No lo neguemos. Cuando te toca un niño en el autobús de estos ñoños, maleducados y en medio de una pataleta, todos hemos pensado lo mismo. Yo a tu edad no era tan tonto. O eso, o la segunda versión en caso de que el niño sea verdaderamente insufrible. Que alguien calle a ese niño por dios o me levanto yo y no respondo de mis actos. Todos. No me vengais ahora de santos Jobs.
Hoy me ha tocado uno de esos, y por supuesto el primer pensamiento ha acudido a mi cabeza al tercer grito en mi oreja de aquel individuo de estatura limitada. Es imposible. Yo a tu edad no era tan tonto ni de coña. No recuerdo tampoco que mis compis de clase lo fueran, salvo quizá alguna excepción que mi memoria ha decidido obviar. ¿Qué tendría ese niño, 8 años? ¿Porqué no era capaz de comportarse de una manera civilizada? Yo no recuerdo gritar y tirarme agua por la cabeza y emitir sonidos guturales agudo-grave-agudo-grave y poner tono "mi mamá me mima" mientras toco las narices a todo el mundo a mi alrededor. Juro que no recuerdo comportarme así. Lo que sí recuerdo en cambio son tardes de enfurruñamiento en silencio, de morros hacia afuera y lagrimones resbalando por mis mejillas encendidas de rabia. Pero eso es otra historia. Y conste que mientras pensaba todo esto, me debatía con la posición comprensiva de "a los niños hay que dejarles ser niños". No se puede esperar de ellos un comportamiento adulto, ni se debe. Los niños son tan especiales por eso mismo, porque no entienden de normas y comportamientos sociales que muchas veces no hacen otra cosa que reprimirnos.
Pero una cosa es tener una pataleta en tu casa, en un parque, o en medio de la calle si me apuras... pero otra muy distinta es montar el número en escasos y asfixiantes X metros de autobús, donde compartimos oxígeno y espacio vital 80 personas. Donde sientes la respiración del de atrás en la nuca. Donde si no llevas libro, te puedes entretener leyendo el de al lado. Donde reconoces perfectamente a Rihana saliendo de los auriculares del que está apoyado en la barra, y sientes cada movimiento de la señora gruñona de turno que se ha levantado con mal pie. NO NIÑO, AQUÍ NO. No puedes hacernos esto joder, que ya no se trata de ti y de tu niñez y todo eso. Que somos 80 personas desquiciadas, con ataques de ansiedad y ganas de romper las ventanas de socorro y aterrizar en el asfalto. Aquí ya no se trata de ti, así que no me fastidies.
Pero una cosa es tener una pataleta en tu casa, en un parque, o en medio de la calle si me apuras... pero otra muy distinta es montar el número en escasos y asfixiantes X metros de autobús, donde compartimos oxígeno y espacio vital 80 personas. Donde sientes la respiración del de atrás en la nuca. Donde si no llevas libro, te puedes entretener leyendo el de al lado. Donde reconoces perfectamente a Rihana saliendo de los auriculares del que está apoyado en la barra, y sientes cada movimiento de la señora gruñona de turno que se ha levantado con mal pie. NO NIÑO, AQUÍ NO. No puedes hacernos esto joder, que ya no se trata de ti y de tu niñez y todo eso. Que somos 80 personas desquiciadas, con ataques de ansiedad y ganas de romper las ventanas de socorro y aterrizar en el asfalto. Aquí ya no se trata de ti, así que no me fastidies.
Valga decir que he sido entrenadora de enanas, con pataletas incluidas en los entrenamientos. Pero quizá por eso aprendí que el dialogar no funciona: o dejas de patalear o no entrenas. También he sido au pair de dos enanos escoceses de 7 y 9 años. No pocas rabietas me he comido. Pero siempre les he dejado claro: enfádate con el mundo, pero a mi no me fastidies. Cuando te calmes, hablamos. Y les he adorado a todos, les quiero con todo mi corazón. Pero digo yo,
¿En qué punto se han convertido los niños en fieras no sólo indómitas, sino insoportables y maleducados? Proliferan esta clase de niños-de-autobús. Y no, es que no. Yo a tu edad no era tan tonta (nótese el tan).
Señores, algo va mal en la sociedad. Y no son los autobuses.
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