domingo, 6 de marzo de 2011

Ya nadie nota un guisante en la cama

Time to reflect. 
Hoy me voy a permitir una licencia, voy a saltarme un poco el legado de Carmen Aras. Y es que hoy toca hablar de lo que todos llaman cuando quieren decir sexo, o no, o de lo que todo el mundo necesita, o no, o del motivo de ese día de angelitos desnudos arco en mano apuntando a todo ser viviente, o no. 
Y es que me refiero precisamente a eso: a la palabra prohibida de este siglo XXI. <3 en idioma facebook. Love. Lo que viene siendo la costumbre más antigua del mundo. Amor.

Hace algunas entradas (en ladymadriz el tiempo se mide en entradas, y las distancias, en clicks. 2.0 world) hablaba del paso de la generación beat a la generación ni-ni. De la falta de espíritu, de genio. Pues bien, creo que esto es aplicable -sadly- a muchos otros ámbitos. Del romanticismo más profundo, cursi y dramático, a las palabras vacías entre luces de neón. Como Lady Madriz siempre me he considerado de extremos, pero últimamente me da por mantener el equilibrio. Y extremos como éstos, lo único que me causan es tristeza. 

Comparto ese sentimiento escéptico que se ha apoderado del 80% de la población de la que me rodeo. El amor es algo demasiado valioso como para frivolizarlo, yo tampoco quiero un sucedáneo de palo que ocupe mis días. No es algo que busque tampoco ahora mismo, tengo un estado de paz que jamás había conseguido estando con alguien. Pero no por ello lo demonizo, ni le arranco el significado ridiculizándolo hasta el chiste. Aunque no lo busque ni lo planee, sigo creyendo en el amor.

A pesar de las malas experiencias que todos guardamos. A pesar de saber lo que es tener relaciones largas y fracasos, a pesar de diferencias y malos tragos. A pesar de todas esas espinitas que todos vamos acumulando con el paso de los años, y que forman luego ese caparazón casi infranqueable. Ése que hace que rozando el cuarto de siglo, nada tenga la magia que tenía cuando estabas en el colegio. Sí, es difícil recuperar esa inocencia. Todo era precioso cuando salías hecho un flan a las 6 de la tarde, para ir al cine o a dar una vuelta. Y le veías, y el mundo parecía agitarse tanto que te mareabas. Y llegaba el momento, y su boca rozaba la tuya. Y tus sentidos se desbordaban hasta ese estado de embriaguez que nada tenía que ver con el alcohol, sino con una droga mucho más dura. Y esos besos eran ingenuos, llenos de miedo y éxtasis, sin filtro. Cuando te abres al amor no sabes de eso. No sabes de límites, ni de medir fuerzas.
Todo es tan intenso. Por eso los más nimios detalles son subidas instantáneas de adrenalina, y los primeros palos son palizas de primer grado. Con los años todo cambia, ya nada parece tener esa magia. Aprendes a controlar lo que das, en qué medida y a quién. No te fías de las primeras palabras, ni de las segundas. Desechas oportunidades, por miedo, por tedio, porque hoy no toca. Das más importancia al momento, al lugar, al corte de pelo. Los filtros se multiplican hasta que apenas dejas un paso a nivel hacia lo más hondo. Los controles cada vez son más duros, no permites que nadie se cuele hasta allí tan fácilmente. Aunque quizá lo merezcan, o quizá no. No te paras a descubrirlo, solo pides otra copa y piensas que no está tan mal, pero al día siguiente borrarás su número. 

Me incluyo en este movimiento nihilista. Pero, a pesar de todo, sigo siendo creyente. Me entristece escuchar cómo la gente ha perdido la fe de forma total y absoluta, y lo que es peor: no les preocupa. A mi sin embargo me invade el miedo al escuchar a mis amigos cosas como "para qué, si luego todas esas parejas se ponen los cuernos", "el amor solo dura dos años", "es sólo una pérdida de tiempo". He llegado incluso a escuchar el caso de un hombre que bloqueó a una chica en el facebook porque se le ocurrió invitarle a una caña. De acuerdo que no es fácil de encontrar. De acuerdo que hay veces que no apetece buscarlo. Pero es desgarrador que piensen que no existe. Que es sólo un mito, una leyenda urbana. Una convención social que antaño se aguantaba, y que hoy somos más libres y podemos desprendernos de ella. 

El amor es bonito. Encontrar a una persona por la que sientas no sólo esa chispa, sino un incendio inextibguible, es posible. Independientemente de la edad y de las espinas, aunque todo eso tenga que ver. Pero es posible, lo es. Encontrar a alguien con quien pienses que, aunque sólo estuvieseis los dos en una barca a la deriva, serías feliz. Y no me refiero a encontrar el amor como aislarse del mundo, porque como bien escribí hace tiempo, querer a alguien no es pasarse 24 horas del día junto a él: es querer pasar 25 y sin embargo no hacerlo. Porque yo soy partidaria del amor como unión, no como fusión. Lo que enriquece una relación es la independencia de cada uno. Contarse qué tal ha ido el trabajo. Salir con los amigotes, echar de menos a la otra persona con una sonrisa en la cara. Reírse de las anécdotas de cada uno, pero juntos. 

Sigo creyendo que es posible encontrar a una persona por la que no sólo sientas atracción hasta límites insospechados. Alguien con quien tengas confianza plena no sólo para contarle tus problemas y confidencias, sino para hacer el tonto también hasta límites insospechados. Alguien con quien te diviertas, con quien después 6 horas sin más plan que estar tirados en la cama acabes con dolor en el estómago de tanto reírte. 
También sigo pensando que existe esa persona, y que puede ser muy diferente a ti. Puede que no compartáis hobbies, o puede que sí. Puede que tenga una forma diferente de pensar, y puede que eso te aporte mucho más que estar con tu versión idéntica del sexo opuesto. 

Puede también que piense todo esto porque soy una romántica nacida en el siglo equivocado, o porque he crecido viendo cómo todo eso es posible. Puede que sea porque mis padres aun se hablan con ese brillo en los ojos, y se dicen te quiero de mil formas diferentes. Porque a los 25 años de casados mi padre le volvió a pedir matrimonio a mi madre. Porque a pesar de vivir juntos y verse cada día desde las 3 de la tarde que llegan de trabajar, se llaman por las mañanas. O se escriben sms. Porque veo esa complicidad, que no es rutina, tampoco es pastelismo, es... de verdad. Y es bonito.

Puede que sea por eso, o no. Puede que sea también porque me niego a perder esos valores, porque siento pánico a que esta "evolución" tan peculiar los haga desaparecer. O porque odio este rumbo de viaje a ninguna parte, donde ya no hay generación beat ni dolor por la vida ni nada que merezca ser estudiado dentro de 50 años. Ya no hay generación del 27, ni realismo sucio, ni poemas ahogados en whisky por un mal trago. Y San Valentín es un invento del Corte Inglés, y ahora va a resultar también que el amor es como el ratoncito Pérez o los Reyes Magos. 

Y es que ya nadie nota un guisante en la cama.


2 comentarios:

  1. BUENO.....yo no sé...no estoy seguro.....pero hace 30 años tus padres tendrían el mismo ó parecido comecocos. es muy simple....¡¡¡tirate a la piscina sin tener la seguridad de si hay agua o no. si hay agua...miel sobre ojuelas....sino.....hay mas piscinas......ejem....a lo mejor estoy metiendo la pata (o no entendí nada del post)....¡¡¡todo se andara...

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  2. No, creo que no has entendido el post... en mi caso no hay piscinas, pero lo que me da pena es que la gente piense que las piscinas ni si quiera existen. Así, simplificando metafóricamente. Más claro? :)

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