a las 500 personas que apenas me conocen que tal me ha ido el día o como van mis vacaciones. En lugar de eso, me apetece más llegar a casa y tener el calorcito de la calefacción, y el calor de esa persona, abrazarle y preguntarle qué tal le ha ido el día. Lo siento, pero tenía que ser cursi en algún momento del post.

- Aburrimiento: acaso a nadie le parece que Facebook es ya tremendamente soporífero? Antes citaba Facebook como fuente de muchos de mis conocimientos: sociales (esto es, el ultimo status de cada persona en Facebook), impactantes noticias, anuncios virales, criticas. Twitter también se convirtió un tiempo en fuente habitual de mis intervenciones. Pero de un tiempo a esta parte, twitter ha sido relegado a unos 10 segundos cada 3 meses. Y Facebook se está ganando mi antipatía, y mi voto para la red social más aburrida del año. 

Aun con esto, no me he convertido en detractora de las redes sociales, ni mucho menos de sus usuarios activos. Me parece admirable la actitud de todos aquellos que siguen compartiendo todo, y entreteniéndonos al resto (que conste que este comentario contiene cero ironía. Me sigue gustando saber de la gente que, sea de forma más cercana o menos, aprecio). Hay gente también que comparte cosas la mar de interesantes, y solo por ellos merece la pena tener un perfil.

Todo esto viene a decir que tal vez mañana piense diferente, y comience a usar de forma impulsiva y descontrolada quien sabe que nueva red social, y a compartirlo todo y a basar mi existencia en el Dios Share y la Diosa Like. Porque soy así, y hoy digo negro y quizá mañana sea de un blanco nuclear. Pero lo que es hoy, me apetecía publicar un post de contradicción, y compartir con vosotros lo poco que me gusta compartir últimamente.