martes, 26 de febrero de 2013

El hombre de mi vida

Nos conocimos hace unos meses. Lo confieso: fue amor a primera vista. Yo nunca he creído en esas cosas, siempre pensé que era una leyenda urbana. Una de estas anécodtas que la gente te cuenta de un amigo de un primo super conocido. Una de estas historias que lees que le ha pasado a alguien, pero nunca conoces a ese alguien. Y como en las películas, crees que esas cosas suceden en la vida real. Pero desde la primera vez que le vi ya le quería. Creo que le quería antes de conocerle.

Nos veíamos todas las semanas, pero las horas se me antojaban segundos a su lado. A pesar de pasar noches en su casa, solo deseaba levantarme por la mañana y poder ver su carita.  

No tiene demasiado pelo, aunque en nuestro primer encuentro tenía una buena mata de pelo negro. No hay nada de especial en el color de sus ojos, de un tono castaño invernal, pero son los ojos más bonitos que he visto en mi vida. Expresivos, alegres, siempre atentos a lo que ocurre a su alrededor. No puedo evitar derretirme cada vez que noto su mirada fija en mí, aunque esté a unos cuantos metros.

Con él, me gusta el silencio. Porque él habla sin palabras, solo con la mirada. Y te hace sentirlo todo. Me gusta tenerle en mis brazos, y oler su pelo, aunque tenga poco. 

Tiene una nariz con bastante personalidad, y una cara redonda que no me canso de besar. No tiene un solo músculo definido y es más bien gordito, pero cuando le miro solo veo perfección absoluta.

A pesar de considerarme anti-machismo, a él me encanta prepararle la comida. O elegir su ropa. Me siento bien haciendo cualquier cosa por él, porque lo haría todo.

Le conocí hace solo unos meses y sé que es el hombre de mi vida. Lo sé, porque le quería antes de conocerle, y le querré toda mi vida. Lo sé, porque cada vez que pienso en él todo es perfecto, sólo porque él existe. Lo sé, porque estoy lejos y lo que más deseo en el mundo es poder verle como antes, todas las semanas. Y poder tenerle en mis brazos, y cubrirle de besos hasta que me lance un grito agudo de bebé.

Porque el hombre de mi vida se llama Rubén, apenas tiene 6 meses y es mi sobrino. Y es la cosa que más quiero en el mundo mundial.

Gracias a mi adorable hermana Raquel y a mi también adorable cuñado Raúl, por traerle a la familia. Os quiero un montón... pero lo siento, ¡él es mi gordito!




jueves, 21 de febrero de 2013

In a nutshell

Londres, by Lady Madriz, in nutshell.
Osease, en pocas palabras.

- Hasta para trabajar en la tienda más cutre necesitas cursar un máster. Las entrevistas varían de 2 a 3, con una duración media de una hora (a veces son 15 minutos o a veces 3 horas). Luego harás un training (esto es: trabajar en su tienda a cambio del aire que respiras) para que finalmente decidan si te quieren o no. A saber: en cualquier entrevista de grupo habrá al menos 2 españoles y/o italianos.

- No llueve tanto como dicen. Por lo menos en los escasos 15 días que llevo aquí, ha llovido solo por las noches. ¬ ¬ Meh.

- Si no tienes google maps en el móvil, estás perdido en Londres. Literalmente. Alternativas: hacerte pasar por invidente para que sea otro quien te guíe o acabar viviendo debajo de un puente porque no has sabido volver a casa.

- No te vale con hablar inglés. Porque aquí no hay una mayoría étnica, esto es: cada uno habla el inglés que le sale de las narices. Y tienes que aprender a pillarle el tranquillo al acento chino, al indio, al inglés profundo y al portugués. Lo bueno: la cantidad de españoles e italianos hace mucho más fácil la comprensión. Sorri, bat is tru.

- Es el país de los white rabbit de Alicia en el País de las maravillas. Todo el mundo va con prisas, mareas de gente se entrecruzan por todos lados. Lo mejor: no hay apenas accidentes ni avalanchas. Milagros de la naturaleza.

- Reza conmigo: por cada tienda de Londres habrá, al menos, un español trabajando.

- Se conoce gente por doquier. Y eso es así: Londres es una ciudad de paso, y todos los que están de paso se entretienen unos con otros. Cada uno tiene una historia que contar, y lo mejor: siempre quieren contarla.

- Las tiendas. Oh. My. Las tiendas. Ahí lo dejo.

- Aún no se han enterado de lo que es la buena cerveza. Creí que sólo pasaba en Edimburgo, y les he dado 2 años de margen para ver si hacían algo para reparar el tema. Pero ni por esas. Mahou no aparece por ninguna parte. En cambio, pintas sin espuma con sabor a agua con gas, las tienes por doquier. Lo peor: encima tienes que pagar por ellas.

- Love or Hate. Elige. Londres lo odias o lo adoras, y eso lo compruebas los primeros 3 días. Hay gente tan quemada que pronto entrará en combustión espontánea, y gente tan encantada que... acaba de llegar. Yo, de momento, lo adoro. Obviously.

- Madríz. Me he ido, sí, pero no creo en lo que mi amigo B. me dijo al llegar: olvídate de Madrid, estás aquí y punto. Claro que estoy a 100 cosas y no puedo ni quiero seguir el ritmo de allí, porque aún no he descubierto la manera de vivir dos vidas paralelas. Pero Madríz ha segudio conmigo, y desde aquí dar las gracias a mi familia, siempre y en todo momento. A Nenúfar, Nut y White, por estar -cerca de veras ;)-. A Michelangelo y a Mostris, porque son los mejores. ¡Ya no queda nada para tu visita, Michelangelo! Madríz puede que no sea como Londres en términos de amor odio, pero a pesar de haber vivido 24 años allí, lo sigo adorando.

Vale, quizás no han sido pocas palabras precisamente... pero acostumbrados a mis biblias en verso, esto podría denominarse microcuento para Lady Madríz. Buenas noches, ladies and gentlemen. It's getting late, and it's cold outside.



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martes, 12 de febrero de 2013

Time stranded somewhere

El tiempo se ha parado en algún lugar, y yo dentro de él.
Si algo es importante para ti, encontrarás la manera.
Si no, encontrarás la excusa.

Londres es frío, como algunas palabras dichas a destiempo.
Pero ahora el tiempo se ha parado y lo demás no importa.

Keep smiling. Y si no te gusta tu vida, cámbiala.
No siempre depende de ti, pero a veces. Solo a veces.

Quiero escribir muchas cosas. Cosas bonitas y cosas que no lo son tanto, pero sí. Pero a veces me atasco y escribo solo entre líneas. Frases que no tienen sentido pero sí. Microcuentos. Palabras sueltas que tienen dueño, aunque él no lo sepa.

I don't believe in giving up.


Primer día en el mundo

Es el primer post que escribo desde Londres, aunque no el primero que escribo desde Reino Unido. Y como a veces me gusta llevar la contraria sin razón ninguna, le he puesto un título en español.
En realidad es sólo la canción que estaba escuchando en este momento, o una variación de ella. La música me protege del resto del mundo.

Cuando faltaban unos metros para llegar al aeropuerto, yo era un manojo de nervios. Vale, lo confieso: llevaba siendo un manojo de nervios unas cuantas horas. Mis padres me acompañaron una vez más para despedirme. Ya van tres veces y deberían de estar acostumbrados, pero mi madre siempre guarda unas cuantas lágrimas de más para la próxima. Es muy previsora. Como no quería que se le acabasen todas, decidí entrar mucho antes de tiempo a las tiendas del duty free y dejarles al otro lado. No, las despedidas no me gustan, y menos cuando no lo son. Tras recorrer las tiendas de rigor, me hice con un sitio frente a la puerta de embarque. Apenas había cuatro personas, aunque no acertaba a adivinar su nacionalidad. Mientras desenvolvía mi sandwich de atún con tomate saqué mi móvil para devolver las últimas llamadas recibidas. Dice mucho quien se acuerda, esté donde esté, que tú estás a punto de coger un avión.

La espera no fue larga, puede que fueran las llamadas, o el sanwich de atún o las decenas de personas que fueron llegando de nacionalidad desconocida. Al entrar en el avión caminé decidida dispuesta a elegir un sitio con ventanilla. Cuando estaba casi al final del pasillo recordé que tenía asiento asignado, y tuve que retroceder entre la molesta fila de pasajeros que se apartaban como podían, refunfuñando. 5E. Justo en medio de un señor y una señora, ya acomodados. Me hice un hueco como pude para ocupar mi asiento y me coloqué las 2 chquetas, el abrigo de ewok y las dos bolsas en los 2cm de sitio que me quedaban. Los señores me observaban, uno a cada lado, estupefactos ante la cantidad de bultos y la enorme torpreza con la que intentaba organizarlos. Fingí que no advertía sus miradas, como si fuera lo más normal del mundo viajar sepultada por una montaña de ropa.

Pronto el sueño se adueñó de mí. Por más que quisiera mirar por la ventana, escrutar a los pasajeros con la mirada o hacer todas esas cosas que siempre hago cuando viajo sola, no podía. Siempre me ha encantado coger aviones sola. Sin embargo esta vez me di cuenta de que me aburría. Ya no era divertido ni emocionante. Eché de menos alguien de confianza con quien hablar, o en el que apoyarme para dormir. 

Como no podía, decidí vencer al sueño y me pedí un café strong. La azafata me lo dio en la mano tras varios intentos de colocar la taza sobre mi montonera de ropa, sin éxito. Mi señor y señora volvían a mirarme, preguntándose seguramente cómo lo haría para echarle el azúcar y la leche sin derramarlo todo. Unos cuantos malabarismos después disfrutaba del café más asqueroso del mundo. Si no lo escupí fue porque la inexistente distancia que me separaba del asiento de enfrente hubiera hecho que me tragase mi propio vómito. Eché de menos alguien a quien gritarle '¡ES EL CAFÉ MÁS ASQUEROSO DEL MUNDO!', pero nadie pareció darse cuenta de mi necesidad.

Leí un poco de 'cuentos demasiado cortos', y por fin aterrizamos. Al esperar las maletas junto a la cinta mecánica, yo era un manojo de ropas sin ordenar. Divisé mi maleta envuelta en mil plásticos y coloqué mi cuerpo en posición jugador de rugby, listo para lanzarse sobre su presa. En cuanto estuvo a mi alcance la derribé haciéndome con ella y la conseguí tirar al suelo. Un ruido sordo acompañó la caída, pero nadie aplaudió mi victoria. Me levanté con orgullo y fui a por un carrito. En un 3 maletas contra 1 tenía las de perder. Me enredé con la bufanda, perdí el equilibrio al colocar la primera maleta, se me cayeron las otras dos por lados diferentes... creé el caos, sí, pero tras 10 minutos conseguí tenerlo todo sobre ruedas.

Lo llevé hasta la estación de tren, rezando porque me lo dejaran meter en el propio vagón. De nuevo nadie escuchó mis súplicas y me indicaron que debía dejarlo antes de los tornos. Así lo hice, corriendo para no perder el tren que llegaba en 3 minutos. En la carrera, una de las maletas volcó y otra salió despedida en un intento de fuga fallido. Desistí de mi papel de mujer independiente' y grité un 'EXKIUSMICANYUJELPMIIII?' al chico del chaleco naranja situado junto a los tornos. Debí de asustarle, porque se acercó corriendo a cogerme las maletas y gritó un 'oup'nd'doooooor' a su compañera, como si de una maniobra de rescate se tratase. Me llevó corriendo y pude coger el tren a tiempo. Apesar de obstaculizar el pasillo central, el viaje de tren fue tranquilo y sin incidentes.
  
En St. Pancras estaba esperándome Minus, que después de un enorme abrazo me llevó a su casa. Allí estaba Sheep, otro de mis amigos de erasmus, así que abrimos unas cervezas y cenamos en lo que parecía un reencuentro madrileño. Pero no. Estábamos en Londres.     

jueves, 7 de febrero de 2013

I don't believe in farewells

Tiene gracia, llevo con la misma canción en la cabeza desde ayer. Es un loop sin descanso, no deja de sonar. Hacía mucho que no lo hacía. Y entro aquí, y resulta que tengo la fecha exacta de la última vez que sonó en mi cabeza: 24 de febrero, fecha de mi último post. Gracias a mi memoria de pez me llevo sorpresas como ésta. Tras este inciso musical...

Tengo muchas cosas que escribir, pero me suele pasar como con las cosas que decir: tengo tantas que al final no digo ninguna. Para que tú me oigas mis palabras se adelgazan a veces.

Desde este blog que no lee nadie quiero dar las GRACIAS, con mayúsculas, a la gente de AXN. No exagero, las despedidas no son como en Gran Hermano donde los sentimientos se magnifican. No miento cuando digo que es el mejor sitio que conozco para trabajar. No por el lugar físico, aunque no tengo nada en contra de sus oficinas en acristaladas en Mordor. Nada que decir sobre el clima polar-sahariano extremo, ni sobre su cocina llena de termos-a-ver-cual-conserva-mejor-el-calor. 
Por supuesto, me refiero a las personas. A pesar de no haber sido la persona más extrovertida del mundo (nunca lo fui, qué le vamos a hacer), no han dejado de sorprenderme hasta el último día. Es el lugar con más buenas personas por metro cuadrado, y he de admitir que me han cambiado la visión laboral. Compañeros, jefes o no jefes, pero siempre con una sonrisa a punto de las que distan mucho de ser enlatadas. Siempre con palabras de ánimo y dispuestos a ayudar sin un ápice de competitividad. Porque sí, porque les sale.
Si alguna vez se alinean los planetas y se da la hipotética casualidad en la que alguien lee esto y a la vez es contratado para trabajar allí, solo decirle una palabra: Enhorabuena. No le deseo suerte, porque ya le ha tocado el gordo en el terreno laboral.

No quiero hacer un post despedida, nunca me gustaron. Pero sí quería dejar esas palabras, porque necesitaba ponerlas en alto. Virtualmente hablando, claro. No me despido porque mi blog sigue aquí, no desaparece. Ni desaparezco de Facebook, ni de todas las redes sociales de las que soy creyente y practicante. No me despido de nadie porque no voy a desintegrarme, ni a mudarme al círculo polar ártico en una misión secreta de la que no regresaré jamás. Me voy, sí, pero por un rato. Casi a la vuelta de la esquina, a dar un paseo. A ver qué se cuece por otros lares. 

Hace un año que tengo la maleta preparada. En realidad siempre la tengo a punto, porque sé exactamente lo que me llevo. No sé lo que permanecerá o no cuando vuelva, aunque no tengo miedo por ello. Sé que aquello que merece la pena permanece, porque aquello que realmente quiere estar en tu vida también lo estará más adelante. El resto es secundario. Y al fin y al cabo, el futuro no es más que una leyenda urbana. 

Dejo un post-recuento de maleta que hice hace un año, cuando pensé que emigraba. Al final resultó que no, pero la maleta continua intacta. (Leer aquí el post-recuento)

Por último, reafirmar lo que llevo mucho tiempo pensando...

Let's face it: I'M A VERY LUCKY GIRL.